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Disenso, desobediencia, caos
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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Disenso, desobediencia, caos

El panorama que presenta España a escasos meses del final de esta legislatura es realmente desolador. El consenso constitucional está completamente roto y va a ser

El panorama que presenta España a escasos meses del final de esta legislatura es realmente desolador. El consenso constitucional está completamente roto y va a ser muy difícil de restaurar. Lo más grave de lo que sucede, en mi opinión, es que hay sectores muy amplios del electorado que piensan que todo lo que pasa puede explicarse en términos de simple trifulca entre políticos. Lo cual, sencillamente, es confundir el rábano con las hojas.

La sociedad está completamente dividida; se discuten todas las instituciones (Del Rey abajo, ninguno, como reza el título de la obra de Rojas Zorrilla); muchos políticos nacionalistas consideran que el incumplimiento de la ley es un derecho que nadie puede discutirles; las Autonomías políticamente más capaces se han dedicado a esquilmar la bolsa común de los españoles; la economía, que ha sido uno de los más potentes estabilizadores de nuestra democracia, comienza a agrietarse; el Tribunal Constitucional está a punto de saltar por los aires mostrando de manera vergonzosa el abuso de los partidos; nuestra presencia internacional es grotesca, y así sucesivamente.

Se trata de asuntos en los que la responsabilidad del gobierno de Rodríguez Zapatero es más que evidente, pero eso nos procura muy escaso consuelo. El PP no está exento de culpas, como es obvio, y lo estará aún menos si no consigue ganar las elecciones e, inmediatamente, ponerse manos a la obra para tratar de restablecer los consensos mínimos con un nuevo PSOE que deberá renovarse por completo. La situación es tan grave que puede afirmarse con rotundidad que la única solución está en la retirada de Zapatero de la vida pública, en la formulación de un nuevo pacto que no debería incluir solo al PP y al PSOE, porque la tentación del turnismo es demasiado fuerte como para que pueda desestimarse con alegría.

¿Qué es lo que ha pasado en realidad? En cierto sentido, cualquiera puede verlo: hemos pasado de que las cosas funcionen, como prometió Felipe González hace 25 años, a que todo esté manga por hombro, pero ¿por qué? Supongo que puede haber más de una respuesta a esta pregunta, pero una que se me antoja inmediata es que el Estado, eso que somos todos, ha sido prolongadamente generoso con fuerzas que no han sido ni leales ni generosas, que han interpretado la generosidad como una forma de debilidad, que han actuado de manera insaciable, como si tras cada concesión se ocultase un nuevo agravio capaz de legitimar cada vez mayores dentelladas al Estado. La guinda del proceso la ha puesto la desafortunada situación electoral de la minoría gobernante, que se ha visto obligada a pactar con quien nunca debiera haberlo hecho.

Esta actitud ha sido tan escandalosa que muchas CCAA nada sospechosas de veleidades separatistas se han dedicado a hacer lo propio hasta llegar a ese absurdo insigne de que el Estado, es decir, todos, deba muchísimo a esos mismos todos considerados como sujetos aparte. Parece evidente que ante una situación así solo iban a sacar ventajas quienes tuviesen armas de presión, esto es, quienes tuviesen la capacidad de condicionar la formación de gobiernos en España.

Este absurdo político no solo afecta a las hacienda sino a todo lo que se hace. Los catalanes pueden poner, con razón, el grito en el cielo por la chapuza insigne que se está haciendo con la llegada del AVE a Barcelona, pero sería realmente muy peculiar que muchos de ellos no sepan el enorme tanto de culpa que en tal caos tiene el nacionalismo catalán que ha obligado a hacer del AVE una especie de tren de cercanías para Cataluña, impidiendo la llegada prevista en el proyecto original del Gobierno y obligando a la nueva línea a pasar por Lérida, Tarragona y a atravesar Barcelona por el centro, como si se tratara de un tren suburbano.

Lo peor, sin embargo, ha sido la llegada al Gobierno de alguien dispuesto a creer que a base de talante y concesiones se podría acabar con el malentendido, se podía convertir a asesinos en hermanas de la caridad y a políticos cuya única razón de fondo es el hundimiento de lo que toman por España en leales compañeros de Gobierno.

¿Sabrá el pueblo español encontrar la salida a este callejón que no la tiene nada fácil? ¿Aprenderemos a distinguir las palabras de los hechos para tratar de evitar cuando aún es tiempo que los hechos se lleven por delante nuestra tranquilidad y nuestra dignidad? ¿Sabrán quiénes ganen las elecciones afrontar una situación tan complicada? Me voy a permitir un consejo: quienes jueguen a minusvalorar la crisis que tenemos delante no merecen nuestra confianza, merecen el mismo desprecio que nos hacen al tomarnos por memos.

*José Luis González Quirós es analista político y escritor.

El panorama que presenta España a escasos meses del final de esta legislatura es realmente desolador. El consenso constitucional está completamente roto y va a ser muy difícil de restaurar. Lo más grave de lo que sucede, en mi opinión, es que hay sectores muy amplios del electorado que piensan que todo lo que pasa puede explicarse en términos de simple trifulca entre políticos. Lo cual, sencillamente, es confundir el rábano con las hojas.