El Confidente
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El Paraguas, Michavila y un par de whiskys con hielo: la nueva vida de Rajoy
El expresidente y el que fuera ministro más joven de la era Aznar comparten mesa y mantel durante horas en un céntrico restaurante madrileño
El que fuera presidente del Gobierno de España durante casi siete años (entre diciembre de 2011 y junio de 2018), Mariano Rajoy, vive hoy completamente alejado de los tiempos convulsos que caracterizaron su etapa en La Moncloa. Aquellos enfrentamientos a corazón abierto con Pedro Sánchez o Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados en los que el jefe del Ejecutivo sudaba tinta para tirar de sorna y quitar hierro a las críticas parlamentarias ya forman parte del pleistoceno.
La declaración de Rajoy en la Audiencia Nacional con motivo de la Gürtel y el interminable debate de dónde se sentaba, cómo caminaba, a qué hora llegaba y por supuesto qué decía están ahora en un pasado remoto del que ni siquiera el mismísimo exdirigente del PP se acuerda. Quizá únicamente la presentación de su último libro está más reciente en el tiempo y permanece aún en la cabeza del expresidente.
Mariano está ahora más centrado en su trabajo en el Registro de la Propiedad y en pasar ratos agradables con su familia y amigos. Algo con toda seguridad mucho menos tenso para él. Uno de estos momentos de placer lo mantuvo el pasado jueves al mediodía con quien fuera presidente del comité organizador del XIV Congreso del PP que le eligió como líder del partido, el que fuera el ministro de José María Aznar más joven del Gobierno, José María Michavila.
Ambos compartieron mesa y mantel en el restaurante El Paraguas, situado en la madrileña calle de Jorge Juan, a unos 15 minutos en coche del Registro de la Propiedad donde Rajoy desempeña su labor. Los dos hablaron de lo divino y de lo humano durante horas. El expresidente incluso se tomó dos whiskys con hielo, sin bebida carbonatada añadida.
El que fuera presidente del Gobierno de España durante casi siete años (entre diciembre de 2011 y junio de 2018), Mariano Rajoy, vive hoy completamente alejado de los tiempos convulsos que caracterizaron su etapa en La Moncloa. Aquellos enfrentamientos a corazón abierto con Pedro Sánchez o Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados en los que el jefe del Ejecutivo sudaba tinta para tirar de sorna y quitar hierro a las críticas parlamentarias ya forman parte del pleistoceno.
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