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Torra, de oficial de España a mariscal de Cataluña: por qué no fue nunca payés
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Torra, de oficial de España a mariscal de Cataluña: por qué no fue nunca payés

Al hilo de las circunstancias, al parecer, Torra escogió antes una patria y luego otra. Su patria son los principios de Marx (los hermanos). Si no le gusta una, saca otra

Foto: Torra, junto a Borràs, Costa y el también diputado Francesc de Dalmases.
Torra, junto a Borràs, Costa y el también diputado Francesc de Dalmases.

El próximo presidente de la Generalitat no siempre fue un independentista irredento. Con 23 años, hizo el servicio militar como todo hijo de vecino. Es bien cierto que podría haberse declarado objetor de conciencia, pero prefirió ir a la mili que ‘pasar’ del ominoso Estado español. Sirvió a la patria, que entonces debía ser la suya, claro. Pero no fue como cualquier ciudadano normal. No fue ‘quinto’ o ‘bulto’: tuvo a bien realizar las milicias universitarias, una alternativa que era una opción que tenían los estudiantes para no tener que ‘colgar’ los estudios.

Quim Torra opositó como oficial de complemento, lo que comúnmente se llama Imec, y fue alférez en el Regimiento de Infantería Palma 47, que curiosamente se creó en la localidad tarraconense de Tortosa y que actualmente está encuadrado en la Comandancia General de Baleares. Su destino evidencia una nota lo suficientemente alta y patriótica (para con España, 'of course') que le permitía poder escoger un destino cerquita de casa.

En la academia de Infantería tuvo que aprender el himno del arma correspondiente. "Ardor guerrero vibre en nuestras voces..."

Torra fue oficial y fue de Infantería. 'Ergo' fue a la academia de Infantería, en Toledo, paso obligatorio. Allí tuvo que aprender el himno del arma correspondiente. “Ardor guerrero vibre en nuestras voces/ y de amor patrio henchido el corazón./ Entonemos el himno sacrosanto/ del deber, de la patria y del honor. ¡Honor!”, comienza diciendo.

No dejan de ser palabras, claro. Pero lo militar debe de ser algo congénito del nuevo mandatario catalán. Porque su despacho del Parlament es la War Room, es decir, la habitación de la guerra. No es ningún eufemismo. Alardean de ello sus ‘habitantes’: el ‘mariscal’ (y esto sí es un eufemismo) Quim Torra, el diputado Josep Costa y la diputada Laura Borràs, que se hizo famosa los primeros días después de las elecciones porque junto a otra compañera de escaño, Aurora Madaula, dedicaba altisonantes exabruptos a los miembros de sus filas que osaban conversar con algún constitucionalista. El peculiar espíritu del diálogo de la nueva élite política catalana se va destapando poco a poco. Borràs publicó un tuit este sábado con un mensaje muy explícito: “La War Room, emocionada, con nuestro querido Quim Torra, su miembro más ilustre. Fuerza y acierto, querido. El talento y la capacidad los tienes de sobras. Nos tienes a tu lado para todo. ¡Somos equipo!”, decía el texto sobre una foto de Torra junto a Borràs, Costa y el también diputado Francesc de Dalmases. Un día antes, la misma diputada escribía: “¡La War Room está exultante!”.

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Quim Torra, en la jura de bandera española.

La aguerrida actitud de los puntales del nuevo independentismo está en consonancia, pues, con su trayectoria vital. Quim Torra fue antes un oficial del Ejército de España. Ahora quiere ser el teniente general de Cataluña. ¿Puede tener el corazón dividido entre dos patrias? ¿Una de ellas ha de helarle el corazón? Ah, no. Quim Torra ya viene de vuelta. Ya ha transitado por todas las patrias. Lo decía en uno de sus escritos. “Hemos inventado subterfugios para evitarla [la palabra patria] y cuando perdimos el miedo, hemos hablado de ‘país’ o de ‘nación’ incluso (…) Cuando todavía algunos se empecinan en soñar que España puede llegar a ser alguna ‘nación de naciones’, que es una cosa absolutamente imposible de entender por la mentalidad castellana, el uso de la idea ‘patria’ ayuda a simplificar las cosas. La pregunta es muy sencilla: ¿se pueden tener dos patrias?”.

Luego, se contestaba: “Yo tengo solo una patria, que no es ni mejor ni peor que la de los otros, pero es la mía, la de mis abuelos, y que quiero que sea la de mis hijos y la de sus hijos. Por eso, patria es un compromiso que sale del ‘yo’ para abrazar el ‘nosotros’: los que fueron y los que vendrán (…) Si somos catalanes es que no podemos ser otra cosa, si somos unos más que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de otra. Ante la patria, toca escoger: tierra, bandera, lengua, historia, formas de vida, humor”. Diálogo, lo que se dice diálogo, no se trasluce. Más bien monólogo.

Pero, al hilo de las circunstancias, al parecer, Torra escogió antes una patria y luego otra. Su patria son los principios de Marx (los hermanos). Si no le gusta una, saca otra. Juró bandera española, por supuesto, pero a las palabras se las lleva el viento. Del alférez de complemento que oficiaba hace 33 años queda ahora el regusto amargo del que ha hecho una transición interior plagada de frustraciones. No hace mucho, en 2016, alababa al ‘expresident’ Josep Irla, muerto en el exilio (en el verdadero, durante el franquismo). Decía que en sus escritos transmitía “una extraña mezcla de integridad y coraje, de hombre hecho de una pieza, aquella clase de payeses de nuestras comarcas para quienes la palabra dada es suficiente para cumplir cualquier pacto”. Y hace un año, escribía: “Sinceramente, da angustia continuar un día más en este Estado español (…) Contra esta angustia, se alza la esperanza de la radicalidad (…)”. La conclusión es lógica: Torra no fue nunca payés.

El próximo presidente de la Generalitat no siempre fue un independentista irredento. Con 23 años, hizo el servicio militar como todo hijo de vecino. Es bien cierto que podría haberse declarado objetor de conciencia, pero prefirió ir a la mili que ‘pasar’ del ominoso Estado español. Sirvió a la patria, que entonces debía ser la suya, claro. Pero no fue como cualquier ciudadano normal. No fue ‘quinto’ o ‘bulto’: tuvo a bien realizar las milicias universitarias, una alternativa que era una opción que tenían los estudiantes para no tener que ‘colgar’ los estudios.

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