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Una carta coactiva e irresponsable
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Una carta coactiva e irresponsable

El Confidencial va a seguir publicando informaciones veraces y rigurosas afecten a quien afecten y aunque sea el presidente del Gobierno, en concierto con otros medios, el que intente disuadirnos

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La "carta a la ciudadanía" que publicó Pedro Sánchez en las redes sociales el pasado miércoles es, por encima de cualquier otra consideración, una declaración de enrabietada impotencia y una manifiesta irresponsabilidad, incompatible desde todos los puntos de vista con la condición de presidente del Gobierno recién investido por el Congreso. No es solo, que también, la irritación apenas disimulada por la investigación judicial a su mujer la que detona su excéntrica decisión de suspender su agenda para reflexionar si continúa o no en la presidencia del Gobierno.

Concurren, además, otros motivos que le han sugerido este golpe de efecto: el Gobierno no ha podido presentar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado, ha estallado la trama de corrupción dirigida por Koldo Izaguirre y Víctor de Aldama que implica al exministro y ex secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, expulsado del partido; se ha reabierto el procedimiento judicial en el caso Pegasus; la proposición de ley de amnistía, previsiblemente, y aunque se apruebe el próximo mes, no se podrá aplicar hasta transcurrido más de un año desde su publicación en el BOE; la paralización legislativa es completa tras comprobar el PSOE que sus socios le obligan a concesiones adicionales a las pactadas a cambio de la convalidación de los escasos decretos ley que ha aprobado el Consejo de Ministros; las demandas de financiación que reclaman los independentistas catalanes resultan inviables por exorbitantes e inconstitucionales y las elecciones del 12 de mayo en Cataluña, sea cual sea el escenario final, requerirán del PSC y de Sánchez el descarte del partido de Puigdemont con las previsibles consecuencias que conllevaría en el Congreso: el presidente perdería la precaria mayoría que ahora tanto le apoya como le somete a condiciones inasumibles. Cabe la posibilidad de que la ingobernabilidad conduzca a la repetición de los comicios. Súmense a este listado los desastrosos resultados socialistas en las elecciones gallegas y la entrega del País Vasco de una inédita hegemonía a los partidos abertzales, sus socios.

En este contexto, informaciones no solo veraces sino también confirmadas por la fallida rectificación a este medio de Begoña Gómez y la apertura de unas diligencias de investigación por el juzgado de instrucción 41 de Madrid sobre sus relaciones con determinadas empresas, han sido aparentemente decisivas para que Sánchez redactase y publicase una carta al más puro estilo populista y que ha provocado una crisis de Estado sin precedentes. Con una redacción colegial, reiterativa, argumentalmente heterogénea y confusa, el presidente del Gobierno vuelve a utilizar el recurso de atribuir a "la derecha y la ultraderecha" todos los males que padece él y el país. De manera intolerable se abona también a la más subversiva e incierta tesis sobre la politización de los jueces y arremete contra los medios de comunicación que no le secundan en su peligrosa deriva de desmantelamiento institucional que pretende para garantizarse una mutación de la Constitución que le permita seguir en el Gobierno sin contrapeso ni límite alguno.

El de Sánchez es un texto victimista hasta el ridículo que busca la intimidación tanto del Poder Judicial, último reducto institucional que no controla, como de medios de comunicación que, en ejercicio de su derecho y de su deber, publican informaciones que, por lo que a El Confidencial se refiere, son íntegramente veraces. El propósito de la tramposa carta de Sánchez es seguir enfrentado a la sociedad española mediante la estrategia de la polarización en la que él se mueve como pez en el agua y que definió en su discurso de investidura con la metáfora de "un muro" de discriminación entre los ciudadanos. Trata, en fin, de amilanar y someter a los últimos contrapesos a su expansivo poder.

Foto: Begoña Gómez, durante un acto en el Ateneo de Madrid. (EP/Alejandro Martínez)

Controla el presidente el poder legislativo al que su Gobierno ha arrebatado su función con los decretos leyes; domina el Tribunal Constitucional; el Consejo General del Poder Judicial está privado de ejercer sus competencias en la provisión de puestos judiciales tanto en el Supremo como en la Audiencia Nacional y en los Tribunales Superiores de Justicia; ha monitorizado RTVE, expulsando a su presidente elegido por mayoría parlamentaria cualificada sustituyéndolo ahora por una militante socialista; ha empleado sus facultades para situar en cargos públicos a sus exministros —desde la embajada de España ante Naciones Unidas hasta el Consejo Superior de Deportes— y mantiene de hecho su mando sobre la Fiscalía General del Estado.

Decida lo que decida el próximo lunes, su "carta a la ciudadanía" le sirve para cualquiera que sean sus pretensiones. Si renuncia, porque lo hará envuelto en un falso martirologio; si se queda, porque fundará nuevas e inquietantes medidas de liquidación de la discrepancia supuestamente legitimado en el orquestado plebiscito que le reclama su permanencia. Por eso, la carta, además de sugerir vehemente su impotencia, trasluce su intolerancia al funcionamiento normal de un sistema democrático que pretende transformar en un régimen populista. No le ha importado para obtener sus fines haber dado carta de naturaleza, dentro y, sobre todo, fuera de España, al caso de su mujer —inicialmente exenta de cualquier responsabilidad penal o administrativa— ni someter al sistema constitucional de forma irresponsable a los caprichos de sus vaivenes emocionales y a sus ambiciones políticas.

Foto: Redacción de El Confidencial. (EC)

Un medio de comunicación crítico con esta anomalía democrática y constitucional solo sucumbe ante esta marea de invectivas y descalificaciones si no está convencido de su verdadera función social en un sistema de libertades y se arredra ante amenazas veladas como las que ha escrito Pedro Sánchez. El Confidencial, que a lo largo de su joven historia se ha distinguido por la sana impertinencia de no reverenciar a ningún poder, se afirma en las convicciones que le hacen independiente gracias a las cuales dispone de una larga lista de informaciones exclusivas que ha sido posible, precisamente, porque ha antepuesto siempre el derecho a la información de los lectores a cualquier otra consideración personal, ideológica o económica.

Este es un periódico curtido con una fibra fundacional que le ofrece toda la energía necesaria en situaciones difíciles como la actual. Por lo tanto, y para que no se albergue duda alguna: El Confidencial va a seguir publicando informaciones veraces y rigurosas, afecten a quien afecten y, aunque sea el presidente del Gobierno en concierto con otros medios que le secundan en su comportamiento, el que intente disuadirnos de hacerlo.

Con toda serenidad y completa determinación hacemos nuestras las palabras del inmortal Francisco de Quevedo como repuesta a tanta descalificación y amenaza, vengan éstas de donde vengan: "No he de callar por más que, ya con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo".

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La "carta a la ciudadanía" que publicó Pedro Sánchez en las redes sociales el pasado miércoles es, por encima de cualquier otra consideración, una declaración de enrabietada impotencia y una manifiesta irresponsabilidad, incompatible desde todos los puntos de vista con la condición de presidente del Gobierno recién investido por el Congreso. No es solo, que también, la irritación apenas disimulada por la investigación judicial a su mujer la que detona su excéntrica decisión de suspender su agenda para reflexionar si continúa o no en la presidencia del Gobierno.

Pedro Sánchez