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El error de tomarse en serio a ETA
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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El error de tomarse en serio a ETA

Rodríguez Zapatero ha tenido la habilidad de construir un discurso en torno a ETA que está lleno de equívocos, pero que le resulta muy rentable desde

Rodríguez Zapatero ha tenido la habilidad de construir un discurso en torno a ETA que está lleno de equívocos, pero que le resulta muy rentable desde el punto de vista político. Tal vez no sea el primer político que procede de este modo, pero es el que ha conseguido elevar a ETA a la condición de problema primordial de la democracia, algo que nunca debería haber sucedido.

Los españoles estamos tan contentos de lo bien que nos van las cosas que corremos el riesgo de confundirnos de problemas, de incurrir en el vicio adolescente de desdeñar la complejidad del mundo para encerrarnos en el monocultivo de un sentimiento íntimo, intenso, arrebatador. Cualquier observador de nuestra realidad política concluirá que estamos viviendo una época de auténtico ensimismamiento, de exceso en el recato de nuestra mirada. El mundo exterior apenas existe, como no sea para sacrificarlo en el altar de nuestra empecinada lucha provinciana: Guantánamo, ha dicho hace poco el portavoz del PSOE, es una muestra de los errores de nuestra política y la prensa internacional sigue sin enterarse.

Entregados como estamos a nuestras minucias, a las cuitas de la clase política, a los pleitos de competencias que, en realidad nos debieran importar un ardite, pasamos por alto las cosas que deberíamos atender: la construcción de un sistema educativo sólido y durable, la reforma de una Universidad absolutamente retrasada y fuera de órbita, la construcción de una política de la ciencia seria y constante, los problemas que nos va a plantear la emigración, el cambio de la política del suelo, la consecución de una Justicia eficaz, creíble y equitativa, y así un largo etcétera. Como la economía va más o menos bien y mientras dure, nos entregamos a cambio a la ensoñación del diálogo de civilizaciones y al fin de ETA.

Nada nos está vedado: nuestra esperanza, lo ha dicho Zapatero, es un cimiento sólido para conseguir toda clase de bienes por quiméricos que sean. Así nos entregamos a una política de gran estilo con ETA, cuando lo de ETA debería haber sido una cuestión molesta, pero relativamente pequeña que un Estado serio debería entregar a sus funcionarios y al ejercicio ordinario de la policía y la ley. Aquí no, aquí con ETA hay que hacer castillos en el aire y así acabamos convirtiendo a Otegi en un estadista y a Iñaki en un héroe de portada.

Que la izquierda juegue a eso se entiende porque la izquierda es muy consciente de que se tiene que reinventar, que tiene que vender alguna especie de esperanza mística sin la cual se acaba viendo la clase de gestores que hay debajo de la capa y se comprueba que están hechos de la misma estofa, y a veces peor, que los políticos profesionales de cualquier tendencia. Pero que la derecha haya entrado a ese juego no deja de ser un error muy de principio. Haber hecho de la lucha contra ETA el problema de los problemas, el quicio en el que se discute el ser y el no ser de la derecha y de la izquierda es una barbaridad. Si a ello se añade que, de paso, nos dedicamos a agigantar el vetusto problema de España, se comprenderá que el negocio no es de los más inteligentes.

El fin de ETA llegará como llega todo, y a fe que habría llegado más deprisa si se hubiese continuado con una política eficaz y constante, de Estado, como la que se inició en la legislatura anterior. Además, como ha escrito en ABC Miguel Ángel Quintanilla, perder la esperanza de ver el fin de ETA es el único modo de que ETA pierda toda esperanza de ver el nuestro. Hay que acostumbrarse a convivir con lo que no nos gusta, porque eso es una consecuencia necesaria de la libertad. Y si los de ETA pegan tiros y ponen bombas, pues policía y jueces, pero nada más. Entre unos y otros les hemos hecho el favor de ser importantes, algo que seguramente les motiva más que la independencia. Tenemos que cesar en ese error y, muy particularmente, tiene que hacerlo Rajoy.

Son muchos más los españoles que se preocupan de lo caras que se están poniendo las hipotecas que los que pierden el sueño con el final de ETA. El PP tiene que dedicarse a que los ciudadanos se convenzan de que con Rajoy les va a ir mejor, y es lógico que los socialistas quieran hacernos creer que lo de ETA solo pueden arreglarlo ellos, que son imaginativos y no se cortan un pelo, mientras que la derecha puede llegar a parecer empeñada en darles la razón porque no evita el error de principio de convertir a ETA en el summum de su política. Rajoy, tiene, desde luego que defender la continuidad y la seriedad del Estado y el respeto a la ley, pero no tiene que esforzarse en que los españoles se crean eso porque ya lo saben: lo que quieren oír no es que habrá policía y cárcel para ETA si persiste en usar las pistolas que roba, eso la gente lo da por supuesto, eso no se discute. Lo que tiene que decir a los electores es que van a vivir mejor, quizá con menos ideales pero mejor, quizá sin irritar a los malos (entiéndase que hablamos de Bush) pero mejor, quizá con otro talante, pero mejor, quizá sin alianza de civilizaciones ni procesos de paz, pero con hipotecas menos apretonas, mejor.

Los españoles no somos demasiado buenos en la coordinación de masas, en cantar todos al tiempo, por ejemplo. Nos gusta más ir por libre y cantar el chunda, chunda a nuestro aire. El gobierno de ZP quiere meternos en cintura: que no comamos hamburguesas, que no corramos más de la cuenta si queremos llegar a fin de mes, que paguemos más impuestos solidarios, que pensemos como es debido. El gobierno aprieta las tuercas y buena parte de la oposición se dedica a hablar de si Pérez Tremps es incompatible o de si los tipos de dinamita son tres o cuatro (y, al parecer, dependiendo del número, la culpa podría ser de… ETA, más de lo mismo).

Felipe González ganó por goleada en el 82 diciendo que el cambio era que España funcionase: los españoles estaban hartos de noticias trascendentales, de sobresaltos. Ahora los españoles pueden empezar a estar hartos de grandes palabras, de bobadas solemnes. La derecha ha acreditado que sabe gestionar mejor, que resuelve problemas, pero parece empeñada en demostrar que no le cae bien la ETA. Ciertamente curioso.

* José Luis González Quirós es periodista

Rodríguez Zapatero ha tenido la habilidad de construir un discurso en torno a ETA que está lleno de equívocos, pero que le resulta muy rentable desde el punto de vista político. Tal vez no sea el primer político que procede de este modo, pero es el que ha conseguido elevar a ETA a la condición de problema primordial de la democracia, algo que nunca debería haber sucedido.