Los vascos de Cajasur no saben qué hacer con el mausoleo del cura Castillejo

La llegada de BBK a tierras cordobesas ha supuesto una transición silenciosa. Los gerentes del coloso financiero vasco no han querido remover más de lo necesario las alfombras de la vieja Cajasur, la entidad de ahorros local que durante años gestionó y gobernó el cura Miguel Castillejo bajo puño de hierro. Casi dos años después, algunas de esas anomalías o peculiaridades, fruto de la obra del singular clérigo, siguen sin tener una solución clara.

Entre los asuntos más surrealistas que se ha encontrado el nuevo Banko de Balores Kordobeses (BBK) figura el mausoleo que el popular cura Castillejo tuvo a bien prepararse para que descansen sus restos. Se trata de la ermita de San José, una pequeña edificación, con portada barroca del siglo XVIII, que adquirió Cajasur en tiempos de don Miguel al hacerse con la propiedad de la señorial casa contigua perteneciente a un potentado joyero de la ciudad. 

Nadie puede negar a Castillejo su visión a largo plazo al frente de Cajasur, aunque fuera a título personal. Además de concederse una pensión vitalicia equivalente al sueldo del director general, algo más de 250.000 euros anuales, consiguió que sus cuatro hermanas, con las que vive en una casa en el campo, disfruten de esos ingresos en usufructo hasta que permanezcan con vida, y que sus restos tuvieran un lugar reservado en el centro de la ciudad. 

Poco podía imaginar BBK a su llegada a Córdoba que entre sus decisiones de obra social tendría potestad para decidir cómo debería venerarse al mitológico del cura, que ante la falta de garantías para ser enterrado en la Mezquita se reservó con cargo a las arcas de Cajasur un mausoleo particular más modesto, dado que no era menester levantar otra joya arquitectónica que ensombreciera a la construcción califal.