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Murcia es un hervidero de rumores sobre la 'olvidada' agresión al consejero de Cultura Alberto Cruz
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Murcia es un hervidero de rumores sobre la 'olvidada' agresión al consejero de Cultura Alberto Cruz

El tremendo escándalo que se originó por la agresión al consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, ha quedado diluido como un azucarillo. Ha pasado

El tremendo escándalo que se originó por la agresión al consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, ha quedado diluido como un azucarillo. Ha pasado más de un mes desde el día de la agresión, 15 de enero, y el tiempo parece empeñado en correr un tupido velo sobre el caso. Solo en la calle los rumores, interpretaciones y especulaciones siguen vivos, a pesar de que el propio agredido y su Gobierno prefieren no hacer referencias al asunto.

 

El único que ha tenido que dar explicaciones, sin realmente ofrecerlas, es el delegado del Gobierno en Murcia, Rafael González Tovar, quien en las ocasiones en que ha sido interrogado afirma que aún no sabe nada y que las investigaciones siguen su curso. “Todas las hipótesis están abiertas”, dijo al cumplirse un mes de la agresión.

En la calle, la gente se extraña de que la Policía Nacional, que tiene acreditado un conocimiento bastante exacto de todo lo que acontece en Murcia, no haya encontrado al autor o autores. Ni siquiera hay sospechosos, que se sepa. Una fuente relacionada con el caso justifica el retraso diciendo que los delitos de lesiones son, precisamente, los más difíciles de resolver. Y que la posición política del agredido dificulta todavía más las pesquisas.

La politización que le dio al caso el presidente de la Comunidad Autónoma, Ramón Luis Valcárcel, y todo el Partido Popular en los primeros días tras la agresión parece convenientemente olvidada. Al menos por quienes la utilizaron, con acusaciones genéricas contra “la izquierda” en general o “la izquierda poliédrica”, desafortunada expresión del mandatario regional. También intentaron los populares elevar a la altura de mártir político al consejero, por el mote de “sobrinísimo” con que es conocido en Murcia, por ser hijo de un primo hermano de la esposa del presidente, y que usaron los agresores.

Lo único que está meridianamente claro es lo que no fue. El inicialmente presunto autor, un joven que estuvo detenido 72 horas y sigue imputado con la obligación de presentarse en el juzgado los días 1 y 15 de cada mes, no fue tal: el propio consejero, que identificó su fotografía tras la agresión, se desdijo después en una rueda de reconocimiento. El supuesto carácter político de la misma tampoco existió: su aireamiento en falso se debió al nerviosismo en que estaba sumida la cúpula popular murciana tras las más multitudinarias manifestaciones sindicales que se recuerdan para protestar contra el recorte salarial y de derechos a los funcionarios públicos autonómicos.

Así, a pesar de que el mismo Cruz declaró que dos personas le siguieron unos cien metros hasta la puerta de su casa -a la vuelta de la esquina de la Comisaría de Policía de Murcia, por cierto-  y le gritaron tres veces “consejero, hijo de puta, sobrinísimo” (sic) antes de agredirle, no hay otros datos que relacionen el hecho con materia política alguna. Por eso se extiende la opinión en Murcia de que “aquello” fue un asunto no relacionado con la actividad pública del agredido, es decir, privado. Interpretación que ya se avanzó desde varios círculos políticos y sindicales y provocó rayos, truenos y centellas desde el PP.

El tremendo escándalo que se originó por la agresión al consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, ha quedado diluido como un azucarillo. Ha pasado más de un mes desde el día de la agresión, 15 de enero, y el tiempo parece empeñado en correr un tupido velo sobre el caso. Solo en la calle los rumores, interpretaciones y especulaciones siguen vivos, a pesar de que el propio agredido y su Gobierno prefieren no hacer referencias al asunto.

Murcia Ramón Luis Valcárcel