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Y ¿para qué ha servido el 155, señor Rajoy?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Y ¿para qué ha servido el 155, señor Rajoy?

Si Torra es elegido presidente de la Generalitat el Gobierno estará obligado a retirar el artículo de la Constitución quedando en entredicho la utilidad de su aplicación

Foto: Los diputados de JxCAT arropan a Torra en vísperas del pleno de investidura. (EFE)
Los diputados de JxCAT arropan a Torra en vísperas del pleno de investidura. (EFE)

Si todo sale según lo previsto, mañana lunes, el diputado de Junts per Catalunya Quim Torra será elegido presidente de la Generalitat por mayoría simple. Y volveremos al punto de origen. Nada de lo ocurrido hasta ahora habrá servido para nada, valga la redundancia, ni siquiera para un relevo en los interlocutores porque el tal Quim Torra no deja de ser una mera marioneta, un presidente de paja, un señuelo detrás del cual el verdadero poder lo sigue ostentando Carles Puigdemont. Increíble, pero cierto. Los destinos de 7,5 millones de catalanes en manos de un presidente por accidente que no es más que el portavoz oficioso de quien de verdad va a mandar, a miles de kilómetros de distancia, escenificando así eso que tanto valoran los independentistas para fortalecer su argumentario victimista: un gobierno en el exilio.

Así que volvemos donde estábamos. O incluso peor que donde estábamos, porque a la vista de esa situación parece evidente que la intención de Puigdemont y su marioneta es seguir adelante con lo que ellos llaman la construcción de la República Catalana, mientras en Madrid el Gobierno se queda con un palmo de narices obligado por ley a retirar el 155 y teniendo que idear una nueva estrategia con la que hacer frente a este nuevo paso del 'procés'. No hemos arreglado nada. Eso sí, tenemos un montón de independentistas en la cárcel, y lo peor es que los que están en la cárcel son los únicos que podrían echar una mano para resolver esto.

Foto: Joaquim Torra. (EFE)

Pero como aquí hemos actuado poniendo la justicia por delante de la política, hemos abandonado cualquier estrategia en manos de ese ejército de abogados del Estado dirigido por la vicepresidenta, ahora resulta que la democracia, el Estado de Derecho, se las va a tener que ver con un presidente de la Generalitat a todas luces radical, xenófobo, supremacista y, por qué no decirlo, estúpido. Corrió mucho el otro día Albert Rivera retirándole el apoyo al Ejecutivo: si algo necesita en estos momentos el país, es altura de miras, y en manos como estamos de un presidente que se caracteriza por su inmovilismo, hace falta que otros le obliguen a moverse y eso requiere que los partidos constitucionalistas estén subidos en el mismo barco, aunque no se hablen.

Mariano Rajoy está obligado a recibir a Torra, que ya ha pedido cita, a su manera, en la Moncloa. También estaba obligado a recibir a Roger Torrent, pero ya sabemos que Rajoy no es amigo de entrevistas complicadas. A esta, sin embargo, no le queda más remedio que acceder. Y no basta con recibir a Torra. Tendrá que tener preparada una contraoferta, algo que pueda servir para rebajar su ímpetu soberanista y, sobre todo, el de su jefe. Es verdad que la justicia alemana contribuiría, y mucho, a ayudarnos en la solución del problema si aceptara la propuesta de Llarena de extraditar a Puigdemont por delito de sedición, en lugar de rebelión.

placeholder Mariano Rajoy, durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso. (EFE)
Mariano Rajoy, durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso. (EFE)

Con el 'expresident' en prisión las cosas serían algo más fáciles, porque sigue siendo francamente increíble que los catalanes estén gobernados a distancia por un prófugo de la justicia. Aun así, es evidente que el problema no solo no está resuelto, sino que a la vista de los sondeos sigue más fuerte y enconado que nunca, y habrá que empezar a pensar en cómo lo afrontamos, más allá de dejarlo en manos de jueces y fiscales. Y eso es lo que hasta ahora no ha hecho Mariano Rajoy, y lo que dudo que vaya a hacer.

Todos sabemos que la independencia de Cataluña es un imposible pero, lejos de arrinconarse, el independentismo se ha crecido, motivado por el fracaso del 155 a la hora de reducirlo a la mínima expresión. Todavía recuerdo como el Gobierno presumía en la campaña de las elecciones autonómicas de haber descabezado al independentismo: pues ahí está, más fuerte que nunca y dispuesto a seguir dando una batalla interminable. Y el Gobierno parece tener prisa por salir de Cataluña y hacer lo que tanto le gusta hacer a Mariano Rajoy: nada.

Si todo sale según lo previsto, mañana lunes, el diputado de Junts per Catalunya Quim Torra será elegido presidente de la Generalitat por mayoría simple. Y volveremos al punto de origen. Nada de lo ocurrido hasta ahora habrá servido para nada, valga la redundancia, ni siquiera para un relevo en los interlocutores porque el tal Quim Torra no deja de ser una mera marioneta, un presidente de paja, un señuelo detrás del cual el verdadero poder lo sigue ostentando Carles Puigdemont. Increíble, pero cierto. Los destinos de 7,5 millones de catalanes en manos de un presidente por accidente que no es más que el portavoz oficioso de quien de verdad va a mandar, a miles de kilómetros de distancia, escenificando así eso que tanto valoran los independentistas para fortalecer su argumentario victimista: un gobierno en el exilio.

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