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Sobre el juego de la botella
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Sobre el juego de la botella

El chaparrón de datos de la EPA y las cifras de paro de enero ha llevado a más de uno a afirmar que la botella puede verse medio vacía o medio llena

El chaparrón de datos que ha arrojado la Encuesta de Población Activa del último trimestre de 2013 y las cifras de paro del mes de enero pasado ha llevado a más de un medio de comunicación, y a numerosos políticos, a afirmar que en este caso, como en tantos otros, la botella puede verse medio vacía o medio llena. En efecto, un buen puñado de datos sobre una realidad cualquiera suele dar de sí lo suficiente como para defender enérgicamente una interpretación sobre la misma y la contraria. Ahora bien, no nos confundamos, no por ello la realidad deja de ser la que es, lo cual resulta especialmente evidente cuando se muestra de una forma tan dramática como sucede en este caso.

Para evitar marearnos con tanto dato, lo mejor es centrarnos sólo en los fundamentales. Efectivamente, la EPA indica que el paro se redujo en 2013 en 69.000 personas. Si una persona activa sólo pudiera estar en dos situaciones, en paro o trabajando, esto debería haberse traducido en un aumento del empleo al menos en esta cantidad. ¿No es cierto? Pues he aquí que no ha sido así ni mucho menos. Muy al contrario, el número de personas con trabajo descendió en nuestro país, en el mismo período, en nada menos que 198.900. ¿Cómo es posible? La respuesta, por supuesto, es inmediata: el número de ciudadanos que ha abandonado el mercado laboral (la mayor parte de los cuales ha abandonado hasta el país) ha sido incluso superior a la destrucción de empleo.

En los años 60, 'no había paro'; lo que sí había era trenes llenos de miles y miles de españoles con destino a Alemania o a Suiza. 'Movilidad geográfica', que lo llama alguna, con bastante poca vergüenza y mucha menos sensibilidad

¿Y el Gobierno qué dice al respecto? En vez de mostrarse preocupado, se manifiesta incluso contento con esta forma de reducir el paro. ¿Cómo estaría entonces si los 5.986.300 ciudadanos que aún siguen sin trabajo se pudieran marchar de España o consiguiera echarlos a todos? ¿Feliz como una perdiz? Por el viejo procedimiento de 'muerto el perro, se acabó la rabia', habrían terminado con el problema. De hecho, se podría aplicar el mismo para acabar con cualquier otro tema, por ejemplo, se podría expulsar también a los enfermos y así acabaríamos por fin con las listas de espera. Recuerda mucho al viejo sketch de Gomaespuma en el que una señorona se manifestaba en contra de la pobreza y decía sentir tanta pena por los pobres que no quería verlos por su barrio, que los echaran.

Por otra parte, tan original forma de lucha contra el paro tampoco resulta una novedad para la derecha española. Basta recordar que en los años 60 en España 'no había paro', o al menos no se publicaban en todos los periódicos estadísticas que lo revelaran; lo que sí había, a cambio, era trenes llenos de miles y miles de españoles con destino a Alemania o a Suiza, en condiciones por cierto todavía más penosas que en la actualidad. “Movilidad geográfica”, que lo llama alguna, con bastante poca vergüenza y mucha menos sensibilidad.

Lo que parece olvidar este Gobierno son las consecuencias tan nefastas que este éxodo lleva aparejadas incluso para los que nos quedamos aquí. La salida de parte de nuestra juventud, la más dinámica y con mayor capacidad de innovación, impone una dura hipoteca sobre esta sociedad, cada vez más envejecida en todos los aspectos, y compromete seriamente nuestro crecimiento y desarrollo futuros.  

Tiene bemoles que quienes nos están obligando a hacer la política que se está haciendo en nuestro país sean los mismos que nos adviertan de la pobreza que esa política genera

En contraste con tanto optimismo gubernamental, el comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, acaba de pronosticar para España más de diez años con unas tasas de desempleo “inaceptables”. Pero ¿qué quiere decir con "inaceptables" la máxima autoridad europea en la materia? ¿Que no las puede aceptar y en consecuencia piensa evitarlo cueste lo que cueste? Parece que no; que lo que quiere decir es “lo siento, chicos, os queda para rato”. Dos semanas antes, la Comisión Europea nos advertía de que “encontrar trabajo en España no es una garantía suficiente para salir de la pobreza debido a la elevada proporción de contratos temporales o a tiempo parcial. La población en riesgo de pobreza o exclusión social ha aumentado en España del 23,3% en 2007 al 28,2% en 2012 debido al impacto de la crisis y al aumento del paro”. Tiene bemoles que quienes nos están obligando a hacer la política que se está haciendo en nuestro país sean los mismos que nos adviertan de la pobreza que esa política genera. 

Si se examina la evolución del empleo y del paro en el sexenio 2008-2013, periodo de la crisis, la disminución neta de empleo ha sido de 3.644.100 personas, y el aumento del paro de 3.722.100, lo que significa que la tasa de paro pasó del 9,63% en el primer trimestre de 2008 al 26,03% en el cuarto trimestre de 2013.

El chaparrón de datos que ha arrojado la Encuesta de Población Activa del último trimestre de 2013 y las cifras de paro del mes de enero pasado ha llevado a más de un medio de comunicación, y a numerosos políticos, a afirmar que en este caso, como en tantos otros, la botella puede verse medio vacía o medio llena. En efecto, un buen puñado de datos sobre una realidad cualquiera suele dar de sí lo suficiente como para defender enérgicamente una interpretación sobre la misma y la contraria. Ahora bien, no nos confundamos, no por ello la realidad deja de ser la que es, lo cual resulta especialmente evidente cuando se muestra de una forma tan dramática como sucede en este caso.

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