En Nombre de la Rosa
Por
Intolerancia al fracaso
En España la tolerancia al fracaso es cero, aunque en la mayoría de los discursos políticos se recomienda no penalizarlo
En España la tolerancia al fracaso es cero, aunque en la mayoría de los discursos políticos que pretenden enlazar con el fomento de la capacidad emprendedora se recomienda no penalizar el fracaso. En el discurso a los jóvenes, se les invita al riesgo, a la osadía, a la imaginación, y se les anima a emprender sin temer al fracaso.
Daría la sensación de que ya comienza a debilitarse la intolerancia al fracaso que, además, en España tiene mucho que ver con la envidia que, según se decía en algunos libros, es el pecado capital español por excelencia. La alegría por el fracaso de los otros tiene mucho que ver con nuestra incapacidad. Puesto que somos o nos comportamos como mediocres, que los demás, si se escapan por arriba, terminen de bruces en el suelo. Así se demostrará que no éramos tan malos ni ellos eran tan buenos. Si el fracaso del vecino se produce después de una temporada de éxitos, siempre se podrá argumentar que si estaba arriba no era por sus méritos sino por ayudas externas e inmerecidas. “Ya lo decía yo” es la frase preferida de quienes, apoyados en la barra de un bar, se extienden en el regocijo que les produce el fracaso ajeno. Aquí no se perdona el fracaso y, mucho menos, el éxito, aunque ahora lo moderno sea decir lo contrario. Quienes jamás han dado un palo al agua, no paran de criticar a quienes, con mayor o menor éxito, han dado lo mejor en defensa de sus ideas. Tan listos eran que nunca se atrevieron a demostrarlo.
Escuchamos al Presidente hacer un elogio de la innovación y del emprendimiento y, consecuentemente, del fracaso. No cabe duda de que la sinceridad de su discurso alcanzaba a todos cuantos le escuchaban, incluyendo al PSOE
Si fuera cierto eso que se dice de que lo importante no es fracasar sino aprender del fracaso y levantarse lo antes posible para volver a intentarlo, nadie discutiría el derecho de aquellos que, habiendo fracasado en alguna tarea o responsabilidad, decidan intentarlo de nuevo. Si el rector de la Universidad de Stanford no hubiera dado una segunda oportunidad, si les hubiera despedido con caras destempladas por su primer fracaso, Larry Page y Sergey Brin, dos estudiantes de doctorado de esa Universidad, tal vez nunca hubieran inventado Google.
En el último debate del Estado de la Nación hemos escuchado al Presidente del Gobierno hacer un elogio de la innovación y del emprendimiento y, consecuentemente, del fracaso y del volver a intentarlo. No cabe la menor duda de que la sinceridad de su discurso alcanzaba a todos cuantos le escuchaban, incluyendo entre ellos al PSOE, que es una de las opciones políticas y electorales que compiten en la democracia española.
Ya sabemos que el PSOE fracasó. ¿Y qué? Tiene todo el derecho a volver a intentarlo; es más, España necesita que el PSOE haya recapitulado y se presente como una opción de gobierno fuerte
El PSOE se ha presentado en todos los procesos electorales que han tenido lugar en España desde 1977; unas veces, las más, ha ganado, y otras ha perdido; la última, en noviembre de 2011. Siempre se ha dicho que en unas elecciones no gana la oposición sino que pierde el partido que gobierna; y, efectivamente, hace ya algo más de dos años, no ganó el PP sino que perdió el PSOE como consecuencia de sus errores. El PSOE fracasó, pero teniendo presente el discurso del riesgo y de la innovación, su fracaso no le debería imposibilitar para intentar triunfar cuando vuelva a presentarse en un proceso electoral; ¿no habíamos quedado en que no se debe penalizar el fracaso sino la incapacidad para aprender de él? Pues si eso es así, y estoy convencido de que así debe ser, el PSOE está en su derecho de aprender de sus errores y volver a tratar de liderar el futuro de la sociedad española; y por eso sonó tan mal esa frase de Rajoy, dirigida a Pérez Rubalcaba, secretario general de los socialistas españoles, conminándole a callarse o a aplaudir al gobierno.
Ya sabemos que el PSOE fracasó. ¿Y qué? Ya pagó su fracaso, y aprendió y averiguó las razones del mismo. Tiene todo el derecho a volver a intentarlo; es más, España necesita que el PSOE haya recapitulado y se presente como una opción de gobierno fuerte, aunque sólo sea para que se despeje una de las muchas incertidumbres en las que últimamente nos encontramos sumidos los españoles. Durante treinta y cinco años, los ciudadanos sabíamos que España estaría gobernada por una opción de centro derecha o por una opción de centro izquierda, o por UCD y PP o por el PSOE. Cuando fallaba una de esas opciones, sabíamos que sería sustituida por la otra. Sabemos lo que representa y defiende el PP y lo que representa y defiende el PSOE. En estos momentos, y con los sondeos de opinión en la mano, parece que ambas opciones tienen pocas posibilidades de alcanzar mayorías suficientes para gobernar; lo que no sabemos es qué son, que representan y que defienden IU o UPyD que, según esos sondeos, ni son alternativas de gobierno ni se sabe qué clase de gobierno se podría formar con ellos.
En España la tolerancia al fracaso es cero, aunque en la mayoría de los discursos políticos que pretenden enlazar con el fomento de la capacidad emprendedora se recomienda no penalizar el fracaso. En el discurso a los jóvenes, se les invita al riesgo, a la osadía, a la imaginación, y se les anima a emprender sin temer al fracaso.