Lo que la Justicia española esconde en el burladero de La Malagueta

Se ha celebrado en días pasados la Feria de Málaga, una de las más concurridas y afamadas de todo el solar nacional, en cuyos eventos son consustanciales, of course, las corridas de toros, cuyo cartel se engalana con las espadas más granadas y señeras del acontecer taurino.

Entre ellos, el mítico José Tomás, que con mucha pasión y, curiosamente para lo que acostumbra, ninguna tragedia, cortó tres orejas y salió a hombros por la Puerta Grande.

El día anterior en el mismo coso se pudo ver en la barrera destinada al “Gobierno Junta de Andalucía”, algo que removió los cimientos de los más puristas –en sentido judicial, claro–. Allí estaba el fiscal jefe de la Audiencia de Málaga, Juan Carlos López Caballero, que durante años ha sido el azote de cuanto corrupto aparecía por estos lares de la Costa del Sol (Malaya, Astapa, Ballena Blanca, etc…) en su calidad de fiscal anticorrupción, hasta que llegó a ser el jefe del Ministerio Público en esta provincia.

Le acompañaban el presidente de la plaza, Ildefonso Dell'Olmo, y el presidente de la Sección IV de la Audiencia Provincial, Manuel Torres Vela, que en su día fue vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial.

A unos metros lucía en plan diva la nieta del Generalísimo Franco, Carmen Martínez Bordiú, posando con Federico Beltrán.

Por estos lares andaluces de los entresijos políticos/económicos/judiciales no sorprenden muchas cosas, pero sí que jueces, fiscales y magistrados en ejercicio acepten invitaciones para asistir a corridas de toros que son actos públicos.

¡Ah! Es verdad que hace casi treinta años que Alfonso Guerra, que es un paisano de estos predios, decretó que Montesquieu y su famosa división de poderes había muerto.