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Reflexión y votos
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Reflexión y votos

Terminada la campaña electoral, se dice que el fin de semana se destina, entre otras cosas, a la reflexión y al voto. Se reflexiona el sábado y se vota el domingo

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Con las votaciones de este domingo, España habrá participado en unas elecciones europeas en siete ocasiones. Las primeras elecciones para elegir eurodiputados se celebraron el 10 de junio de 1987, es decir, un año y medio después del ingreso de nuestro país en la Unión Europea, entonces Mercado Común.

Terminada la campaña electoral, se dice que el fin de semana se destina, entre otras cosas, a la reflexión y al voto. Se reflexiona el sábado y se vota el domingo. Es posible que lo primero -el voto- no implique lo segundo -la reflexión- y que lo segundo no lleve aparejado lo primero. Y, también, es probable que una gran cantidad de ciudadanos ni reflexione ni vote según nos anuncian los diferentes sondeos de opinión que se han publicado a lo largo de los últimos días. Esta última circunstancia puede ser la consecuencia de la crisis de confianza en la política y en los políticos y que se exterioriza en la furia que se percibe contra Europa, a la que se la considera el chivo expiatorio de todos nuestros males. Resulta paradójico que carguemos las tintas contra Europa, cuando ha sido ella la que ha posibilitado que los países que se refugiaron bajo su paraguas hayan vivido en las mejores condiciones en que lo hicieron nunca y bastante mejor que el resto de los pueblos del mundo. Gracias al Estado del Bienestar europeo, los países del Sur de Europa han sido capaces de alcanzar cotas de bienestar que, sólo en sueños, se había llegado a imaginar. La Europa libre superó al comunismo, la Europa libre integró a los países del Sur y la Europa libre y democrática los protegió de intentos de golpes de Estado que fracasaron en los años ochenta del siglo pasado, mientras que triunfaron en los años treinta del mismo siglo cuando el fascismo y el nazismo se apoderaban de la libertad de los pueblos.

Resulta paradójico que carguemos las tintas contra Europa, cuando ha sido ella la que ha posibilitado que los países que se refugiaron bajo su paraguas hayan vivido en las mejores condiciones en que lo hicieron nunca y bastante mejor que el resto de los pueblos del mundo

Afortunadamente, en la democracia española no es obligatorio el ejercicio del derecho al voto; cada cual es libre de votar o no votar. Desgraciadamente, existen todavía muchos países en los que ese derecho humano ni ha sido reconocido ni ha sido conquistado. Hace algo más de cuatro años, muchos ciudadanos se emocionaban contemplando las imágenes que emitían sus televisores o leyendo los mensajes que por las redes sociales difundían quienes, desde las plazas públicas de diversas capitales árabes, luchaban, sufrían, gritaban, cantaban o morían para tratar de conseguir el derecho al voto, la libertad democrática, la posibilidad de elegir a sus representantes políticos y a sus dirigentes gubernamentales. La plaza de Tahrir en Egipto, Sidi Bouzid en Túnez, Bengasi en Libia o Alepo en Siria simbolizaban la protesta por el fin de las dictaduras y por el derecho de los pueblos a votar en libertad. Algunos lo conquistaron y otros se encontraron con guerras civiles. A unos y a otros, los europeos, los ciudadanos de pueblos que hace tiempo conquistaron la libertad, les van a enviar un mensaje que puede reconocer y animar su lucha o, sencillamente, descorazonarlos. Se tratará de saber si el lunes, tras la reflexión del sábado y la jornada electoral del domingo, quienes emocionaron al mundo libre desde sus plazas y con sus 'primaveras' reciben el mensaje de que la democracia es lo mejor para organizar la convivencia y que su lucha mereció la pena, o lucharon y murieron por nada, por conseguir un derecho que otros ciudadanos, los europeos, no quieren usar porque, como ya no son el ombligo del mundo, no confían en ellos ni en el modelo de bienestar que tanto anhelaban quienes ni tenían libertad ni bienestar. ¿Qué pensarán, entonces, los jóvenes que protagonizaron la primavera árabe?

¿Qué pensarán de la culta Europa aquellas personas que, tal vez, el lunes sepan que los partidos más extremistas, más racistas, más xenófobos comienzan a tener una presencia significativa y preocupante en el Parlamento Europeo? Imaginarán y temerán que se haya votado para reforzar las fronteras con más vallas, más cuchillas y más guardias, para que no pasen por ellas los jóvenes africanos que han recorrido tres mil kilómetros huyendo de la miseria, de la guerra, del terror. Si Europa tuviese más fe en las personas en lugar de miedo a los que tienen una piel de un color diferente a la de los europeos, no recibiría a esos jóvenes, que recorrieron esas enormes distancias en las condiciones más adversas y penosas que cabe imaginar, con guardias y 'concertinas', sino con los directores de sucursales de los principales bancos europeos para darles los créditos que necesitaran para montar negocios que les aportaran riqueza y trabajo. ¿O alguien cree, ahora que tanto se ensalza el emprendimiento, que quien llega hasta Melilla no es un emprendedor? Quien lo dude que intente hacer esa travesía en las mismas condiciones.

Con las votaciones de este domingo, España habrá participado en unas elecciones europeas en siete ocasiones. Las primeras elecciones para elegir eurodiputados se celebraron el 10 de junio de 1987, es decir, un año y medio después del ingreso de nuestro país en la Unión Europea, entonces Mercado Común.

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