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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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3+2 ≠ 4+1

Los dos únicos argumentos esgrimidos por el ministerio para acortar los grados es que eso es lo que se hace en la mayor parte de los países del Plan Bolonia y que a las familias les saldrá más barato

Foto: Manifestación contra el '3+2' en Madrid. (Efe)
Manifestación contra el '3+2' en Madrid. (Efe)

Hace dos semanas, el Consejo de Ministros aprobó un decreto que permitirá a las Universidades reducir la duración de los grados para adaptar las titulaciones al modelo 3+2, tres años de grado y dos de máster. Los dos únicos argumentos esgrimidos por el ministerio es que eso es lo que se hace en la mayor parte de los países que firmaron el Plan Bolonia y que a las familias les saldrá más barato una graduación de tres años que otra de cuatro. El primer argumento es cierto. Sólo España, junto con países de dimensiones muy inferiores de las españolas, tales como Kazajistán, Turquía o Chipre, mantiene el plan de cuatro años de graduación más uno de máster, sin que nunca se explicaran las razones por las que no se siguió el rumbo de Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Holanda…, que lo redujeron a tres. Ahora el Ministerio cambia de opinión y, tal vez, hayamos mirado al dedo en lugar de a la luna.

La disparidad de opiniones sobre el tiempo de la graduación y sus consecuencias exigiría un acuerdo para revisar todos los conceptos que sirvieron de pauta en el caminar del último siglo, empezando por un sistema educativo basado en los requerimientos de la sociedad industrial y en la cadena de montaje, con un fracaso cercano al 30% en los niveles de media y universidad.Mientras se siga tratando al alumno con los criterios de la sociedad industrial estaremos condenando a los estudiantes a formarse para demandar empleo, en una sociedad que se está yendo y que ya no va a ofrecer las oportunidades en los nichos de empleo como lo hacía hasta ahora. Recordemos el caso de la fotografía de generación química en soporte de acetato que tenía en el imperio Kodak su máximo exponente y que, en un breve plazo de tiempo, ha sido fulminadapor la fotografía digital y barrida del mercado por la aparición de las nuevas tecnologías.

Algunos estudios señalan que el 50% de los puestos de trabajo que se ofrecerán en los próximos cinco años aún no han sido creados; todavía no se sabe cómo serán, pero no serán como los tradicionales. Y así, por ejemplo, el portal de empleo Indeed.com anunció recientemente que el número de puestos de trabajo relacionados con el Big Data -gestión y análisis de enormes volúmenes de datos que no pueden ser tratados de manera convencional- había crecido en un 15.000%entre 2011 y 2012. Por su parte, las predicciones de la consultoraMcKinsey & Company, Inc. sitúan en torno al 50% la brecha entre demanda y oferta de puestos relacionados con la analítica en Estados Unidospara 2018.

Según los expertos, para ser un científico de datos o analista del Big Data, se deben manejar disciplinas como la estadística y la programación, además de saber gestionar la información, para poder sacar la máxima rentabilidad de esta a través de la generación de nuevos modelos de negocio. La formación que debe tener este tipo de profesionales incluye matemáticas e ingeniería, ya sea informática o de telecomunicaciones. Héctor G. Barnés decía en este periódico el pasado 9 de diciembre: “Lo que está meridianamente claro es que, después de la crisis y tras unos años de revolución tecnológica, los trabajos que se demandarán en el futuro inmediato no tienen nada que ver con aquellos que hace apenas 10 años copaban todas las ofertas de empleo”. Ese tipo de profesiones -record manager, diseñador de videojuegos, diseñador de publicidad on-line, e-editor, experto en instalación y gestión de sistemas de microgeneración energética, experto en interconexión y gestión de sistemas de información, maestro digital…-, que no están encerradas en una única titulación, son las más demandadas en la actualidad.

Y ahí está el reto de las universidades, en proporcionar al estudiante una formación que le dote de una gran versatilidad y una capacidad de adaptación a empleos que no existían en el momento en que iniciósu graduación, pero que existirán cuando la acabe. El mercado laboral futuro tiende a la mayor cualificación de los profesionales, así como a la polivalencia, es decir, el requerimiento de tener unos conocimientos específicos (idiomas, nuevas tecnologías) junto con una serie de habilidades que permitan y faciliten la transición por diferentes ocupaciones a lo largo de la vida. El problema para hacer frente a esa situación no radica en los tres o cuatro años de graduación, sino en la calidad de los másteres de las universidades y en las oportunidades que los estudios de postgrado ofrezcan a los alumnos. Másteres que deberán responder a las nuevas oportunidades laborales y a los nuevos intereses de los graduados y no a las necesidades de los profesores que los imparten o de las universidades donde prestan sus servicios.

En la calidad y en los precios de los másteres es donde se debería poner la atención y el control y no sólo en el número de años de una graduación que, por los cambios que se están produciendo en la sociedad, no debería valorarse por la duración, sino por el contenido que proyecte en función de los intereses de quien necesita manejar disciplinas que no estén comprendidas en un único título. No existe ninguna razón que justifique que el precio de un curso de máster en universidades públicas sea superior al precio de una matrícula de graduación. Ahí es donde habrá que poner el freno y la contención.

Hace dos semanas, el Consejo de Ministros aprobó un decreto que permitirá a las Universidades reducir la duración de los grados para adaptar las titulaciones al modelo 3+2, tres años de grado y dos de máster. Los dos únicos argumentos esgrimidos por el ministerio es que eso es lo que se hace en la mayor parte de los países que firmaron el Plan Bolonia y que a las familias les saldrá más barato una graduación de tres años que otra de cuatro. El primer argumento es cierto. Sólo España, junto con países de dimensiones muy inferiores de las españolas, tales como Kazajistán, Turquía o Chipre, mantiene el plan de cuatro años de graduación más uno de máster, sin que nunca se explicaran las razones por las que no se siguió el rumbo de Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Holanda…, que lo redujeron a tres. Ahora el Ministerio cambia de opinión y, tal vez, hayamos mirado al dedo en lugar de a la luna.

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