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El coste del voto de castigo
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Miriam González

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El coste del voto de castigo

Espero que los españoles proeuropeos no cometamos el mismo error que han cometido los británicos. La supervivencia de la UE como proyecto político esta vez está en tus manos

Foto: Sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo. (EFE)
Sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo. (EFE)

Las elecciones del 26-29 de mayo son una de las elecciones más importantes a las que nos enfrentamos los europeos desde la creación de la Unión. Con unas proyecciones de voto que apuntan a una fuerte subida de los populistas antieuropeos, es posible, e incluso probable, que esa votación marque un antes y un después en la historia de la Unión: el comienzo de una fase de bloqueo de las iniciativas proeuropeas y el inicio de un proceso de dilución progresiva del proyecto político europeo.

Aunque las encuestas varían en los detalles, hay dos tendencias de voto ya confirmadas. Por un lado, el descenso de los partidos proeuropeos conservadores y socialistas, que bajarían al menos entre cuatro y seis puntos, lo cual significaría que, por primera vez, el bloque del Partido Popular Europeo y el Socialista perderían la mayoría absoluta en el Parlamento. Es posible que ese descenso se compense con un aumento de los liberales, que también son proeuropeos. Pero ya parece claro que las iniciativas proeuropeas van a requerir el acuerdo de al menos estas tres fuerzas políticas, con toda la complejidad que conlleva el negociar acuerdos políticos a tres bandas.

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Por otro lado, se confirma también con claridad la tendencia de crecimiento de las fuerzas populistas antieuropeas, especialmente en países tradicionalmente proeuropeos como Italia, Francia e incluso Alemania. Suben la francesa Le Pen, los italianos Cinco Estrellas y la Alternativa para Alemania; se mantienen los partidos del húngaroOrban y del polaco Kaczynski; está por ver los escaños que consigue Vox; y Salvini puede que llegue hasta a cuadruplicar su representación. Los partidos populistas antieuropeos están entre el 24-28% de escaños, peligrosamente cerca del 30%, lo que les daría una muy preocupante minoría de bloqueo.

Ante lo que puede ser una debacle por el auge populista antieuropeo, muchos alertan, no sin cierta razón, de que casi todos estos partidos tienen muy poco en común: en política migratoria por ejemplo, Salvini está muy lejos de Orban o de Vox; y las posturas abiertamente pro Putin de Le Pen y Salvini no tienen nada que ver con el antagonismo visceral de Kaczynski hacia Rusia. Pero no hay que dejarse engañar por estas diferencias puntuales: Kaczynski y Salvini se reunieron en enero para intentar salvar distancias y Salvini ha pedido abiertamente que se cree un eje antieuropeo polaco-italiano que haga frente al tradicional eje proeuropeo franco-alemán.

En España, Podemos ha limado su postura inicial abiertamente antieuropea, pero sigue oponiéndose a las políticas de libre competencia que son la seña de identidad de la Unión. En el polo político opuesto, Vox suscribe explícitamente en su programa la visión de los países de Visegrado, liderados por Kazcynski y Orban, los cuales están erosionando abiertamente (con la oposición de la UE) la división de poderes y las libertades fundamentales en sus países; y Vox también habla sin tapujos en su programa de la primacía de los intereses españoles (muy en la línea del ‘América primero’ del antieuropeo Trump).

Podemos ha limado su postura inicial abiertamente antieuropea, pero sigue oponiéndose a las políticas de libre competencia

Es muy preocupante que en muchos países los partidos antieuropeos se estén beneficiando no sólo del voto tradicional antieuropeo, sino también de votos de proeuropeos que simplemente quieren castigar a los partidos tradicionales. Esto es precisamente lo que puede ocurrir en España, donde Vox va a tener con toda probabilidad muchos votos de proeuropeos que quieren darle un voto de castigo al PP o al PSOE.

Las elecciones europeas casi nunca se han tomado en serio en España: en parte por los propios partidos políticos que, con algunas excepciones, han puesto en las listas no a políticos de primera fila, sino a aquellos que querían quitarse de encima o a aquellos que no encajan en la política nacional; pero también en parte porque siempre nos ha parecido que los resultados europeos afectaban muy poco a nuestros intereses, pues las decisiones europeas nos parecen siempre lejanas.

Pero esta vez las cosas son muy distintas y las consecuencias de las elecciones de mayo no pueden ser más graves. El que la Unión pueda seguir siendo el bastión del multilateralismo, de las libertades individuales, la gobernanza internacional y de un mundo articulado no sobre quién es el más fuerte (como defienden líderes como Putin y Trump), sino sobre el Estado de derecho internacional, depende de cómo se posicionen los votos en esas elecciones. Depende de tu voto.

Esta vez las cosas son muy distintas y las consecuencias de las elecciones de mayo no pueden ser más graves

Los que hemos vivido en el Reino Unido sabemos mucho sobre el coste que puede tener que los proeuropeos voten a la ligera, llevados por objetivos que no tienen nada que ver con la Unión Europea o por un afán de castigo a los partidos nacionales. Hay muchísimos británicos que hoy en día se arrepienten de no haberse dado cuenta a tiempo de lo que se jugaban en la votación del referéndum de 2016, o de haber votado en 2015 a favor de Cameron a pesar de que él llevaba en su programa el referéndum sobre la Unión Europea. Pero ya es demasiado tarde, y corregir ese error le va a llevar a la sociedad británica al menos una década.

Espero que los españoles proeuropeos no cometamos el mismo error que han cometido los británicos. La supervivencia de la Unión Europea como proyecto político esta vez está en tus manos.

Las elecciones del 26-29 de mayo son una de las elecciones más importantes a las que nos enfrentamos los europeos desde la creación de la Unión. Con unas proyecciones de voto que apuntan a una fuerte subida de los populistas antieuropeos, es posible, e incluso probable, que esa votación marque un antes y un después en la historia de la Unión: el comienzo de una fase de bloqueo de las iniciativas proeuropeas y el inicio de un proceso de dilución progresiva del proyecto político europeo.

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