Es noticia
Lo que no se vio en los Goya: fiestas, toboganes y el 'vis a vis' de Rhodes y Sánchez
  1. España
  2. El Confidente
El Confidente

El Confidente

Por

Lo que no se vio en los Goya: fiestas, toboganes y el 'vis a vis' de Rhodes y Sánchez

Encuentros inesperados en la tramoya de la gala. Cuando se acabó la cerveza, la mayor parte de los presentes salieron en estampida hacia las tres grandes fiestas de la noche

Foto: James Rhodes y Pedro Sánchez, en la gala de los Goya 2020.
James Rhodes y Pedro Sánchez, en la gala de los Goya 2020.

La verdadera fiesta de los Goya empieza cuando se apagan las cámaras y los invitados abandonan el patio de butacas. Fue apagarse los focos y los asistentes salieron en estampida por las escaleras laberínticas del Martín Carpena hasta la zona donde se celebraba el cóctel oficial. El espacio era tan mínimo y estaba tan abarrotado que incluso llegó a cundir el pánico, con los presentes abriéndose paso entre la muchedumbre, las actrices pisándose los vestidos y la cola de las barras levantada en armas.

Cuando se acabó la cerveza, la mayor parte de los presentes pusieron rumbo hacia las tres grandes fiestas de la noche. Por allí estaba Carlos Bardem, que en un mes empieza el rodaje en México de la serie sobre Cortés y Moctezuma que protagoniza su hermano Javier y produce el sello de Steven Spielberg, Amblin. Allí coincidió con Óscar Jaenada, que justo acaba de interpretar al conquistador español en la serie ‘Hernán’.

Quienes mejor se lo pasan no tienen por qué ser los ganadores, como demostró el equipo de ‘La trinchera infinita’, que organizó un sarao en el Hotel Barceló que fue la primera parada. Ester Expósito, entregadora de un Goya, acaba de volver de Londres y Los Ángeles, donde se ha estado preparando para empezar a rodar ya su próximo proyecto con Netflix, la serie ‘Alguien tiene que morir’, con Ernesto Alterio y Edu Casanova. La reina de la fiesta fue Belén Cuesta, que además de ganar el Goya, se llevó una tarta de cumpleaños. Por allí estuvo también Oliver Laxe, que aunque se quedó sin Goya a mejor director y película, sí se ganó un reguero de suspiros de amor. En los cuartos de baño, tanto de ellos como de ellas, Laxe fue el principal tema de conversación. Por la fiesta, también se dejó caer Achero Mañas, que acaba de terminar el montaje de ‘Un mundo normal’, su vuelta a la dirección de largometraje después de 10 años de parón, de la mano de Ernesto Alterio y Ruth Díaz. La fiesta acabó de madrugada y con algunos de los nominados tirándose por un tobogán gigante que comunicaba varias plantas.

placeholder

A pesar de haberse coronado con ‘Dolor y gloria’, Almodóvar no ofreció ninguna fiesta, al menos más allá de su círculo íntimo. Amenábar, sin embargo, sí que había preparado unas copas en el Hotel Miramar, aunque su convocatoria quedó eclipsada por el sarao organizado por Orson Salazar, marido de Paz Vega, que todos los años se convierte en el evento más selecto de la noche de los Goya. Este año, la localización elegida fue el Palacio del Limonar, propiedad de la empresaria Paquita Marsans. Por allí se dejó caer James Rhodes con Micaela Breque. El pianista se había encontrado en los vomitorios del Martín Carpena con el presidente Pedro Sánchez, al que pidió, además de medidas para favorecer la cultura, medidas más duras para combatir el abuso de menores y le preguntó por las reacciones que iba a tener el Gobierno después de que se conocieran los casos de abusos y prostitución de los menores de los centros tutelados de Mallorca.

Por el Palacio del Limonar también apareció Lucía Etxebarría, que había acudido a los Goya con su hija. La escritora ha vendido más de 8.000 ejemplares de su último libro, ‘Mujeres extraordinarias’, que ha tenido que ser autoeditado. Por allí también aparecieron Najwa Nimri e Itzíar Castro, que encaran su última semana de rodaje del 'spin off' de ‘Vis a vis’.

La verdadera fiesta de los Goya empieza cuando se apagan las cámaras y los invitados abandonan el patio de butacas. Fue apagarse los focos y los asistentes salieron en estampida por las escaleras laberínticas del Martín Carpena hasta la zona donde se celebraba el cóctel oficial. El espacio era tan mínimo y estaba tan abarrotado que incluso llegó a cundir el pánico, con los presentes abriéndose paso entre la muchedumbre, las actrices pisándose los vestidos y la cola de las barras levantada en armas.