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Cae un mito: la Bolsa de Madrid no regala nada a la prensa por Navidad por culpa de la crisis
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Cae un mito: la Bolsa de Madrid no regala nada a la prensa por Navidad por culpa de la crisis

Ni los más viejos del lugar recordaban algo así. Por primera vez en 25 años (y seguramente sean más), la Bolsa de Madrid no regaló ayer

Ni los más viejos del lugar recordaban algo así. Por primera vez en 25 años (y seguramente sean más), la Bolsa de Madrid no regaló ayer nada a los periodistas en la tradicional comida de Navidad en la que su presidente, Antonio Zoido, da cuenta del balance del año. Esto podría parecer normal en cualquier entidad -al fin y al cabo, se trata de un detalle al que nadie está obligado-, pero no lo es en el caso de la Bolsa, donde los regalos a la canallesca fueron durante una época de los que quitan el hipo. "Casi había que declararlos a Hacienda", cuenta un veterano periodista.

Entre los regalos más recordados están plumas Montblanc, televisores portátiles, maletas trolley, ajedreces de mármol... para que se hagan una idea. Estos regalazos convirtieron a la comida de la Bolsa en una cita absolutamente obligatoria para los periodistas económicos, una especie en general malpagada, que trabaja muchas horas y que tiene que bregar a diario con gabinetes de comunicación que tratan de ocultarles información o directamente intoxicarles. Así, estas comidas se convirtieron en multitudinarias, con años en que no cabían los comensales en el Salón de los Pasos Perdidos del palacio de la plaza de la Lealtad, aunque más de la mitad de ellos no habían escrito en su vida sobre bolsa.

Las cosas empezaron a decaer hace ya algunos años con regalos prácticos pero más modestos, como una webcam o un discman. Y la puntilla llegó con la salida a bolsa del hólding que agrupa a las bolsas españolas (BME) en 2006, operación que recortó drásticamente el presupuesto para estas liberalidades. Desde entonces habían caído regalos que parecían salidos de un bazar oriental, como un pisapapeles con tres torres (que eran un despertador, una calculadora y una radio tipo transistor) o una minicadena más propia de los tiempos en que estaba de moda el breakdance que de los actuales.

Y la puntilla ha llegado con la crisis de 2008, que va a ser el peor ejercicio de la historia de la Bolsa española, con una brutal caída del volumen de negocio del 24,15%, según sus propias cifras. Y como los ingresos de BME provienen básicamente de las comisiones que cobra a los inversores por operar -por cierto, de las más caras de Europa-, si se desploma el volumen, se hunden los ingresos. Así que hay que recortar costes, y antes que apretarse el cinturón en otros capítulos, se suprimen los regalos a la prensa. Ni siquiera la típica agenda de escritorio que acompañaba siempre al regalo principal.

Esta grave situación y la consiguiente necesidad de buscar ingresos debajo de las piedras, a lo que se añade la amenaza de las bolsas alternativas, explica también la controvertida decisión de suprimir la festividad de Reyes -una de las poquísimas que quedaban en un calendario que no respeta ni el Jueves Santo, ni Todos los Santos, ni el Pilar, ni la Constitución-, que ha causado una oleada de indignación entre los profesionales del sector financiero.

En todo caso, la crisis no sólo ha acabado con el regalo de la Bolsa. La cantidad y calidad de cohechos (nombre con el que los periodistas califican humorísticamente a los regalos que suelen mandar las empresas por Navidad) se ha desplomado drásticamente en 2008. Tiempos duros para unos profesionales que ya están afrontando o van a afrontar en 2009 expedientes de regulación de empleo en numerosos medios económicos.

Ni los más viejos del lugar recordaban algo así. Por primera vez en 25 años (y seguramente sean más), la Bolsa de Madrid no regaló ayer nada a los periodistas en la tradicional comida de Navidad en la que su presidente, Antonio Zoido, da cuenta del balance del año. Esto podría parecer normal en cualquier entidad -al fin y al cabo, se trata de un detalle al que nadie está obligado-, pero no lo es en el caso de la Bolsa, donde los regalos a la canallesca fueron durante una época de los que quitan el hipo. "Casi había que declararlos a Hacienda", cuenta un veterano periodista.

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