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De las facturas pendientes de El País, el veinteurismo de Efe, los recibos telefónicos de El Mundo y otras penurias
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De las facturas pendientes de El País, el veinteurismo de Efe, los recibos telefónicos de El Mundo y otras penurias

Una máxima periodística dice que lo habitual no es noticia. Esta sentencia se vuelve ahora en contra de sus intereses, después de que la mayoría de

Una máxima periodística dice que lo habitual no es noticia. Esta sentencia se vuelve ahora en contra de sus intereses, después de que la mayoría de grandes grupos de medios de comunicación están llevando a cabo reducciones de plantilla y rebajas generalizadas de condiciones laborales de las que hasta ahora se habían disfrutado. Las penas son iguales o comunes independientemente del barrio.

 

Da lo mismo por donde se empiece. En el diario El Mundo, por ejemplo, esta semana está previsto que se celebre la asamblea de trabajadores. Entre los puntos del orden de la reunión se tratará el acuerdo alcanzado entre sindicatos y empresa para despedir a 180 periodistas, pero también habrá oportunidad para abordar algunas cuestiones referidas a los usos y costumbres de contención del gasto impulsados desde arriba.

En el antiguo periódico de la calle Pradillo, a partir del mes de abril los redactores reciben un extracto con el número de llamadas efectuadas desde su terminal de teléfono. Un recibo en el que se detalla el total de servicios efectuados, con los números a los que se ha telefoneado y las horas del día a las que se ha hecho, aunque sin incluirse el importe global del gasto. El gran hermano vigila las llamadas del trabajo.

Mucho peor parecen ir las cosas en Prisa, para sufrimiento de sus trabajadores. Primero fue el apagón de móviles al que les sometió Telefónica por no pagar a tiempo. Ahora, son los retrasos acumulados con el plantel de colaboradores que prestan servicios a cualquiera de los medios del grupo. Algunos tienen aún pendientes de cobro trabajos realizados y publicados en enero. La respuesta es siempre la misma: vuelva usted mañana.

La vieja guardia de El País tiene claro que no aceptará ninguna merma en sus derechos laborales. Hay firmas destacadas de la casa, casi de la quinta de Jesús Ceberio, que han dejado muy claro que no están dispuestos a transigir con reducciones salariales ni eliminaciones de pagas. Sacrificios para pagar los excesos bursátiles pasados ni uno. Y menos aún mientras Janli, con quien han levantado ese diario, siga viviendo en La Moraleja.

Tampoco tiran cohetes desde Efe. La agencia pública de noticias ha dejado de ser un oasis. Los cambios de esta nueva filosofía los sufren la parte más débil de la cadena. La red de corresponsales territoriales de la agencia, vinculados en régimen de colaboradores, han visto revisadas a la baja las tarifas de sus servicios. La pieza no se cobrará, ni en el mejor de los casos, a más de 20 euros.

Además, como ha explicado el propio presidente, Alex Grijelmo, a partir de ahora tendrán que estar dados de alta como autónomos para poder facturar de Efe. Con la entrada en vigor de la nueva LETA (Ley del Estatuto del Trabajo Autónomo), la agencia ha considerado oportuno establecer esta relación mercantil con sus colaboradores, que no han tardado en movilizarse en la red, indignados por el deterioro de sus condiciones.

Mientras tanto, más allá de la prensa capitalina, el patio sigue derroteros similares. La sucesión de expedientes de regulación de empleo no tiene fin. Ahora parece que le toca al grupo Promecal, del empresario burgalés Michel Méndez Pozo, factotum mediático de las dos Castillas. La poda de plantilla irá por cabeceras y, de momento, El Día de Valladolid ha sido el elegido en primer lugar... aunque pueda parecer que ya no es noticia.

Una máxima periodística dice que lo habitual no es noticia. Esta sentencia se vuelve ahora en contra de sus intereses, después de que la mayoría de grandes grupos de medios de comunicación están llevando a cabo reducciones de plantilla y rebajas generalizadas de condiciones laborales de las que hasta ahora se habían disfrutado. Las penas son iguales o comunes independientemente del barrio.

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