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¿Será Ratzinger más consecuente que Óscar López?
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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¿Será Ratzinger más consecuente que Óscar López?

 Nadie hubiera mostrado sorpresa porque alguno de los que figuran en la lista de Forbes tuviera decenas de millones en una cuenta de algún banco. Ya

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Nadie hubiera mostrado sorpresa porque alguno de los que figuran en la lista de Forbes tuviera decenas de millones en una cuenta de algún banco. Ya sabemos que los ricos son ricos y pueden tener ese dinero y más. Pero sí ha resultado llamativo que un tesorero de un partido político confiese ante un juez que guardaba 38 millones de euros en un banco helvético. Y es sorprendente por dos razones: la primera, porque tesorero no es sinónimo de persona que acumula tesoros para sí, sino aquel encargado de recaudar, custodiar y emplear el dinero o los fondos de una institución, en este caso, del partido que gobierna en España, en muchos ayuntamientos y comunidades autónomas, y cuyo ministro de Hacienda se pasa el día tratando de embestir a todo aquél que sea sospechoso de no cumplir fielmente con el Tesoro público.

Y, la segunda, porque nadie, con el sueldo de un tesorero puede acumular esa fortuna en tan corto espacio de tiempo por muy alto que fueran -y lo eran- sus emolumentos. No sería una interpretación descabellada aquella que dice que el señor Bárcenas recibía dinero de empresas o de particulares no por llamarse Bárcenas ni por ser tesorero, sino por ser tesorero del PP, en el bien entendido de que Bárcenas cambiaría dinero por favores. Pero como el tesorero no era quien adjudicaba obras públicas o contrataba servicios para las Administraciones, debería ser que él realizaba gestiones, a cambio de dinero, para que otros, los que gobernaban, devolvieran esos favores a los benefactores.

antes del error, ¿a disposición de quién estaba el cargo que dio el partido a cada uno de los que ocupan una responsabilidad orgánica o institucional?En conclusión, el dinero que acumuló Bárcenas no era suyo ni para él; era para el partido del que era tesorero y, consecuentemente, sería el PP el que tendría que reclamar ese dinero que no es de Bárcenas sino suyo. Y si el PP estaba ausente de ese tráfico de influencias practicado por su tesorero, su tarea no debería consistir en denunciar a quien publicó los llamados papeles de Bárcenas, sino la de colaborar con la Justicia para descubrir quienes le dieron ese dinero, a quienes adjudicaron obras o servicios irregularmente, y para devolver los euros ganados con malas prácticas a la Hacienda pública. Si no lo hace así, el PP tiene difícil hacer creer a la población que anduvo ausente de una operación que sorprende, escandaliza y perjudica la fe de los ciudadanos en sus gobernantes.

Y mientras tanto, determinada prensa anda tratando de desviar la atención del monumental escándalo Bárcenas, es decir Gürtel, intentando situar por encima el caso Ponferrada para demostrar que siendo todos iguales, ninguno es diferente. No voy a negar, porque no tengo necesidad de hacerlo, que la moción de censura del grupo socialista del Ayuntamiento de Ponferrada contra el alcalde del PP de ese municipio, apoyándose en un concejal acusado y condenado por acoso sexual, es lo menos parecido a la decencia que debe imperar en un partido como el PSOE. 

No voy a aceptar que sólo el alcalde electo haya sido el responsable de semejante majadería; conociendo como conozco el funcionamiento del PSOE, no me cabe la menor duda de que ningún grupo socialista municipal o parlamentario actúa en solitario en ese tipo de decisiones. Y, efectivamente, el secretario federal de Organización ha reconocido su equivocación y ha asumido su responsabilidad, poniendo su cargo a disposición de la permanente de la Comisión Ejecutiva federal socialista. 

Si nadie de esa Comisión Ejecutiva o del Grupo Parlamentario Socialista exige la dimisión del responsable de tal fiasco, entonces se estará dando la razón a todos aquellos que dicen que ellos no militarían en un partido donde la libertad de expresión y de acción quedan anuladas como consecuencia de la disciplina y de la obediencia debida. Poner el cargo a disposición del partido es una redundancia que permite hacer la siguiente pregunta: antes del error, ¿a disposición de quién estaba el cargo que dio el partido a cada uno de los que ocupan una responsabilidad orgánica o institucional? 

Benedicto XVI, cuando entendió que no estaba en condiciones de poner orden en su Iglesia, no puso el cargo a disposición de los cardenales que lo eligieron. Simplemente se fue. ¿Será más consecuente Ratzinger que Óscar López?

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Nadie hubiera mostrado sorpresa porque alguno de los que figuran en la lista de Forbes tuviera decenas de millones en una cuenta de algún banco. Ya sabemos que los ricos son ricos y pueden tener ese dinero y más. Pero sí ha resultado llamativo que un tesorero de un partido político confiese ante un juez que guardaba 38 millones de euros en un banco helvético. Y es sorprendente por dos razones: la primera, porque tesorero no es sinónimo de persona que acumula tesoros para sí, sino aquel encargado de recaudar, custodiar y emplear el dinero o los fondos de una institución, en este caso, del partido que gobierna en España, en muchos ayuntamientos y comunidades autónomas, y cuyo ministro de Hacienda se pasa el día tratando de embestir a todo aquél que sea sospechoso de no cumplir fielmente con el Tesoro público.