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Los parquímetros de Gallardón, que no saben de rangos, se ceban con el coche de Esperanza Aguirre
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Los parquímetros de Gallardón, que no saben de rangos, se ceban con el coche de Esperanza Aguirre

Al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, se le está torciendo el gesto a cuenta de los parquímetros. En un principio, el hecho de ponerlos en el

Al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, se le está torciendo el gesto a cuenta de los parquímetros. En un principio, el hecho de ponerlos en el centro del casco urbano no estaba mal visto, pues se trataba de una zona emblemática. Pero ha sido acercarlos a los barrios y todo el mundo ha puesto el grito en el cielo. Ahora, al alcalde se le está sublevando la vecindad, le organizan manifestaciones multitudinarias y amenazan con amargarle las futuras inauguraciones de distintos tramos de la M-30, su gran proyecto.

Para más inri, por culpa de los dichosos parquímetros, la presidenta de la Comunidad de Madrid tiene un nuevo motivo para echar pestes de su compañero de partido y regidor municipal. ¿La causa? Que a su casa no paran de llegar multas y más multas impuestas por los municipales que dirige el concejal Pedro Calvo, multas que engordan las arcas municipales, faltas de fondos ante tanta obra impulsada por el Regidor.

Ahora bien, esto no significa que Aguirre aparque en zona verde o azul sin el preceptivo tique. No. La culpa la tiene uno de sus hijos, que utiliza el coche particular de la presidenta madrileña y, a lo que se ve, no debe llevar a menudo monedas sueltas en el bolsillo para pagar el parquímetro o, en su caso, prefiere que su madre abone la multa, lo que hace religiosamente, por cierto.

Aunque Aguirre no quiere reconocer la cuantía de las sanciones, no debe ser moco de pavo, a tenor de las palabras poco amables que la presidenta autonómica vierte sobre estos aparatejos que tantos dolores de cabeza le empiezan a causar al señor alcalde.

Al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, se le está torciendo el gesto a cuenta de los parquímetros. En un principio, el hecho de ponerlos en el centro del casco urbano no estaba mal visto, pues se trataba de una zona emblemática. Pero ha sido acercarlos a los barrios y todo el mundo ha puesto el grito en el cielo. Ahora, al alcalde se le está sublevando la vecindad, le organizan manifestaciones multitudinarias y amenazan con amargarle las futuras inauguraciones de distintos tramos de la M-30, su gran proyecto.