El Confidente
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Pedro Sánchez ya tiene su propia salita del Palacio de la Moncloa en el Congreso
¿Se han fijado en dónde se ha reunido el candidato estos días con los líderes políticos? No es en el palacio presidencial... Aunque lo parece. Y eso no es casualidad. El PSOE ha buscado esa atmósfera
En estos días de frenesí negociador (si es que lleva a algún lado), hay detalles que quizá parezcan de menor rango. Casi inapreciables. Pero no lo son. Menos cuando el Congreso se ha convertido en un gigantesco plató de televisión, con pasillos atascados -y atestados- de periodistas y políticos pendientes de un Gobierno que no acaba de nacer. Todo llega a ojos del voraz espectador y nada queda al azar.
Miren las fotos de arriba. Las habrán visto decenas de veces en la última semana. Esas o bien otras similares: Pedro Sánchez con Albert Rivera, Pedro Sánchez con Pablo Iglesias, Pedro Sánchez con Cayo Lara y Alberto Garzón, Pedro Sánchez con Ana Oramas... Pedro Sánchez multiplicado. Miren bien la imagen superior. Sofá de piel (o eso parece), mesita baja, banderas de España y de la Unión Europea, el líder del PSOE a un lado y el interlocutor a otro. ¿No les recuerda a...?
Mesita baja, sofás (blancos, no ocres), banderas española y de la UE... Estética semejante, ¿no? Pues la primera, la de Sánchez con Rivera/Iglesias/Lara y Garzón/Oramas... es en la sala Martínez Noval, en las dependencias del Grupo Socialista en el Congreso. La segunda, la de Sánchez+Rajoy, es, claro está, en La Moncloa. ¿Casualidades? Pues no. Y el saludo Sánchez/Iglesias, ¿no se inspira en el apretón de manos en las escalinatas de la residencia presidencial?
El secretario general ha buscado emular el ambiente monclovita y llevárselo a una salita cercana a los despachos del portavoz socialista, en la primera planta del número 40 de la Carrera de San Jerónimo. Ese despacho no tenía antes ese destino. Se utilizaba para reuniones del grupo, 'briefings' (encuentros informativos informales) y comidas con periodistas... Una función de quita y pon que no ha perdido. Miren esta misma sala, la Martínez Noval, el viernes por la tarde, poco después de la entrevista Sánchez/Iglesias, cuando acogió al primer encuentro de los equipos negociadores de PSOE y Ciudadanos...
Ese 'look' presidencial de la Martínez Noval se debe al trabajo del equipo de actos públicos del PSOE, que dirige el joven riojano Marcos Ramírez -un colaborador del número dos de Ferraz, el también riojano César Luena-. Ramírez, ayudado por su compañero Antonio Casas, se ha desplazado en los últimos días al Congreso a diario. Para cuidar cada detalle, mimar cada foto de su jefe y recrear una atmósfera (casi) calcada a la de La Moncloa. También desplazaron las banderas de España y de la UE en la sala de prensa del Parlamento, para que cupieran en el plano de Sánchez, a su espalda, o bajaban los micrófonos situados detrás de él, para que no chafaran la imagen.
La Cámara Baja se había convertido en la trasera de un mitin electoral que había que perfilar y acomodar al mensaje que el PSOE quería trasladar: la de un candidato con posibilidades de conquistar el Gobierno, la de un presidente en ciernes.
¿No recuerdan esta otra foto?
Pues tampoco era casual. Sánchez y su equipo, asesorados por el experto en comunicación política Luis Arroyo, querían cincelar la imagen presidencial del secretario general. Traje y corbata (roja), enorme bandera de España de fondo, quieta, su mujer en escena. Estética americana a tope.
La política es también un juego de iconos, de símbolos. De lenguaje verbal y no verbal. De 'marketing' también. Se trata de empaquetar la mejor imagen y el mejor mensaje. Y ahora Ferraz necesita proyectar a un Sánchez presidente. Y si a eso ayudan unos sofás, una mesa, unas banderas... y (en ocasiones) la corbata roja de la suerte (de Sánchez), pues mejor.
Aunque quien dice corbata... también dice sin ella cuando se le esperaba niquelado y hasta con esmoquin en la 30ª gala de los Premios Goya. Pero esa es otra historia. ¿O no?
En estos días de frenesí negociador (si es que lleva a algún lado), hay detalles que quizá parezcan de menor rango. Casi inapreciables. Pero no lo son. Menos cuando el Congreso se ha convertido en un gigantesco plató de televisión, con pasillos atascados -y atestados- de periodistas y políticos pendientes de un Gobierno que no acaba de nacer. Todo llega a ojos del voraz espectador y nada queda al azar.
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