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Las 'peperas' de Madrid, también Botella y Aguirre, se igualan las puntas en la misma peluquería
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Las 'peperas' de Madrid, también Botella y Aguirre, se igualan las puntas en la misma peluquería

Es una zona bien, pero no es costumbre ver por las calles del céntrico barrio madrileño de Vallehermoso a muchos coches blindados en doble fila, de

Es una zona bien, pero no es costumbre ver por las calles del céntrico barrio madrileño de Vallehermoso a muchos coches blindados en doble fila, de esos que gastan lunas tintadas y chofer con traje oscuro, a las puertas de una peluquería a primera hora de la mañana. Desde luego, ningún tipo de discreción para llevar a cabo una tarea tan banal como arreglarse las puntas o renovar las mechas.

Todo tiene una explicación si se conoce la identidad de alguna de las clientas que acuden a su cita con Rupert cuando abre el día. Dos de las mujeres más poderosas de Madrid comparten peluquería: tanto Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad, como Ana Botella, número tres del consistorio, son habituales clientas del establecimiento, para curiosidad de los vecinos que a esas horas enfilan la calle con destino a su trabajo.

Sociológicamente, el barrio de Vallehermoso/Moncloa puede calificarse como pepero. El metro cuadrado cotiza caro, la distribución de las manzanas es cuadriculada, con edificios de cincuenta años, de inmuebles amplios, algunos con habitaciones para el servicio, como se estilaba antaño, y tiendas de buen género en los bajos comerciales. Sin embargo, a pesar del pedigrí, ninguna de las políticas es vecina del barrio.

A pesar del incoveniente de la distancia, ninguna de las dos lideresas se priva de su peluquera de cabecera. No en vano, Botella vive en la pudiente urbanización Monte Alina, en Boadilla del Monte, y Aguirre habita una antigua casona señorial en el centro de la capital. Aun así, el paseo, con madrugón incluido, debe compensar. Así que ya saben, si quieren gastar los mismos rulos de una política, pasen por Vallehermoso y vean.

Es una zona bien, pero no es costumbre ver por las calles del céntrico barrio madrileño de Vallehermoso a muchos coches blindados en doble fila, de esos que gastan lunas tintadas y chofer con traje oscuro, a las puertas de una peluquería a primera hora de la mañana. Desde luego, ningún tipo de discreción para llevar a cabo una tarea tan banal como arreglarse las puntas o renovar las mechas.