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Talibanes contra mensajeros en el fútbol
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Talibanes contra mensajeros en el fútbol

Hace tiempo que lo de matar al mensajero cayó en desuso en los países medianamente modernizados, civilizados o desarrollados. Nadie se imagina ya en plena Europa,

Hace tiempo que lo de matar al mensajero cayó en desuso en los países medianamente modernizados, civilizados o desarrollados. Nadie se imagina ya en plena Europa, aunque sea del sur la ejecución intelectual o física de alguien que trae malas noticias. Pero en algunos ambientes futbolísticos parecen vivir en el Afganistán talibán. ¿Se imagina alguien pidiendo la crucifixión de Matallanas por sus informaciones sobre un Real Madrid en apuros?

Rotundamente, no. Salvando las distancias, de categoría de club especialmente, eso es lo que está pasando en el entorno de uno que se quiere histórico y que no deja de ser actualmente un venido a menos que está defraudando, una vez más, las expectativas de su ciudad: el Real Murcia. En el estadio de ese club, controlado por alguien de tanto peso en el fútbol español como Jesús Samper, dueño del Grupo Santa  Mónica -detentador de los derechos publicitarios de la Federación Española de Fútbol-, vienen apareciendo los días de partido pancartas de casi treinta metros de largo por uno de alto, es decir, señoras pancartas de a 1.000 euros la unidad, insultantes y despreciativas hacia una mujer periodista que, dicen los que saben de fútbol, simplente está contando la realidad: que un club supuestamente planificado para ascender de la Liga Adelante a la Liga BBVA esta temporada está el tercero por la cola, en puesto de descenso, prácticamente eliminado de la Copa del Rey, y con la afición humillada cada vez que mira la clasificación, los lunes.

Con la circunstancia agravante de que el rivalísimo, el Cartagena, recién ascendido a Segunda, está en puestos de ascenso. La culpa de todo, al parecer, la tiene una periodista de un diario regional, no se sabe muy bien si por contar lo que hay o por ser mujer. Las iras desatadas contra ella desde el entorno del club, reflejadas en las carísimas pancartas vejatorias colocadas en las gradas por la Federación de Peñas, han trascendido el marco del estadio Nueva Condomina.

Y así, un colega de una emisora de radio que osó invitar a la susodicha a su programa hubo de soportar, nada más terminar la emisión, llamadas de dirigentes del club pidiendo explicaciones de por qué razón se le había permitido a la interfecta utilizar los micrófonos de esa cadena radiofónica. El responsable del programa reaccionó convenientemente mandando a paseo a los dirigentes futboleros. Pero aún no ha llegado el día en que el flamante Colegio de Periodistas haya dicho esta boca es mía.

Hace tiempo que lo de matar al mensajero cayó en desuso en los países medianamente modernizados, civilizados o desarrollados. Nadie se imagina ya en plena Europa, aunque sea del sur la ejecución intelectual o física de alguien que trae malas noticias. Pero en algunos ambientes futbolísticos parecen vivir en el Afganistán talibán. ¿Se imagina alguien pidiendo la crucifixión de Matallanas por sus informaciones sobre un Real Madrid en apuros?

Jesús Samper