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Los ricos madrileños, con Abelló a la cabeza, quieren evitar el cierre del célebre restaurante Jockey
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Los ricos madrileños, con Abelló a la cabeza, quieren evitar el cierre del célebre restaurante Jockey

Dicen que la situación es desesperada. La bodega está embargada por los acreedores; hace 6 meses que no se paga el alquiler, y el agujero ha

Dicen que la situación es desesperada. La bodega está embargada por los acreedores; hace 6 meses que no se paga el alquiler, y el agujero ha adquirido dimensiones casi inmanejables. El cierre definitivo del famoso restaurante Jockey, templo gastronómico que ha sido testigo mudo, las más de las veces, de cuantos negocios y operaciones de enjundia se han pergeñado en Madrid en el último medio siglo, es hoy algo más que una posibilidad. De hecho es casi una certeza, a menos, claro está, que medie milagro o aparezca un alma caritativa y con dinero dispuesta a evitar la desaparición de una de las señas de identidad del Madrid empresarial y financiero. Una seña de la cultura de la ciudad.

A ello se han puesto un grupo de ricos capitalinos, de los más ricos, para quienes la sala principal y saloncitos privados de Jockey, justo al lado del Ministerio del Interior (tal vez por aquello de la seguridad), han sido durante décadas algo más que un lugar en el que simplemente comer de maravilla y lucir tipo entre la honorable sociedad madrileña. Aseguran que quien ha lanzado la idea no ha sido otro que Juan Abelló Gallo, una de las grandes fortunas españolas, amén de tipo con gusto exquisito donde los haya.

Cuentan también de la mejor tinta que, una vez lanzada la voz de alarma y puesta sobre la mesa su disposición a participar en el rescate, Don Juan se ha apartado dispuesto a dejar el protagonismo a otros. Y el protagonismo ha sido tomado por el restaurador Arturo Fernández, dueño de una cadena de restaurantes y hoteles del mismo nombre, y considerado hoy como un hombre muy rico (aunque también muy endeudado). “Arturo” a secas, como coloquialmente se le conoce en el mundillo empresarial madrileño, es presidente de la patronal CEIM, concuñado del malhadado Gerardo Díaz Ferrán y durante un tiempo figuró en la lista de los potenciales candidatos a sustituirlo. Un hombre muy cercano a la presidenta Esperanza Aguirre.  

Junto a Arturo, gente muy variopinta, caso del empresario Fernández Tapias, otro amante de la buena cocina, y muchos más dispuestos a arrimar el hombro en mayor o menor medida, caso también del abogado Matías Cortés, asesor legal y áulico de la familia Polanco y del Grupo Prisa, quien durante años ocupó mesa fija en Jockey, justo a la entrada de la sala, de modo que era imposible entrar o salir del local sin toparse con su oronda figura. Y mucha gente más, para quien este restaurante, cargado de recuerdos, es una seña de identidad de Madrid que en modo alguno debería desaparecer.

La verdad es que la decadencia de Jockey viene de lejos, aunque la actual crisis económica ha contribuido de forma definitiva a darle la puntilla. Ya el 24 de mayo de 2006, un Confidente aparecido en este diario (“Zalacaín arrebata a Jockey el catering de los banquetes de Estado de la Casa Real”) daba cuenta de la pérdida de influencia y prestigio del histórico local. 

¿Convertirlo en un japonés de lujo…?

“La guerra entre ambos grandes”, señalábamos entonces, “empezó por el robo de una de las piezas estratégicas de Jockey, el jefe de sala Carmelo Pérez, que desde hace meses desempeña idéntico cargo en Zalacaín (propiedad del recientemente fallecido Luis García Cereceda), donde comparte funciones con José Jiménez Blas, otro histórico de la casa. Los enterados sugieren que Carmelo se ha llevado consigo buena parte de la cartera de clientes de Jockey como si de un banquero de negocios o un agente de cambio y bolsa se tratara, el más importante de los cuales es ni más ni menos que la Casa Real”.

“En efecto”, proseguía la nota, “resulta que hasta hace muy poco era Jockey el encargado de servir los banquetes que la Casa Real ofrece a los mandatarios extranjeros de visita en España. De suministrar el catering de los almuerzos y cenas que se sirven en el Palacio ante Reyes y Jefes de Estado extranjeros se encarga ahora Zalacaín, y dicen que la cosa se ha notado, que ha mejorado la manduca, y que los invitados a la más reciente de dichas cenas, la ofrecida a la nueva presidenta de Chile, Michelle Bachelet, lo comentaron encantados”.

Cuando la crisis se hizo presente con toda su fuerza, a partir de enero de 2008, la situación comenzó a hacerse preocupante para, de forma muy rápida, transformarse en crítica. Durante estos dos últimos años ha sido difícil encontrar más de dos o tres mesas ocupadas a la hora del almuerzo. Jockey había perdido de pronto todo su antiguo glamur. Será difícil que lo recupere. Algunos “cazadores de oportunidades” están visitando la sala estos días. Las conclusiones, a la salida, son variopintas: “Esto no tiene más salida de tirarlo todo y convertirlo en un japonés de lujo”. Y no es eso, no es eso. Eso nunca sería “el Jockey…

Dicen que la situación es desesperada. La bodega está embargada por los acreedores; hace 6 meses que no se paga el alquiler, y el agujero ha adquirido dimensiones casi inmanejables. El cierre definitivo del famoso restaurante Jockey, templo gastronómico que ha sido testigo mudo, las más de las veces, de cuantos negocios y operaciones de enjundia se han pergeñado en Madrid en el último medio siglo, es hoy algo más que una posibilidad. De hecho es casi una certeza, a menos, claro está, que medie milagro o aparezca un alma caritativa y con dinero dispuesta a evitar la desaparición de una de las señas de identidad del Madrid empresarial y financiero. Una seña de la cultura de la ciudad.

Juan Abelló Fernando Fernández Tapias