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A César Alierta no le ha gustado nada la espantada de Manuel Pizarro
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A César Alierta no le ha gustado nada la espantada de Manuel Pizarro

Se ha cuidado mucho de cualquier manifestación pública, faltaría más, pero sus amigos y allegados están al cabo de la calle: a César Alierta no le

Se ha cuidado mucho de cualquier manifestación pública, faltaría más, pero sus amigos y allegados están al cabo de la calle: a César Alierta no le ha gustado nada la espantada protagonizada por su amigo Manuel Pizarro del consejo de Telefónica para irse a la política. Nunca mejor dicho aquello de que el presidente de la operadora ha hecho un pan como unas tortas. Y no le ha gustado porque la operación de apadrinamiento de Pizarro, y más aun la de su contrapartida en el Consejo, el socialista Javier de Paz, ha tenido un precio en términos de imagen para el propio Alierta, y todavía más, mucho más, para Telefónica como empresa privada y primera multinacional española.

Asumido el coste, que ha evidenciado urbi et orbe la subordinación de la operadora al bipartidismo político dominante, y ello muchos años después de haber sido privatizada, resulta que en menos de un mes la persona objeto del dispendio se larga con viento fresco, para enrolarse en las filas del PP como candidato número dos de Mariano Rajoy a las listas de Madrid. La operación, que fue interpretada por muchos como una jugada de estrategia del propio Alierta destinada a situarle a sotavento de las inclemencias políticas que pudieran derivarse del resultado del 9 de marzo, ha devenido en un fiasco, un gasto inútil, aunque ciertamente el sillón del aragonés no corra ningún peligro sea cual sea el partido ganador en marzo.

En cierta manera Alierta está ahora menos blindado, si nos atenemos al significado profundo de las incorporaciones descritas. El diseño parecía bueno. Julio Linares para hacerse cargo del negocio, el aburrido día a día, asumiendo por tanto el correspondiente desgaste, y yo, Alierta, para lidiar con los tres o cuatro problemas pendientes en el exterior, el asunto de Telecom Italia, la guerra fría con Portugal Telecom, los temas brasileños, etcétera, un panorama más relajado y divertido. ¡Ah, y para ir preparando con calma, mucha calma, la salida de la operadora! En este punto, Manolo Pizarro era visto por algunos como un potencial delfín, condición en todo caso sujeta a un eventual triunfo electoral del PP.

Desde ese punto de vista, la marcha de Pizarro desbarata también esos planes a medio y largo plazo. La solución adoptada por el aragonés ha consistido en la incorporación de una mujer, Eva Castillo, una profesional que hizo sus primeros pasos precisamente a la sombra de Alierta en Beta Capital. Una vieja conocida, pues. La misma condición que exhibe el brasileño Luiz Fernando Furlán, sustituto del portugués Viana-Baptista –una pérdida importante para Telefónica, desde cualquier punto de vista- que ya fue consejero de la operadora del 2000 al 2002, cuando fue nombrado ministro del Gobierno de Lula da Silva.

De modo que Alierta no se ha estrujado mucho las meninges en esta ocasión. Llama, por eso, poderosamente la atención que tenga a su lado a una mujer de tanta valía y consideración dentro de la casa como Belén Amatriain, consejera delegada de Telefónica de España, y no haya optado por incorporarla al consejo, cosa que hubiera resultado lógica por demás. Relevos, pues, de vuelo corto, tanto más llamativos cuanto que el propio Alierta conoce bien la presión de la banca de negocios, entre otras instancias del mercado, que le aconsejan internacionalizar mucho más el Consejo para darle esa vitola de multinacional, que es lo que Telefónica es, y quitarle ese cierto pelo de la dehesa de empresa española sometida en exceso a los avatares políticos internos.

Esta por ver si, en el caso de que el PP gane las elecciones del 9 de marzo, César Alierta no efectúa un nuevo movimiento destinado a sustituir a Pizarro con otro peso pesado de la escudería popular. ¿El propio Rodrigo Rato? En esa dirección apuntan los últimos rumores salidos del Radio Macuto que pueblan la operadora. De momento, no pasan de ser más que eso: simples rumores.

Se ha cuidado mucho de cualquier manifestación pública, faltaría más, pero sus amigos y allegados están al cabo de la calle: a César Alierta no le ha gustado nada la espantada protagonizada por su amigo Manuel Pizarro del consejo de Telefónica para irse a la política. Nunca mejor dicho aquello de que el presidente de la operadora ha hecho un pan como unas tortas. Y no le ha gustado porque la operación de apadrinamiento de Pizarro, y más aun la de su contrapartida en el Consejo, el socialista Javier de Paz, ha tenido un precio en términos de imagen para el propio Alierta, y todavía más, mucho más, para Telefónica como empresa privada y primera multinacional española.

César Alierta Manuel Pizarro