Draghi contra Draghi

La semana pasada, el Banco Central Europeo (BCE) desclasificó la famosa carta que los entonces presidente de la institución, Jean-Claude Trichet, y gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, enviaron a Silvio Berlusconi, primer ministro italiano.

Fue en 2011, en plena crisis de la zona euro, con las primas de riesgo disparadas y los inversores apostando a una implosión de la moneda única. El BCE había empezado un tímido programa de compra de bonos de economías periféricas en el alambre (España e Italia entre ellas), pero para justificarlo ante la opinión pública de los países norteños necesitaba que los sureños hicieran reformas estructurales. En esa carta, Trichet y Draghi pedían esas reformas en un tono que muchos interpretaron como una amenaza. José Luis Rodríguez Zapatero también recibió su carta, por cierto.

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Pero da la casualidad de que ahora es el propio Draghi el que ocupa la silla de primer ministro italiano. Y conociendo un poco Italia y las dinámicas de su clase política, es menos casualidad el hecho de que muchas de esas reformas sigan sin hacerse.

El exbanquero central de la zona euro tiene ahora la oportunidad de aplicar las recetas que entonces no le parecían erróneas. Parte con una posición de privilegio: un Gobierno de concertación nacional. Pero estamos hablando de Italia y nada va a ser fácil. Uno de los socios principales, la Liga Norte de Matteo Salvini, ya ha empezado a lanzar avisos de que no todas las reformas le parecen bien, a pesar de que las aprobaron en el Parlamento.

Tal vez Pedro Sánchez podría tomar nota. Si Draghi, con un Congreso que le votó casi por aclamación, va a tener problemas para sacar adelante reformas, imagínese uno en minoría. Y escuchando declaraciones como las de Ione Belarra este fin de semana, tal vez en una minoría menguante.