Es noticia
Bárcenas, parada y fonda
  1. España
  2. Dramatis Personae
José Luis González Quirós

Dramatis Personae

Por

Bárcenas, parada y fonda

El PP lleva meses, si no años, atrapado en el caso Bárcenas, y tratando de salir de él de la misma equivocada manera, como si los

El PP lleva meses, si no años, atrapado en el caso Bárcenas, y tratando de salir de él de la misma equivocada manera, como si los delitos, ahora ya escasamente innegables, del extesorero no tuviesen nada que ver con el partido, sin ofrecer un mínimo esclarecimiento político, amén de pedir excusas por el mal causado. Es esta estrategia, tan esquiva y pusilánime como equivocada, la que ha hecho muy verosímil la expectativa de que Bárcenas, una vez en la cárcel, pueda hacer revelaciones que traigan consigo una especie de voladura descontrolada del partido, y lo que hará que el público imagine infinitas triquiñuelas en el caso de que Bárcenas no haga nada de lo que algunos esperan. La minimización de las excusas que serían exigibles es el mejor caldo de cultivo para que se multipliquen las imaginaciones más desatadas sobre el carácter desalmado de los políticos. Como Shakespeare le hizo decir a Julio Cesar, los cobardes mueren muchas veces, los valientes solo una, pero hay personajes que parecen pretender cierta inmortalidad no incompatible con el oprobio. Cuando se actúa como si se temiese algo, es inevitable la radicalización y la magnificación de las peores sospechas.   

Miedo a volar

El título del best-seller erótico de hace unas décadas podría describir muy bien la resistencia del PP a hacer política, especialmente a hacer su política. Lo peor de esta actitud es que reduce las posibilidades de la democracia a muy ligeras variaciones y las alternativas de Gobierno a un mero cambio de personas. La negativa de Rajoy, con mayoría absoluta y un amplísimo control de los poderes territoriales, a aplicar el programa del PP tiene más que ver con la psiquiatría que con la política. Otra consecuencia de esta actitud temerosa de la derecha es que incita al PSOE a radicalizar sus políticas. Es lo que hay que pensar cuando se escucha a líderes socialistas como Rubalcaba, Tomás Gómez u Óscar López amenazar a las empresas privadas que participen en concursos públicos de gestión convocados por el PP con que perderán esas inversiones dentro de dos años cuando manden los socialistas. Aunque haya que excusarles su optimismo, se trata de bravatas creíbles, sin que importe ni poco ni mucho que carezcan de la menor base jurídica. A diferencia de este PP, el PSOE nos tiene acostumbrados a hacer lo que dice. 

Gallardón, en todas las salsas

Por fuerte que sea el hábito de consentir a los políticos que digan una cosa y hagan otra, el caso Gallardón conserva siempre un alto ingrediente de sorpresa. No hay manera de entender cómo ha podido cocinar la reforma del poder judicial que se ha perpetrado recientemente, salvo que se suponga que la lógica consista en hacer algo distinto a lo que se prometió siendo, a la vez, distinto, a lo que se pretendía pactar con los socialistas por aquello del consenso básico. No se puede negar que la reforma sea original, pero no es buena y resulta evidente que no saldría adelante en ningún parlamento preocupado por mantener una mínima separación de poderes, siquiera por fingir que lo hace. Nuestro parlamento carece de esta clase de prejuicios, y puede dar rienda suelta a la creatividad de cualquier ministro poco escrupuloso, salvo que se ataque algunos de los más vetustos dogmas de la izquierda, asunto por el que se le puede preguntar a Wert, obligado a dulcificar el bocado de exigencia y excelencia que le había preparado su equipo, pero que resultaba muy áspero para el exquisito paladar  de la sensibilidad social imperante.  

Gallardón repite mención en otros escenarios, porque no se sabe si ha metido la pezuña para encarcelar a Bárcenas, como pretendía alguno de sus entusiastas en el hemiciclo, y también porque se ignoraban, hasta hace pocas horas, las razones por las que el juez Castro pudo considerar que las dádivas olímpicas del entonces alcalde de Madrid a Noos fueran menos dignas de atención y examen que las de doña Rita Barberá, sin ir más lejos. Por sorprendente que pueda ser la Fiscalía, no cabe creer que su celo pueda llegar a tanto como para ver a Gallardón dando explicaciones a un juez inquieto. 

Hazienda con ‘z’

Montoro es un hombre con suerte, porque puede evitar que se le pregunte por la enésima subida de impuestos gracias al estupendo batiburrillo que se ha organizado con el 14-Z del DNI de una Infanta en apuros. Una vez que el Gobierno del PP se dedica a hacer prolijamente lo que debiera haber hecho el Gobierno socialista, era necesario que alguien sacase la ventaja política del caso y Montoro ha podido presumir, y no sin razón, de pasar por la izquierda a cualquiera. Como eso podría dar mucho que hablar, los informáticos, los notarios, y la AEAT le han echado una mano al ministro con una especie de cubo de Rubick que no hay quien resuelva, y así Montoro ha podido destinar parte de las energías de su fecunda labia a tratar de aclarar lo inextricable, hazaña nada menor para un ministro de Hacienda. Por el afecto que inspira su menuda figura de empollón habrá que implorar a los cielos para que no aparezca ningún 14-Z en los números de los expedientes de Bárcenas, aunque seguro que Montoro podría con ello, y Rajoy, Cospedal y Arenas mostrarían inmediatamente su respeto al juez de la causa, a ver si escampa, que ya es hora.

El PP lleva meses, si no años, atrapado en el caso Bárcenas, y tratando de salir de él de la misma equivocada manera, como si los delitos, ahora ya escasamente innegables, del extesorero no tuviesen nada que ver con el partido, sin ofrecer un mínimo esclarecimiento político, amén de pedir excusas por el mal causado. Es esta estrategia, tan esquiva y pusilánime como equivocada, la que ha hecho muy verosímil la expectativa de que Bárcenas, una vez en la cárcel, pueda hacer revelaciones que traigan consigo una especie de voladura descontrolada del partido, y lo que hará que el público imagine infinitas triquiñuelas en el caso de que Bárcenas no haga nada de lo que algunos esperan. La minimización de las excusas que serían exigibles es el mejor caldo de cultivo para que se multipliquen las imaginaciones más desatadas sobre el carácter desalmado de los políticos. Como Shakespeare le hizo decir a Julio Cesar, los cobardes mueren muchas veces, los valientes solo una, pero hay personajes que parecen pretender cierta inmortalidad no incompatible con el oprobio. Cuando se actúa como si se temiese algo, es inevitable la radicalización y la magnificación de las peores sospechas.   

Luis Bárcenas