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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Efectos colaterales

Se supone que con la llegada de la Navidad desaparecerá de la escena política y mediática el tan traído y llevado intento de referéndum catalán. Hasta

Se supone que con la llegada de la Navidad desaparecerá de la escena política y mediática el tan traído y llevado intento de referéndum catalán. Hasta entonces seguirán corriendo ríos de tinta en los que navegarán las dos posiciones actuales: los defensores de la consulta como derecho de los catalanes a manifestar su opinión mediante una votación libre y secreta y los enemigos de esa propuesta que atenta claramente contra la Constitución, que reserva la soberanía nacional al conjunto de los españoles.

Se discutirá hasta la saciedad sobre una y otra tesis sin que exista la más mínima posibilidad de que se llegue a un punto de encuentro. Las espadas están en alto y no se vislumbra en el horizonte nada que permita intuir que alguna de las dos partes vaya a cambiar sus posicionamientos. El Gobierno porque ni puede ni quiere. El Sr. Mas porque ni quiere ni sabe.

Mientras eso ocurre, y va para rato, en España se siguen produciendo noticias, algunas de ellas que siguen trayendo cola, una vez que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo sentenciara que la aplicación de la llamada doctrina Parot por parte de los Tribunales de Justicia españoles incurrían en ilegalidad. A partir de ahí, el Gobierno y esos mismos Tribunales no han tenido más remedio que ajustarse a la ley e ir poniendo en la calle a un grupo bien nutrido de condenados por hechos deleznables, cuyos nombres y fechorías están en la mente de todos nosotros.

Empeñarse en tratar de defender que la propuesta de referéndum unilateral para la independencia de Cataluña se ajusta a la Constitución, es una forma de llenar las alforjas de quienes defendieron y defienden aún que la vía política no es el camino

Entre quienes han salido a la calle, un grupo de condenados por pertenencia a banda armada y por atentados terroristas que costaron la vida o la integridad física a muchos de nuestros compatriotas. Entre ellos parece que los hay arrepentidos y fuera de ETA y otros que siguen manteniendo el mismo pensamiento criminal que cuando entraron en prisión. Algunos medios de comunicación han informado sobre el peligro que podría suponer que estos últimos decidieran asumir el mando de los grupos nacionalistas más radicales del País Vasco, hasta el punto de que, según círculos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, alguno de ellos podría tener la tentación de volver al crimen y al terrorismo.

Tanto los arrepentidos como los que no, han escuchado de boca de los demócratas que en la España democrática en la que vivimos, todos los planteamientos y demandas políticas, incluida la independencia de cualquier territorio español, son planteables desde la no violencia y el respeto a la Constitución y las leyes. Derrotada la banda terrorista ETA, pero no disuelta, el afán independentista de uno de esos territorios ha asomado la patita, no por el norte sino por el este de España. Somos muchos los que pensamos que la petición del presidente Mas es un despropósito, tal y como está formulada, y que tanto él como quienes le acompañan y obligan en esa aventura saben que está condenada al fracaso. Los intereses ocultos o las segundas intenciones de quien pretende algo que, de entrada, sabe es imposible conseguir, no tendrían mucha importancia si el desatino no tuviera otra derivada que la puramente económica o electoral.

Nadie tendría nada que objetar si lo que se pidiera fuera un cambio constitucional para cambiar la configuración de España. ¿Se puede cambiar la Constitución? Sí. Incluso derogarla, pero respetando el procedimiento. Cualquier intento de modificación constitucional que se pretenda realizar sin respetar la legalidad conduce a la violencia. Conviene que eso se tenga claro y se tome en serio. Tenemos poca experiencia de reformas constitucionales y algunos pueden pensar, alegre e inconscientemente, que saltándose las leyes, aunque sea sin violencia física, no tiene por qué producirse consecuencias graves para nuestra convivencia. 

El problema puede surgir cuando la lógica negativa a permitir un referéndum pueda ser aprovechada por quienes están deseando encontrar una justificación para volver por los caminos de la violencia y del terror

Por eso, el problema puede surgir cuando la lógica e imperante negativa a permitir la celebración de un referéndum, que quienes pretenden llevarlo a cabo insisten se ajusta a la legalidad constitucional y a la democracia, pueda ser aprovechada por quienes están deseando encontrar una justificación para volver por los caminos de la violencia y del terror. Si Mas y quienes le acompañan siguen insistiendo en que su propuesta es constitucional y que es Madrid quien se niega, sin razones de peso, a contemplarla, analizarla y autorizarla, indirecta y subliminalmente estarán proporcionando un excelente argumento a quienes pueden utilizar la negativa como excusa para activar algo que  los demócratas habíamos conseguido vencer.

Empeñarse en tratar de defender que la propuesta de referéndum unilateral para la independencia de Cataluña se ajusta a la Constitución, es una forma de llenar las alforjas de quienes defendieron y defienden aún que la vía política no es el camino para plantear una propuesta independentista y que la única forma de hacerlo es volver al terrorismo. Cuando se les prohíba la consulta, seguro que insistirán en que no se respetan sus derechos. ¿Qué lectura harán los de las pistolas de su falsaria contumacia democrática?

Ese, Sr. Mas, puede ser el tremendo daño que usted y sus socios pueden hacerle a nuestro país. Piénselo un momento y díganos si ha contemplado los daños colaterales que puede llevar aparejada su propuesta y su desvarío. He aquí una razón más para que Rajoy y Mas encuentren una salida democrática y acordada que evite males mayores para nuestra convivencia.

Se supone que con la llegada de la Navidad desaparecerá de la escena política y mediática el tan traído y llevado intento de referéndum catalán. Hasta entonces seguirán corriendo ríos de tinta en los que navegarán las dos posiciones actuales: los defensores de la consulta como derecho de los catalanes a manifestar su opinión mediante una votación libre y secreta y los enemigos de esa propuesta que atenta claramente contra la Constitución, que reserva la soberanía nacional al conjunto de los españoles.

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