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Líderes que no lideran
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Líderes que no lideran

Los líderes dejan de liderar cuando nadie comprende o aprecia lo que dicen o, sencillamente, cuando no dicen nada. A uno, Artur Mas, no se le

Los líderes dejan de liderar cuando nadie comprende o aprecia lo que dicen o, sencillamente, cuando no dicen nada. A uno, Artur Mas, no se le entiende ni se le comprende. A otro, Mariano Rajoy, no se le escucha porque no se le oye. Y ambos tendrían la obligación de hacerse oír, entender y escuchar. Sabemos que este fin de semana un grupo de personas, elegidas políticamente, van a tratar de explorar un pasado de tres siglos. Nos van a contar la historia de las relaciones entre Cataluña y el resto de España -España contra Cataluña dice el título del simposio, delatando a los organizadores-. Sin duda nos contarán su manera de ver las cosas, lo que implica aceptar que podrá haber otra forma de verlas. Los historiadores que participen en el seminario organizado por el Gobierno catalán se van a encargar de decirnos cuál es la verdad de la historia que se proponen analizar y, con seguridad, esa historia va a depender de quiénes, en qué momento y con qué intenciones van a investigarla.

El resultado del seminario va a depender de los propósitos que se hayan marcado y de las anteojeras que se hayan puesto. Desde 1714 hasta hoy encontrarán momentos tormentosos, relaciones problemáticas y situaciones indeseables. Si las anteojeras sólo les van a permitir centrarse en ese pasado, las conclusiones no arrojarán más que el resultado buscado en el título de seminario: España contra Cataluña. Ya sabemos que eso es lo que saben los que han decidido meter a Cataluña en la aventura de la construcción de un Estado propio. Algún otro seminario tratará de ponerse otras anteojeras para concluir de forma diferente la sucesión de hechos históricos. Los defensores de la tradición secesionista y los defensores de la unionista se considerarán a sí mismos enemigos peligrosísimos. ¡O ellos o nosotros! será el grito de guerra antes y después de cada encuentro. No servirá tanto esfuerzo para nada más que para mantenerse cada uno en sus posiciones y para desprestigiar a los historiadores, a los que ya no sabremos a quiénes creer.

Jamás llegaremos a entender que Cataluña haya sido maltratada por el resto de España.

Hay otra forma de encarar el problema que en estos momentos tenemos en España, el de la secesión de Cataluña, junto con el de la grave crisis económica. Este último ya está intentando solucionarlo el PP con su única, exclusiva y excluyente visión de las cosas. A los españoles nos va a costar carísima esa mirada de los populares como se está poniendo de manifiesto con el desmantelamiento del estado del Bienestar y con la eliminación de los derechos laborales de los trabajadores. Pero de esa catástrofe podemos recuperarnos con un cambio de gobierno. De la otra, la independencia de Cataluña, no podremos hacerlo si los acontecimientos devienen irreversibles. Por eso, lo racional, lo sensato, lo aconsejable en estos momentos no es hurgar en el pasado para encontrar motivos para descubrir al enemigo, al indeseable, al inferior, sino tratar de construir a partir de lo que tenemos, de lo que somos, de lo que queremos ser y de las posibilidades que tenemos juntos.

La doctora en Psicología Jenny Moix, profesora titular en la Universidad Autónoma de Barcelona y autora de Felicidad flexible (Aguilar, 20ll), afirma sobre la verdad: "Es como si los temas viniesen como sacos vacíos, hay personas que les ponen más peso y otras menos, por eso la importancia es totalmente relativa. A veces no vemos esta relatividad porque todos los que vivimos en una misma sociedad ponemos el mismo peso en determinados temas”. Si desde Cataluña se llena el saco de los agravios, se concluirá con una verdad histórica que podrá rebatirse fácilmente llenando el saco de los favores o de los privilegios. Nada de eso servirá para nada; a lo más que se llegará, será a enconar los ánimos y a hacer hablar a las piedras, es decir, a los que jamás llegaremos a entender que Cataluña haya sido maltratada por el resto de España.

¿Quién o quiénes se quedaron con el resultado de ese saqueo? ¿Los gallegos? ¿Los andaluces? ¿Los extremeños? ¿Los murcianos?

Si así se percibiera por los ciudadanos catalanes, ¿de qué España estaríamos hablando? Si fuera cierto lo del saqueo a Cataluña, lo del expolio, lo del pillaje, ¿quién o quiénes se quedaron con el resultado de ese saqueo? ¿Los gallegos? ¿Los andaluces? ¿Los extremeños? ¿Los murcianos? Si así hubiera sido el transcurso de la historia, más de la mitad de los ciudadanos catalanes no procederían de esos otros territorios que, supuestamente, fueron favorecidos por los sucesivos gobiernos desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Si así se hubiera conducido la historia, Cataluña no tendría casi ocho millones de habitantes y, por ejemplo, Extremadura, sólo un millón. Si España hubiera estado contra Cataluña, tal vez, las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas no se hubieran independizado en el siglo XIX como consecuencia del proteccionismo español que beneficiaba a la industria textil catalana, obligando a los ciudadanos de esas colonias a comprar productos textiles catalanes a precios no competitivos, provocando la insurrección cubana que concluyó con la perdida de esas colonias.

Resultaría un tremendo disparate que el año que se aproxima se convirtiera en el año de los seminarios donde cada territorio español reuniese a historiadores, sociólogos y políticos que demostraran los agravios sufridos a lo largo de sus respectivas historias para establecer un ranking de agraviados.

La solución a este problema únicamente puede surgir si se fuera capaz de encontrar una visión compartida de la realidad. Por eso es necesario que Mas y Rajoy lideren, es decir, que hablen y que les escuchemos.

Los líderes dejan de liderar cuando nadie comprende o aprecia lo que dicen o, sencillamente, cuando no dicen nada. A uno, Artur Mas, no se le entiende ni se le comprende. A otro, Mariano Rajoy, no se le escucha porque no se le oye. Y ambos tendrían la obligación de hacerse oír, entender y escuchar. Sabemos que este fin de semana un grupo de personas, elegidas políticamente, van a tratar de explorar un pasado de tres siglos. Nos van a contar la historia de las relaciones entre Cataluña y el resto de España -España contra Cataluña dice el título del simposio, delatando a los organizadores-. Sin duda nos contarán su manera de ver las cosas, lo que implica aceptar que podrá haber otra forma de verlas. Los historiadores que participen en el seminario organizado por el Gobierno catalán se van a encargar de decirnos cuál es la verdad de la historia que se proponen analizar y, con seguridad, esa historia va a depender de quiénes, en qué momento y con qué intenciones van a investigarla.

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