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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Sobresaltos mañaneros

No parece ni justo, ni conveniente, ni sensato que un militante socialista no sepa cada mañana con qué noticias de su partido se va a sobresaltar.

Foto: La vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano. (Efe)
La vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano. (Efe)

No parece ni justo, ni conveniente, ni sensato que un militante socialista no sepa cada mañana con qué noticias de su partido se va a sobresaltar. Alguien que milita en el PSOE debería saber que hay principios que inspiran a ese partido que jamás van a ser cambiados, independientemente de las circunstancias o avatares que ocurran en el mundo o en España.

Un cristiano puede entender que aquellos que no son dogmas puedan ser cambiados, alterados, modificados o anulados por el Papa, por la Curia romana o por un Concilio; el nuevo Secretario de Estado Vaticano puede dejar entrever que es discutible el celibato y el cristiano no tiene por qué rasgarse las vestiduras, porque esa costumbre nada tiene que ver con la esencia del cristianismo. Lo que no espera escuchar nunca de boca de sus dirigentes es que Dios no existe porque eso serían palabras mayores que exigirían una respuesta de aceptación, y la historia se habría terminado, o de negación, y el que habría terminado sería quien la pronunciara.

Si alguien en PSOE admite la discusión sobre el derecho de autodeterminación de una parte de España o de todas las Comunidades Autónomas, ¿qué sentido tiene seguir militando en un partido que lleva en sus siglas la E de español?

Un socialista, como cualquier otro ciudadano, sabe que el mundo cambia y sus circunstancias también; sabe que hay determinadas cuestiones que pueden ser moduladas sin que la esencia del socialismo democrático se venga abajo. Por ejemplo, un socialista, defensor del sistema público de pensiones, sabe que si hay un cotizante por cada perceptor de una pensión en España, habrá que hacer algo para evitar males mayores en el futuro. Lo que ya no puede tolerar es escuchar de boca de sus dirigentes  frases como las pronunciadas el lunes pasado, tales como: “Si finalmente un día el Parlamento español decide reformar la Constitución, en ese debate cabe todo. También el derecho de autodeterminación de las Comunidades Autónomas”. Ni cabe todo, ni el PSOE debe animar a discutir de todo.

Sería incomprensible que alguien, desde las filas socialistas, pudiera animar a discutir sobre el derecho del hombre sobre la mujer, o sobre la prevalencia del voto de calidad de los más ricos sobre el de los más pobres. No importa si la autora de la frase se corrige a sí misma e intenta suavizar el disparate. El daño ya está hecho y el sobresalto de los militantes socialistas no se alivia con una media rectificación. Si alguien en PSOE admite la discusión sobre el derecho de autodeterminación de una parte de España o de todas las comunidades autónomas, ¿qué sentido tiene seguir militando en un partido que lleva en sus siglas la E de español?

Si bajar los impuestos es una política de izquierdas; si reformar la Constitución para que, ante la deuda del Estado, los primeros que cobren sean los banqueros; si la autodeterminación de los territorios que conforman nuestro Estado puede discutirse, ¿en qué está pensando este PSOE? ¿Por qué vamos a aceptar en silencio tanto dislate y tanto oportunismo? ¿No era este Estado, libre, democrático, descentralizado, plural y diverso el que queríamos los socialistas para poder respirar libremente y, si los electores nos daban su confianza, poder articular un proyecto político de igualdad? ¿No llevamos defendiendo desde que se fundó el PSOE que la soberanía nacional reside en el pueblo, en todo el pueblo, y no en una parte del mismo, sea este censitario o territorial?

El Estado para un socialista no es la patria en cualquier circunstancia, de cualquier manera, con Constitución o sin ella, con libertad o sin ella, sino el instrumento del que nos podemos valer para desarrollar en libertad y democráticamente un proyecto político que, en competencia con otros, consideramos más justo y equitativo. Y ese proyecto, inclusivo, lo mismo sirve para un ciudadano extremeño que para un ciudadano vasco; para un catalán o para un andaluz. De igual forma que no admitiríamos que alguien nos robara una rueda del coche que usamos para viajar, tampoco aceptamos que alguien trate de usurparnos un trozo de ese instrumento llamado Estado sin que, por ello, se nos privara de la herramienta necesaria para realizar un proyecto político inclusivo, solidario y justo.

No aceptamos que alguien trate de usurparnos un trozo de ese instrumento llamado Estado sin que, por ello, se nos privara de la herramienta necesaria para realizar un proyecto político inclusivo, solidario y justo

Estoy seguro de que en el supuesto de que los cristianos, si tuvieran a un Papa que negara la existencia de Dios, no abandonarían su fe sino que obligarían a dimitir a quien pronunciara semejante herejía. Pues eso.

Nota Breve. A raíz de mi artículo de la semana pasada, los insultos provenientes de quienes no estaban de acuerdo con mi tesis no se han hecho esperar. Incluso alguna dirigente socialista ha calificado mi argumento de frivolidad. ¿Qué pensaría mi descalificadora compañera si mañana el presidente del Gobierno de España compareciera en la tribuna del Congreso y declarara que va a suspender la autonomía catalana de conformidad con la Constitución o sin conformidad con la misma? Así habló otro presidente constitucional, representante del Estado en Cataluña. ¿Qué piensa mi compañera de esa declaración?

No parece ni justo, ni conveniente, ni sensato que un militante socialista no sepa cada mañana con qué noticias de su partido se va a sobresaltar. Alguien que milita en el PSOE debería saber que hay principios que inspiran a ese partido que jamás van a ser cambiados, independientemente de las circunstancias o avatares que ocurran en el mundo o en España.

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