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Dos escenarios, cinco preguntas
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Dos escenarios, cinco preguntas

Como estaba previsto, el Congreso Federal eligió como secretario general a Pedro Sánchez, quien se había comprometido a elaborar una dirección corta

Como estaba previsto y cantado, el Congreso Federal del PSOE eligió secretario general a Pedro Sánchez y a la Comisión Ejecutiva que le acompañará en esta travesía. El nuevo secretario general había comprometido su interés en elaborar una dirección federal corta y que pudiera visualizarse como el gobierno socialista en la sombra. Si para gobernar España son suficientes catorce o quince ministerios, no parece descabellado afirmar que para gobernar un partido bastaría con un número de secretarías equivalente. Pero no ha sido así. El número de miembros de la Comisión Ejecutiva Federal ha vuelto a dispararse hasta alcanzar la cifra de treinta y nueve. La primera pregunta que se me ocurre formular ante este escenario es: ¿Cuáles fueron las razones que impidieron cumplir la palabra y el deseo de Pedro Sánchez a la hora de proponer una dirección corta y solvente?

En ese mismo escenario, algunos destacados miembros de esa dirección han afirmado que el Congreso extraordinario y los nombres elegidos para hacer frente a esta nueva etapa suponen y significan una ruptura con el pasado. Segunda pregunta: ¿A qué pasado se refieren? ¿Al que encabezó Ramón Rubial, Felipe González y Alfonso Guerra o al que lideró Manuel Chaves, José Luis Rodríguez Zapatero y José Blanco? Si la ruptura es con la etapa felipista, se está rompiendo con el periodo más brillante y fructífero del PSOE en toda su historia. Si es con la época de Zapatero, están rompiendo con ellos mismos, porque quienes han asumido la responsabilidad de dirigir el socialismo español son los que impulsaron, mantuvieron y colapsaron la época que llevó al PSOE a su peor momento electoral de la etapa democrática.

Hace unos días, el nuevo secretario general declaraba que hay que defender los intereses de España aunque sea a costa de los intereses del partido socialista. Tercera pregunta: ¿Alguien pensó alguna vez que defendiendo los intereses del PSOE se estaba atacando los intereses de España? Si defender los intereses de España puede conllevar perjuicios para el PSOE, es que el socialismo español no está bien ubicado.

El segundo escenario tuvo lugar el miércoles pasado, cuando Mariano Rajoy recibió en el Palacio de la Moncloa a Artur Mas. Dicen que hacía tiempo que no mantenían una entrevista oficial. Podría parecer que es una anomalía democrática el hecho de que el presidente del Gobierno no se entreviste oficialmente con el Presidente de Cataluña con más asiduidad y, sin embargo, no se considere como tal el hecho de que por Moncloa haga el mismo o más tiempo que no aparecen otros presidentes de otras comunidades autónomas.Cuarta pregunta: ¿Cuánto tiempo hace que el presidente del Gobierno de España no recibe oficialmente, en Moncloa y con agenda de temas, a los presidentes de otras comunidades autónomas?

Y dentro de ese mismo escenario, Rajoy y Mas no se pusieron de acuerdo en uno de los puntos a tratar en la entrevista, pero Mas dejó un memorando de 21 puntos que, según informaciones, serán respondidos con celeridad, prontitud y, seguramente, con aceptación. No hace falta remontarse a la parábola del hijo pródigo porque Mas todavía no se ha ido y, por lo tanto, no ha vuelto para recibir los parabienes del padre. Pero si ha amenazado con marcharse, lo que tal vez sea el espolón que active la bomba de la recompensa y el trato favorable a las reivindicaciones del presunto viajero. Ya se sabe que si algún otro territorionecesitado de ayuda para superar, por ejemplo, un paro del 30%amenazara con marcharse no sería ni tenido en cuenta. Quinta pregunta: ¿Qué tendrían que hacer regiones como Extremadura, o Andalucía, o Canariaspara que la amenaza al Gobierno de España provocara el mismo resultado que la amenaza catalana a la hora de dejar en la mesa del gobierno dos o tres puntos relacionados con el empleo?

Como estaba previsto y cantado, el Congreso Federal del PSOE eligió secretario general a Pedro Sánchez y a la Comisión Ejecutiva que le acompañará en esta travesía. El nuevo secretario general había comprometido su interés en elaborar una dirección federal corta y que pudiera visualizarse como el gobierno socialista en la sombra. Si para gobernar España son suficientes catorce o quince ministerios, no parece descabellado afirmar que para gobernar un partido bastaría con un número de secretarías equivalente. Pero no ha sido así. El número de miembros de la Comisión Ejecutiva Federal ha vuelto a dispararse hasta alcanzar la cifra de treinta y nueve. La primera pregunta que se me ocurre formular ante este escenario es: ¿Cuáles fueron las razones que impidieron cumplir la palabra y el deseo de Pedro Sánchez a la hora de proponer una dirección corta y solvente?

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