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La explosión de ira del civilista incivilizado: “¿Cómo coño me tratas como a un niño?”
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La explosión de ira del civilista incivilizado: “¿Cómo coño me tratas como a un niño?”

El imaginario popular tiene a los hombres de leyes por discretos, metódicos e incluso aburridos, pero no siempre ha de ser así. Como quedó demostrado hace

El imaginario popular tiene a los hombres de leyes por discretos, metódicos e incluso aburridos, pero no siempre ha de ser así. Como quedó demostrado hace pocas semanas, haber pasado la vida entre artículos del Código Civil no implica ser persona de nervios templados y recta conducta.

El incidente que da pie a estas palabras tuvo lugar durante un solemne acto en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Se celebraba la ceremonia de ingreso de Antonio Hernández-Gil, exdecano del Colegio de Abogados de Madrid y defensor de la Reina en sus cuitas legales con cierta agencia de contactos que se valió de la imagen de doña Sofía sin permiso para una comentada campaña publicitaria.

En la citada sesión, Hernández-Gil pronunciaba su reglamentario discurso de ingreso, titulado ‘La edad de los deberes’, para tomar posesión de su plaza de académico de número. La réplica al recipiendario corría a cargo del presidente de la Academia y exmagistrado del Tribunal Constitucional, Luis Díez-Picazo y Ponce de León, y entre el público asistente se encontraban el aún presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, el presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, y el presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría, además de muchos otros nombres de la historia jurídica y política de España como Manuel Pizarro, José Hernando, Marcelino Oreja Aguirre, Miguel Herrero Rodríguez de Miñón o Landelino Lavilla.  

Debido a la habitual rigidez protocolaria de este tipo de eventos, en un momento dado el secretario general de la Academia, Rafael Navarro Valls, tuvo a bien hacer una pequeña corrección procedimental al presidente de la centenaria institución, observación que no sentó demasiado bien a Díez-Picazo.

El prestigioso jurista, galardonado entre otros honores con la Medalla de Orden del Mérito Constitucional y la Gran Cruz de Isabel la Católica, estalló al grito de “¿qué coño me estás diciendo? ¿Cómo coño me tratas como a un niño?”, haciendo temblar los muros del palacio de la calle Marqués de Cubas ante el bochorno general.

Si bien ningún académico duda de la categoría jurídica de Díez-Picazo, que forma parte del Consejo de Estado por méritos propios, muchos no vacilan en calificarle en privado como "un bárbaro" o "un maleducado". Y es que, como quedó patente ante los ojos de numerosos testigos ilustres, ser un gran civilista no implica ser un hombre civilizado.

El imaginario popular tiene a los hombres de leyes por discretos, metódicos e incluso aburridos, pero no siempre ha de ser así. Como quedó demostrado hace pocas semanas, haber pasado la vida entre artículos del Código Civil no implica ser persona de nervios templados y recta conducta.