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Del Rivero se refugia en el Santo Job, el sacrificio del hombre inocente
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Del Rivero se refugia en el Santo Job, el sacrificio del hombre inocente

El pasado jueves, Luis del Rivero llegó a su casoplón de Madrid abatido. Había comenzado el día como presidente de Sacyr y al término de la

El pasado jueves, Luis del Rivero llegó a su casoplón de Madrid abatido. Había comenzado el día como presidente de Sacyr y al término de la jornada no era siquiera consejero de la constructora de la que es máximo accionista. Aunque sabía de los riesgos que corría desde hace semanas, incluso meses, no esperaba un desenlace tan abrupto por culpa del pulso que mantiene con una parte de sus socios por resolver la encrucijada de su participación en Repsol.

Para buscar respuestas o tal vez para compadecerse así mismo, Del Rivero ojeó las páginas de la obra que ahora tiene en su mesilla de noche: el Libro de Job, uno de los relatos que forman el Antiguo Testamento. La historia trata, en clave religiosa, del mito del hombre bueno que sufre, como también desarrollaron antes otras culturas. Y en esta historia, el de Murcia se ha creído siempre el empresario bueno y justo al que el establishment patrio ha decidido decapitar. 

El expresidente de Sacyr es una persona acostumbrado a superar pruebas, como cuando tuvo que ser intervenido por problemas del corazón. Entonces, Del Rivero hizo un propósito de enmienda por dar mejor vida a su débil músculo. Pero las buenas intenciones le duraron poco. Hombre de sangre caliente, el empresario murciano retomó su ritmo vertiginoso plan para volver sobre Repsol, el sillón que siempre quiso ocupar desde que compró el 20% de la petrolera.

A pesar de sus lecturas conciliadoras, no está claro que Del Rivero opte por enterrar el hacha de guerra. Con un escueto mensaje del tipo "Yo ya no soy noticia", el expresidente de Sacyr sigue teniendo un puesto en el consejo de administración de Repsol, junto a Loureda y a su socio Pemex, para poder plantar cara. Si esta fuera la opción a seguir, está claro que las lecturas tendrán que apuntar más hacia "El arte de la guerra", inspirado en las tácticas chinas guerreras que nunca usó el santo Job. 

El pasado jueves, Luis del Rivero llegó a su casoplón de Madrid abatido. Había comenzado el día como presidente de Sacyr y al término de la jornada no era siquiera consejero de la constructora de la que es máximo accionista. Aunque sabía de los riesgos que corría desde hace semanas, incluso meses, no esperaba un desenlace tan abrupto por culpa del pulso que mantiene con una parte de sus socios por resolver la encrucijada de su participación en Repsol.

Luis del Rivero