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La venda del pasado que nos impide ver el futuro
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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La venda del pasado que nos impide ver el futuro

Una de las grandes ventajas de Internet es que las auténticas perlas informativas no suelen escapar a la atención del público. Me

Una de las grandes ventajas de Internet es que las auténticas perlas informativas no suelen escapar a la atención del público. Me refiero a dos recientes y aparentemente ajenas: la imagen de un joven golpeando salvajemente y sin motivo alguno a una niña ecuatoriana en el metro de Barcelona, y la gran circulación que han tenido unas declaraciones de hace tres décadas del entonces presidente Suárez.

Con motivo de una de esas conmemoraciones que tanto gustan, el ABC publicó hace unas semanas las respuestas de Adolfo Suárez en una entrevista de hace casi treinta años, que sus asesores de entonces no se atrevieron a dejar publicar y que ahora ha visto la luz. El documento es realmente interesante y muestra el estado de ánimo de un político a punto de arrojar la toalla, ante la avalancha de críticas y de descalificaciones con las que le acosaban entonces tanto tirios como troyanos. No mucho después, tras su dimisión, aparecería el decreto de concesión del ducado, por cierto sin exposición de motivos, lo que no es sino una muestra más de la cicatería con la que se trató al mejor Suárez.

El entonces presidente se quejaba de la ausencia de una prensa verdaderamente independiente y de la deslealtad de muchos de los suyos, pero también reflexionaba con cierta amargura sobre el carácter de los españoles: “Yo repito a menudo que en España está ocurriendo un fenómeno muy grave: las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro... casi nunca pasan por la reflexión previa”. Si eso era entonces así, qué no podría decirse hoy ante la evidencia de una buena parte del electorado que, como ha pasado en Cataluña recientemente, decide quedarse en casa para que sean los demás quienes resuelvan las cosas, quienes, por ejemplo, hagan de Cataluña una especie de nacioncita con el apoyo de una parte realmente pequeña del censo, energúmenos empeñados en imponer a voces sus verdades de neo-cateto.

Está claro que hay políticas a las que conviene ese estado de cosas, pero no está menos claro que esa conveniencia no es la de la mayoría. ¿Despertarán los españoles, y en particular los catalanes, de aquí a las generales, o conseguirán unos pocos mantenerlos aturdidos con un océano de palabras, con una infinidad de tópicos, con el sambenito maniqueo, con Franco, con la guerra, con Iraq, con la Iglesia? A moro muerto gran lanzada, parece el lema de estos defensores retrospectivos de la democracia, dispuestos, mientras tanto, a defender la poltrona, con la ayuda de los amigos y sin descuidar a la familia. Es curioso, pero este hablar del pasado es una auténtica venda en los ojos que intenta evitar que pensemos seriamente en el hoy y en el mañana.

La propaganda imparable de los grandes medios adictos, presentando una derecha guerra-civilista y antimonárquica (¡tiene bemoles la cosa!), puede ser muy eficaz a nada que algunos de los líderes del PP se despisten un poco. Sin embargo, está empezando a aparecer un factor nuevo que puede hacer que, a falta de cabeza, algunos piensen en votar, digamos, con los pies, fijándose no en lo que se les dice, sino en lo que les interesa. Fijémonos en Barcelona, por ejemplo, el estanque dorado, un paraíso abstencionista en el que los Carodes y los Montillas campan a sus anchas con la desdichada ayuda de gente a la que habría que suponer más sensata.

¿Van a ser insensibles los votantes a la exhibición de racismo y de brutalidad que un tal Sergi ha desplegado con una niña ecuatoriana, ante la cobarde abstención de otro joven viajero? Ese video ha resultado una muestra más eficaz de lo que ocurre en Cataluña que muchos sesudos análisis. Hay gente que ve pero no quiere mirar porque, en caso contrario, su cobardía le resultaría insoportable. Se hundió el Carmel, pero la noticia casi pudo ser secuestrada. Se quedó sin luz la ciudad, pero se le pudo echar la culpa a Pizarro que, como todo el mundo sabe, es un pésimo gestor. Se quedó sin luz el Hospital del Valle de Hebrón, pero eso son cosas que pasan y herencias del pasado infinito. Ahora la chapuza de la llegada del AVE está haciendo que los barceloneses, especialmente los que no tienen chofer, que son la gran mayoría, se den cuenta de que ni ZP ni Montilla ni Carod saben gestionar las cosas, por mucho que se empeñen en que todo se diga en catalán.

El tercermundismo no puede taparse indefinidamente reescribiendo la historia y hablando de una gloriosa oposición al franquismo que nunca fue protagonizada por quienes la invocan, sin otra intención que seguir viviendo del cuento y sin tener que rendir cuentas de su nula capacidad de gestión. Por eso, una de las grandes preguntas de este final de legislatura reside en saber si esa buena mitad de catalanes que parece no querer enterarse de nada de lo que ocurre en su derredor van a seguir tragando o, por el contrario, se van a pensar dos veces lo que les cuentan que, por cierto, tiene muy poco que ver con lo que ven y padecen. Ahí, y en la decencia y coraje de muchos electores socialistas, va a estar la clave de nuestro futuro inmediato.

José Luis González Quirós es filósofo y analista político.

Una de las grandes ventajas de Internet es que las auténticas perlas informativas no suelen escapar a la atención del público. Me refiero a dos recientes y aparentemente ajenas: la imagen de un joven golpeando salvajemente y sin motivo alguno a una niña ecuatoriana en el metro de Barcelona, y la gran circulación que han tenido unas declaraciones de hace tres décadas del entonces presidente Suárez.