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La fábula del picasso de los 10 millones, el inmobiliario y su avión privado
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La fábula del picasso de los 10 millones, el inmobiliario y su avión privado

“La vivienda de lujo siempre tendrá clientes”, decía Carlos Monteverde hace sólo dos años en cualquier entrevista que se le hiciese. Hoy día la respuesta sería

“La vivienda de lujo siempre tendrá clientes”, decía Carlos Monteverde hace sólo dos años en cualquier entrevista que se le hiciese. Hoy día la respuesta sería otra, pero su grupo inmobiliario, con el que comparte más que el apellido, no está ahora para atender a periodistas. Se dice que su presidente se pasea por el todo Madrid con un picasso, un avión privado y un edificio de lujo, para ver quién le compra algo. Será que siempre hay clientes, pero habrá que encontrarlos.

El cuadro, por el que pide 10 millones de dólares, es un picasso del 67 que ya no pega con los muebles de su despacho ni de su casa. Por interiorismo o porque quizá ahora vale más tener liquidez que cuadros ostentosos, el óleo anda suelto por Madrid para el que lo quiera, por favor.

El avión, un Gulfstream modelo “ladrillero rico” como el que eleva por los cielos al Pocero y tantos otros, ya no está tan de moda o se ha quedado obsoleto. Eso o de nuevo ha llegado el momento ir corriendo a coger el dinero, porque mes a mes van llegando los extractos y ahora es el peor momento para perder crédito. Ese que tanto había y del que tanto se tiró en los buenos tiempos.

“En mi opinión, la clase política dirigente está confundiendo al sector con informaciones alarmistas y contradictorias”, respondió hace dos años a propósito de la burbuja inmobiliaria. “Respecto a nuestro segmento en concreto, el de las viviendas de lujo, se va ver menos afectado por todo este asunto, ya que nuestra clientela busca un producto muy singular y la demanda del mismo se encuentra sostenida”. Y con esa idea se iba erosionando la banda magnética de la Visa, sin problema a la vista.

“Hemos invertido 62 millones de euros”, decía en otra entrevista, “en la compra de Salobre y sus estupendos edificios”, como el de la calle Goya con Velázquez. Eso se vende solo, pensaría. “Las viviendas de alto nivel en ubicaciones excepcionales son poco sensibles a los movimientos del mercado”. Pues impertérritas tampoco serán, ya que dos años después ahí sigue el edificio, casi vacío y en venta.

Tanto va el crédito a la fuente que se rompe en mil pedazos. Mucho antes que la burbuja, por culpa de gobernantes o banqueros. ¿Eran necesarios ese cuadro, ese edificio o ese avión privado? Ahora urge venderlos, pero ese mercado ya no es el suyo. Ese negocio ya es otro cuento.

“La vivienda de lujo siempre tendrá clientes”, decía Carlos Monteverde hace sólo dos años en cualquier entrevista que se le hiciese. Hoy día la respuesta sería otra, pero su grupo inmobiliario, con el que comparte más que el apellido, no está ahora para atender a periodistas. Se dice que su presidente se pasea por el todo Madrid con un picasso, un avión privado y un edificio de lujo, para ver quién le compra algo. Será que siempre hay clientes, pero habrá que encontrarlos.

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