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Rajoy ante su partido
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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Rajoy ante su partido

De manera relativamente inesperada, Mariano Rajoy acaba de convocar una Junta Directiva Nacional del PP para el próximo día 3 de abril. El presidente tratará, con

De manera relativamente inesperada, Mariano Rajoy acaba de convocar una Junta Directiva Nacional del PP para el próximo día 3 de abril. El presidente tratará, con toda probabilidad, de pulsar la opinión de los principales dirigentes populares tras las escasas buenas noticias que les llegan, tanto respecto a la marcha del Gobierno como en lo referente a la sede de Génova, que continúa sitiada por las 'habladurías' en torno al caso Bárcenas, y malamente protegida por un espeso silencio. Seguramente tratará de preparar su discurso en estos días de merecido descanso en Doñana tras la agotadora jornada parisina, con partido de fútbol incluido.

Muchos miembros de esa Junta no gozan de la suficiente protección ante el acoso callejero que están sufriendo los cargos del PP, y puede que estén empezando a cuestionarse sus políticas. ¿Se oirán en tan escogido órgano algunas palabras distintas a las oficiales? ¿Llegará a oídos de Rajoy alguna voz que le indique que crece el descontento no ya entre sus electores, sino entre los elegidos? Como no parece razonable que Rajoy se dirija a sus compañeros a través de una pantalla de plasma, cabe augurar que alguno se atreverá a pedir la palabra.

El Gobierno acaba de recibir una pésima nota de parte de Eurostat, que pone en duda nuestras cifras y no presagia nada bueno. Detalles técnicos aparte, este correctivo supone una merma de fiabilidad en un momento en el que ser confiables vale casi tanto como ser solventes. Puede que Rajoy le pida a Montoro que se calle, pero ese alivio seguramente no se considerará suficiente por los que aspiran a reconocerse en un partido que está extrañamente perdido. Es seguro que son mayoría los que esperan que Rajoy acabe por triunfar, pero no parece tan claro que sean más los que creen que pueda lograrlo sin una rectificación de fondo de su política, sin la adopción de un programa de reformas más ambicioso, más claro y más conforme a la voluntad de sus electores y a lo que cabía esperar del PP.

Frente al programa duro de 1996, del cual se sabía qué buscaba, Rajoy ha intentado aplicar un programa de reformas más soportable, aunque no se sepa con claridad qué es lo que intenta, y se empiece a temer que no lleve a ninguna parteCon las cosas así, y en condiciones normales, un partido como el PP tendría que estar en plena ebullición, abriéndose a un debate inaplazable para no dar la sensación de ser completamente ajeno a lo que alarma a la mayoría, sin confiar ciegamente en que los electores sepan valorar su sentido de la disciplina y del orden como muestra evidente de que comparten sus preocupaciones. El hecho de que el programa electoral haya sido olvidado podría encontrar disculpa en el éxito, pero se convierte en una losa muy pesada cuando las noticias no son halagüeñas, y, desgraciadamente, no lo son. Es verdad que entre los políticos tiende a triunfar una actitud de prudencia y posibilismo, y que es fácil que se olviden con facilidad las promesas hechas, pero como el tiempo corre muy deprisa y los éxitos no se adivinan, incluso los más pragmáticos empiezan a preguntarse sobre qué podrán decir de aquí a unas decenas de meses cuando tengan que exponerse de nuevo al escrutinio popular.

El PP no debería conformarse con una agenda económica que no se ve acompañada por el éxito, sino que tendría que aspirar a modificar en su favor buena parte de las posiciones típicas de la cultura política imperante en España, como lo ha llevado a cabo el PSOE siempre que ha gobernado. Al no hacerlo, es completamente obvio que trabaja contra sus intereses, sin que esa renuncia pueda ponerse como ejemplo de patriotismo, y sin que se perciba con claridad qué es exactamente lo que persiguen. Una explicación posible de esa conducta está en suponer que intentan la repetición de los éxitos del 96, sin reparar en que no sólo son muy distintas las circunstancias, sino los actores, además de que, no pocas veces, hacen lo contrario de lo que hizo Aznar.

Frente al programa duro de 1996, del cual se sabía qué buscaba, Rajoy ha intentado aplicar un programa de reformas más soportable, aunque no se sepa con claridad qué es lo que intenta, y se empiece a temer que no lleve a ninguna parte. Es sencillamente demoledor que el déficit apenas se haya reducido en 2012, que el paro siga creciendo, y que ello haya sucedido con un brutal incremento de los impuestos; es decir que la crisis no sólo permanece, sino que puede empeorar y alargarse, como insinúan diversos observadores que no tienen incentivo alguno para molestar al PP.

A diferencia de lo que hizo Zapatero, quien siempre trató de actuar como un líder, Mariano Rajoy, al que a veces se ha comparado con el expresidente, aunque por otras razones, nunca ha tratado de llevar sus principios a la política práctica, sino que se ha acogido a una especie de estado de necesidad para hacer algo muy distinto y desconcertante. Esto debiera debatirse entre los 600 españoles que representan a once millones de votantes y que van a reunirse el próximo día 3 en un órgano teóricamente previsto exactamente para esta clase de cosas, aunque sea posible que se conformen con aplaudir, tal vez sin mucho entusiasmo, el discurso apologético de quien los puso en una lista.

*José Luis González Quirós es analista político

De manera relativamente inesperada, Mariano Rajoy acaba de convocar una Junta Directiva Nacional del PP para el próximo día 3 de abril. El presidente tratará, con toda probabilidad, de pulsar la opinión de los principales dirigentes populares tras las escasas buenas noticias que les llegan, tanto respecto a la marcha del Gobierno como en lo referente a la sede de Génova, que continúa sitiada por las 'habladurías' en torno al caso Bárcenas, y malamente protegida por un espeso silencio. Seguramente tratará de preparar su discurso en estos días de merecido descanso en Doñana tras la agotadora jornada parisina, con partido de fútbol incluido.

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