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El Ayuntamiento de Madrid obliga a la ‘omertá’ en sus contratos
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El Ayuntamiento de Madrid obliga a la ‘omertá’ en sus contratos

Bienvenidos al mundo de la transparencia, donde cualquier movimiento tiene garantía de legalidad, donde no hay miedo a las cuentas en directo porque el dinero público

Bienvenidos al mundo de la transparencia, donde cualquier movimiento tiene garantía de legalidad, donde no hay miedo a las cuentas en directo porque el dinero público no se corrompe, donde los gastos y las inversiones de las instituciones y administraciones dejan huella para que cualquiera pueda seguirlas sin utilizar un GPS o una bola de cristal. Bienvenidos a un mundo nuevo y lejano, al universo de la democracia madura. Bienvenidos al viaje al planeta de la responsabilidad, ciudadanos españoles, llegarán a su destino dentro de dos o tres décadas.

Mientras apuesten por las tinieblas y el silencio no abandonarán la España Negra de finales del siglo XIX, que recorrieron, describieron y dibujaron el belga Émile Verhaeren y el pintor Darío de Regoyos. Mientras se sienten en una mesa redonda a firmar acuerdos con coleccionistas de arte, que han donado su obra al Estado español, que han recorrido medio mundo buscando, comprando y vendiendo arte y artistas contemporáneos, que han participado del proceso de emancipación cultural de su país, y decidan incluir una cláusula entre los papeles que les obligue a guardar silencio de todo lo que hayan visto y oído en las dependencias públicas, mientras esto ocurra, ustedes, ciudadanos españoles, ignorarán la tranquilidad de confiar en el buen uso de su dinero por parte de sus gobernantes.

Helga de Alvear, la galerista y coleccionista más importante de este país, con todo su fondo cedido a Cáceres, ha topado con la cruda realidad española en formato siciliano. En pasado 20 de marzo se sentó a firmar un acuerdo con la empresa municipal Madrid Arte y Cultura, SA (MACSA), probablemente una de las organizaciones menos transparentes de este país, en el que debía asumir la “confidencialidad” en estos términos: “La Sociedad se compromete a guardar absoluta reserva sobre instalaciones, procedimientos, incidencias, informaciones, etc. A los que pudiera tener acceso como consecuencia del presente contrato y sobre cualquier dato que pudiera conocer del personal de MACSA, sus trabajadores o los visitantes del Centro y, en general, de cualquier persona relacionada con estos, durante un plazo mínimo de cinco años”.

Esconded la verdad

A cambio, la coleccionista recibirá 4.000 euros y la exhibición de algo más de un centenar de su colección, en la exposición titulada El arte del presente: colección Helga de Alvear, de la serie Mecenazgo al servicio del arte, con fotografía, pintura, vídeo, instalaciones, escultura, dibujo, montada en el CentroCentro Cibeles (hasta el 3 de noviembre). En el mismo contrato en el que se obliga a una de las partes a guardar silencio sobre lo que vea y escuche mientras forme parte de la familia MACSA, se especifica que la comisaria de la muestra -María del Corral-cobrará 11.495 euros y que el precio de la entrada ha bajado a la mitad: de los 10 euros que se pagaba a la entrada del Ayuntamiento por ver la colección de la Casa Alba, a 5 euros del paseo entre el arte contemporáneo. Y ni un minuto gratis, en eso no ha variado la política cultural del consistorio.

Además del fomento a la oscuridad y el silencio impuesto, es el primer contrato existencialista de la edad moderna, en el que entre todas las explicaciones, se especifica que “la colección opera como una incesante escritura, lectura y relectura de una historia llena de caminos experimentales, de intentos y aciertos, de propuestas diversas tanto en sus lenguajes como en sus contenidos”. Más adelante se añade que “una colección no es una verdad universal y definitiva, sino más bien el fruto de una mirada global sobre la producción artística actual”. Desde luego, para llegar a una verdad universal hay que dar antes pequeños pasos que nos alejen de los fraudes, los miedos y las mentiras.

Bienvenidos al mundo de la transparencia, donde cualquier movimiento tiene garantía de legalidad, donde no hay miedo a las cuentas en directo porque el dinero público no se corrompe, donde los gastos y las inversiones de las instituciones y administraciones dejan huella para que cualquiera pueda seguirlas sin utilizar un GPS o una bola de cristal. Bienvenidos a un mundo nuevo y lejano, al universo de la democracia madura. Bienvenidos al viaje al planeta de la responsabilidad, ciudadanos españoles, llegarán a su destino dentro de dos o tres décadas.

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