El Confidente
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Pilar Urbano, de 'la desmemoria' al hundimiento
Ha pasado poco más de un mes y la asonada editorial de Pilar Urbano se ha quedado en unos espectaculares fuegos artificiales y poco más. Ni
Ha pasado poco más de un mes y la asonada editorial de Pilar Urbano se ha quedado en unos espectaculares fuegos artificiales y poco más. Ni Zarzuela tiene motivos para temblar seriamente con el contenido de las casi 900 páginas del último tomo de la periodista, La gran desmemoria, ni su editor, el marqués del Pedroso, José Manuel Lara Bosch, podrá recuperar en las librerías la enorme inversión realizada en una escritora de altos vuelos y altas –altísimas cuando veía amanecer junto al exjuez Garzón– minutas.
Eso es lo que se desprende, al menos, del comportamiento en las librerías del bombazo editorial que, en la primera semana, estremeció a todo el país al acusar, lisa y llanamente, al Rey de haber colaborado en la operación Armada para descabalgar a Adolfo Suárez de la presidencia del Gobierno. Un intento por esbozar un Gobierno de concentración nacional encabezado por el militar amigo del Rey que, tras la dimisión de Suárez, siguió cogiendo vuelo –al menos en la cabeza de Armada– hasta cristalizar en el golpe de Estado protagonizado por Antonio Tejero, de tan infausto recuerdo.
Un libro así está pensado para alcanzar los 200.000 ejemplares, explican a El Confidencial fuentes del sector editorial que constatan, sin embargo, que el libro ha caído precipitadamente en ventas. Arrancó en su estreno, tras el estallido del scoop y la tournée de entrevistas de la autora, con una buena marca: unos 8.000 ejemplares en la primera semana. Pero Urbano no ha conseguido mantener el tirón y el globo se ha ido poco a poco deshinchando. Algo a la que ha contribuido, sin duda,el tajante e inaudito desmentido de la Zarzuela (“pura ficción imposible de creer”), y de otros personajes secundarios como el propio hijo de Suárez y otros tantos políticos de los Gobiernos de la UCD que no se sienten reconocidos en las palabras que a ellos atribuye entrecomilladas la periodista y escritora. Así las cosas, en las últimas semanas, La gran desmemoria no ha superado los 3.000 ejemplares a la semana. Muy lejos del ritmo que cabía esperar para una obra así y que, en total, no ha rebasado todavía la barrera de los 40.000 ejemplares.
Pareciera como que un espeso manto de silencio y omertà se ha cernido sobre los descubrimientos y revelaciones de la periodista, que adjunta en su obra extensas referencias de cada una de las citas entrecomilladas que recoge el libro. La mayoría, también sea dicho, de personajes que, ya fallecidos, poco pueden matizar a lo que Urbano novela ahora. Dicho lo cual, también hay que reseñar que el libro vende más de lo que realmente tiene. De sus 900 páginas, más de la mitad sobran a los efectos de lo que denuncia Urbano. Dedica cientos de ellas a relatar las desavenencias del Rey con Arias Navarro y a describir el ascenso y caída del ‘chusquero de Ávila’ con citas sacadas, en la mayor parte de los casos, de libros de memorias de otros tantos protagonistas de la Transición complementadas con las entrevistas personales con la autora de algunos de ellos. Sólo muy al final, si es que el lector ha aguantado tantas y tantas páginas de este espeso tomo, llega lo que todo el mundo espera saber: hasta qué punto el Rey fue culpable –por acción u omisión– del desenlace de la operación Armada y la intentona del 23-F. Mucho más ruido que nueces, en fin.
Sea como fuere, el libro sigue teniendo su valor. Más ahora que se ha convertido en una especie de libro prohibido. Entre sus 40.000 lectores está, entre otros, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que fue sorprendida en la playa en las últimas vacaciones con el libro de marras. La operación Pilar Urbano, de momento, se desploma en las tiendas. Larga vida al Rey, pues, por lo que parece.
Ha pasado poco más de un mes y la asonada editorial de Pilar Urbano se ha quedado en unos espectaculares fuegos artificiales y poco más. Ni Zarzuela tiene motivos para temblar seriamente con el contenido de las casi 900 páginas del último tomo de la periodista, La gran desmemoria, ni su editor, el marqués del Pedroso, José Manuel Lara Bosch, podrá recuperar en las librerías la enorme inversión realizada en una escritora de altos vuelos y altas –altísimas cuando veía amanecer junto al exjuez Garzón– minutas.