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Paella y pocos invitados (Tapias, Oneto, Cerezo...) en la boda de la hija del Pocero
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Paella y pocos invitados (Tapias, Oneto, Cerezo...) en la boda de la hija del Pocero

El constructor que revolucionó Seseña no ha querido una megaboda para su hija Mónica. Aunque se esperaba una macrofiesta como la que organizó en su día para inaugurar

El constructor que revolucionó Seseña no ha querido una megaboda para su hija Mónica. Aunque se esperaba una macrofiesta como la que organizó en su día para inaugurar el complejo urbanístico -ahora abandonado- que lleva su nombre, en esta ocasión no ha habido fuegos artificiales, ni catering de lujo para abastecer a un regimiento, ni música, ni pachanga hasta el amanecer.

 

A petición del propio Francisco Hernando, en la boda de su hija con Enrique Martínez no hubo nada de esto; más bien, todo lo contrario, comedimiento y sencillez. La celebración contó con ciento cincuenta invitados que pudieron disfrutar el fin de semana del encanto de la finca Valparaíso, cerca de la Oropesa de Toledo.

La ceremonia nupcial se celebró a las ocho de la tarde en la capilla que hay en el recinto hotelero y fue oficiada por Monseñor Cañizares, amigo de la familia, encargado de bendecir la unión, y sin lugar a dudas el más llamativo de la comitiva. Aunque no iba de purpurado, sino de civil, dio buena cuenta de la paella que se sirvió al mediodía. La cena servida fue más suave, a base de una crema de almendras, carrillada y pescado para los no carnívoros.

No hubo ‘Tractor amarillo’, ni ‘Paquito chocolatero’, ni corte de liga y corbata. Mónica Hernando y Enrique Martínez se limitaron a ir recorriendo mesa por mesa agradeciendo a los familiares y amigos el haber compartido con ellos ese día tan feliz. 

Entre las amistades, acudieron a la cita el oftalmólogo Fernández Vega, que operó a Hernando, Fernández Tapias y Nuria González, el matrimonio Goyanes, Enrique Cerezo, y José Oneto entre otros. De madrugada, los últimos convidados veían amanecer con la sierra al fondo. Estaba previsto que los novios repartieran material gráfico a los medios que lo quisieran, pero después prefirieron seguir con la línea de privacidad e intimidad que se preveía.

El constructor que revolucionó Seseña no ha querido una megaboda para su hija Mónica. Aunque se esperaba una macrofiesta como la que organizó en su día para inaugurar el complejo urbanístico -ahora abandonado- que lleva su nombre, en esta ocasión no ha habido fuegos artificiales, ni catering de lujo para abastecer a un regimiento, ni música, ni pachanga hasta el amanecer.