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Un juez reabre el caso Clickair para investigar cómo se pudo caer una señora de un avión en Barcelona
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Un juez reabre el caso Clickair para investigar cómo se pudo caer una señora de un avión en Barcelona

Uno puede caerse del guindo, de la parra o de la higuera. Pero caerse de un avión es algo mucho más original. O, por lo menos,

Uno puede caerse del guindo, de la parra o de la higuera. Pero caerse de un avión es algo mucho más original. O, por lo menos, más acorde con la realidad del siglo XXI. Y eso fue lo que le sucedió a M.F.V., una señora que llegaba al aeropuerto de Barcelona en un Airbus 320 de Clickair el pasado 22 de septiembre, procedente de Dubrovnik (Croacia). Literalmente, a M.F.V. le segaron la hierba. O todo el suelo si hemos de ser más concretos: conforme recogen las cámaras de seguridad del propio aeropuerto, en el momento en que salió de la aeronave, la escalerilla dio marcha atrás y ella cayó desde 3,40 metros de altura. La consecuencia fueron fracturas múltiples y hospitalización durante meses.

 

Ríanse ustedes de la aerofobia que puede provocar un vuelo si el peligro acecha cuando uno ya ha aterrizado y lo único que pretende es besar el suelo. Para M.F.V. el beso fue de lo más brusco. Un encontronazo atroz del que todavía está pagando las consecuencias

 

El desgraciado accidente fue noticia el pasado otoño, pese a que las autoridades intentaron mantenerlo en secreto. El suceso se produjo porque la evacuación de los pasajeros de los aviones de las aerolíneas low cost se realiza mediante escalerilla y no con los fingers, que trasladan automáticamente a los pasajeros desde la cabina a las salas de espera a través de los pasillos extensibles. Pero las escalerillas son accionadas mecánicamente por operarios y la cabina que las manejan suelen estar más bajas que la plataforma. Por eso, el empleado de Groundforce, la compañía de handling que trabaja en estos menesteres, acercó la escalera, salió de la cabina y subió unos peldaños para cerciorarse de que estaba bien situada. No era así, por lo que volvió a la cabina y realizó una nueva maniobra de aproximación.

 

En el ínterin, la auxiliar de vuelo del avión escuchó un golpe de la escalera contra el fuselaje y entendió que era una señal de que todo estaba correcto, por lo que abrió la portezuela del aparato y comenzó a bajar a la gente. La Ley de Murphy se cumplió a rajatabla: si algo puede salir mal, saldrá mal. El cuarto pasajero que salió de la cabina fue M.F.V., que no tuvo tiempo de volverse atrás ni de asirse a la barandilla. El hueco que había provocado la escalerilla en la nueva maniobra de aproximación se la tragó. Con una mayor profusión de detalles, la historia es recogida de esta manera por el atestado de la Guardia Civil, basado en las declaraciones de todos los testigos y en la grabación de las cámaras de vigilancia del aeropuerto.

 

Un proceso ‘dormido’

 

Las circunstancias no hicieron mella en la titular del juzgado de primera instancia e instrucción de El Prat, localidad a la que pertenece el aeropuerto de Barcelona, cuando las diligencias llegaron a su mesa. No vio nada raro en el accidente y archivó las diligencias por “ausencia de conocimiento y de medios de investigación para ello, sobre algunos extremos fácticos de los hechos denunciados, que impedían persecución penal”. Según el texto, “faltaban numerosos datos de hecho que impedían el impulso del proceso” y añadía también como causa para el archivo la “ausencia de requisitos de procedibilidad al no presentarse denuncia por la persona ofendida”.

 

M.F.V. sigue de baja, pero aún así, el pasado 26 de enero presentó una demanda contra Clickair, contra la auxiliar de vuelo de la compañía y contra la compañía de seguros Mapfre. Merced a ello, la juez ha dictaminado que se ha de reabrir el caso. La magistrada, Mónica Roche, argumenta que su anterior archivo “se limita a dormir provisionalmente el proceso sin causar su cierre definitivo y firme” y ordenó este mes de marzo una evaluación forense de M.F.V., a quien, además, la compañía aseguradora le ha pagado desde septiembre una asistenta para que la ayude en las tareas domésticas que ella no puede realizar.

 

La víctima del suceso no tiene miedo a volar de nuevo. Otra cosa es que en el futuro mire detalladamente dónde pone el pie cuando proceda a bajarse del avión. Pero, en su currículum, también podrá lucir la hazaña de contar en primera persona su accidente “aéreo”. No todos los días se cae uno de un Airbus.

Uno puede caerse del guindo, de la parra o de la higuera. Pero caerse de un avión es algo mucho más original. O, por lo menos, más acorde con la realidad del siglo XXI. Y eso fue lo que le sucedió a M.F.V., una señora que llegaba al aeropuerto de Barcelona en un Airbus 320 de Clickair el pasado 22 de septiembre, procedente de Dubrovnik (Croacia). Literalmente, a M.F.V. le segaron la hierba. O todo el suelo si hemos de ser más concretos: conforme recogen las cámaras de seguridad del propio aeropuerto, en el momento en que salió de la aeronave, la escalerilla dio marcha atrás y ella cayó desde 3,40 metros de altura. La consecuencia fueron fracturas múltiples y hospitalización durante meses.