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El régimen del 78 ha entrado en coma
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Miriam González

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El régimen del 78 ha entrado en coma

El resultado es una democracia que cada vez está más lejos de ser tal, no hay democracia sin controles y garantías. Y en España, cada vez hay menos controles y garantías

Foto: Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. (EFE)
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. (EFE)

El régimen del 78 ha entrado en coma. Y no se lo ha cargado Pedro Sánchez, sino que lo hemos hecho entre todos: todas esas veces en las que vimos o intuimos la corrupción y no la denunciamos; los muchos momentos en los que aceptamos como normal que políticos de todos los colores ningunearan al Parlamento legislando por decreto; las múltiples ocasiones en las que los políticos compraron votos con subvenciones y contratos a dedo sin que nos inmutáramos por ello.

En estos 42 años, los políticos españoles han ido copando uno a uno todos los mecanismos de control del régimen del 78: controlan la Administración, la contratación publica, controlan los reguladores, las listas electorales, el poder judicial, el ejército, las universidades, indirectamente medios de comunicación y empresas… Y nosotros les dejamos hacer, porque se han hecho tan poderosos que denunciar la concentración de poder político en España supone aceptar un coste personal que para muchos es inabordable: no salir en la foto es lo menos que le puede pasar a quien ponga contra las cuerdas a los poderosísimos políticos de España. Ese enorme coste personal es lo único que puede explicar que sectores moderados del Partido Socialista no hayan levantado sus voces contra los pasos que está dando el actual presidente del Gobierno.

placeholder Los portavoces de ERC, Gabriel Rufián, y EH Bildu, Mertxe Aizpurua. (EFE)
Los portavoces de ERC, Gabriel Rufián, y EH Bildu, Mertxe Aizpurua. (EFE)

Por mucho que les pese a la derecha y a sectores moderados del PSOE, Pedro Sánchez tiene todo el derecho del mundo a formar un Gobierno con Podemos e incluso a retractarse de las críticas feroces que ha hecho a Podemos con anterioridad: tener que negociar y aceptar políticas que uno no comparte es la base de todo Gobierno de coalición. Y aunque nos duela, también tiene todo el derecho del mundo a negociar una abstención de Bildu, algo que yo personalmente y muchos otros españoles no haríamos jamás; pero si aceptamos que en otros países, como por ejemplo Colombia, haya fuerzas que en el pasado han sido movimientos de apoyo político al terrorismo o incluso terroristas como las FARC y que no obstante se reintegran después en el proceso político democrático, eso también tiene que poder aceptarse conceptualmente en España.

Para preparar el terreno, el presidente, de momento, ha desacreditado todavía más al poder judicial

Pero a lo que no tiene ningún derecho el presidente del Gobierno es a negociar la abstención de Esquerra Republicana. No solo ha humillado al país, al hacer depender el Gobierno y sus Presupuestos del beneplácito de un líder que está condenado a 13 años de cárcel, sino sobre todo con concesiones que buscan alterar las bases y pilares básicos de nuestro sistema territorial sin consenso, sin transparencia y sin controles.

Para preparar el terreno, el presidente, de momento, ha desacreditado todavía más al poder judicial, eliminando cualquier pretensión de objetividad de la Abogacía del Estado y la Fiscalía; ha erosionado de nuevo el sistema de controles otorgando a su jefe de Gabinete poderes que deberían estar sometidos al control parlamentario, y ha politizado una vez más las fuerzas de seguridad con cambios en la cúpula de la Guardia Civil e incluso cambiando al jefe del Estado Mayor del Ejército para que le sean favorables. Y eso que casi no hemos empezado la legislatura. El resultado es una democracia que cada vez está más lejos de ser tal, porque no hay democracia sin controles y garantías. Y en España, cada vez hay menos controles y garantías.

Foto: Participantes en una de las manifestaciones de comienzos de año en Bilbao a favor de los presos de ETA. (EFE)


Para que no le estorbe nadie en su propósito, el presidente ha nombrado un Consejo de Ministros de corte tecnócrata, con excelentes profesionales, varios de ellos de probada solvencia y reputación personal. Pero todo lo que les sobra de solvencia curricular a muchos de los ministros les falta en apoyo electoral: la mayoría ni se han presentado a las elecciones ni tienen intención de hacerlo; y prácticamente ninguno de ellos sería capaz de tirar de una lista electoral por sí mismo.

¿Cuál de los ministros le va a marcar los límites al presidente cuando este flirtee con las líneas rojas de la Constitución?, ¿quién le va a plantar cara cuando empiece a negociar consultas parciales sobre el modelo territorial?, ¿quién le parará los pies cuando haga concesiones inaceptables a los nacionalistas catalanes? Nadie. Porque en términos no de reputación profesional sino de poder real, este presidente de Gobierno no es un 'primus inter pares', como ocurre en otros países, sino un 'primus inter minions'. Lo que el presidente del Gobierno persigue con esos nombramientos tecnocráticos es un lavado de imagen: un blanqueo tecnócrata que esconde un grave deterioro de las garantías del Estado de derecho.

Pero todo lo que les sobra de solvencia curricular a muchos de los ministros les falta de apoyo electoral

Es incomprensible que los sectores moderados socialistas no hayan insistido en una publicación abierta, transparente, detallada y minuciosa de los límites, controles y garantías aplicables a cualquier discusión por parte del Gobierno que roce el modelo territorial y por tanto la Constitución. Como tampoco es comprensible que en este momento tan crucial para la democracia española, el PP y Ciudadanos no hayan puesto ya sobre la mesa un proyecto serio de reforma del sistema con un restablecimiento de controles que se contraponga a este nuevo capítulo de asalto al poder que dé alguna esperanza, por mínima que sea, a los ciudadanos españoles de que hay otra manera de hacer las cosas. Aunque ahora todos callan, seguro que luego se harán de cruces en las próximas elecciones cuando siga subiendo la extrema derecha. Al tiempo.

El régimen del 78 ha entrado en coma. Y no se lo ha cargado Pedro Sánchez, sino que lo hemos hecho entre todos: todas esas veces en las que vimos o intuimos la corrupción y no la denunciamos; los muchos momentos en los que aceptamos como normal que políticos de todos los colores ningunearan al Parlamento legislando por decreto; las múltiples ocasiones en las que los políticos compraron votos con subvenciones y contratos a dedo sin que nos inmutáramos por ello.

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