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Rocío, contar la verdad para seguir viva
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Miriam González

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Rocío, contar la verdad para seguir viva

La concienciación social sobre el maltrato, especialmente el psicológico y el vicario, ha aumentado exponencialmente. Aunque siguen quedando muchas preguntas en el aire

Foto: Rocío Carrasco, en 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'. (Mediaset)
Rocío Carrasco, en 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'. (Mediaset)

Este es el primer artículo que escribo desde que acabó la docuserie de Rocío Carrasco y quiero aprovechar la ocasión para opinar que los que conocemos y queremos a mujeres que han sufrido maltrato estamos en deuda con el programa. Yo lo he visto tomando notas: en los primeros capítulos, apunté todos los patrones de conducta que reconocía a simple vista; y en los últimos, las señales de alerta de los otros, para estar atenta en el futuro.

Hablar abiertamente de maltrato, como ha hecho Rocío, a pesar del enorme estigma social que por desgracia todavía conlleva, es valiente. Como también lo es el que una cadena de televisión le haya dedicado a ello tanto tiempo en 'prime time'. Y destaca la labor de los presentadores, que han estado al quite de cualquier desviación de la discusión en una materia tan compleja como esta.

La concienciación social sobre el maltrato, especialmente el psicológico y el vicario, ha aumentado exponencialmente. Aunque siguen quedando muchas preguntas en el aire para las que no hay fácil respuesta: ¿se protege más a los hijos escondiéndoles el maltrato y preservando así la inocencia a la que todos los niños tienen derecho, o es mejor contárselo?, ¿y cómo se le cuenta eso a un hijo sin marcarle de por vida?

Un 48% de las mujeres que sufren maltrato en España no tiene asistencia integral

La ministra de Igualdad, la portavoz del PSOE y otras políticas han opinado sobre el programa e incluso algunas han participado en él, sufriendo críticas por ello. Personalmente, me parece bien que lo hayan hecho (aunque podrían, y quizá deberían, haber utilizado términos más cautos). Pero si para concienciar sobre el maltrato hay que ir a un programa del corazón, pues se va: a la gente hay que ir a buscarla donde está. Y, dicho sea de paso, se ha echado de menos que se hayan pronunciado más los políticos hombres, porque la lucha contra el maltrato de género nos compete a todos.

Ahora bien, la labor del Gobierno y en particular del Ministerio de Igualdad no se puede quedar simplemente en fomentar la concienciación social. Durante la última década, se ven más o menos los mismos números de asesinatos, con mínimas variaciones, y sin que el Pacto de Estado sobre Violencia de Género de 2017 haya conseguido cambiar sustancialmente las cosas. Amnistía Internacional ha subrayado recientemente que un 48% de las mujeres que sufren maltrato en España no tiene asistencia integral debido a la falta de recursos y las desigualdades entre las comunidades autónomas. No sirve repetir, como ha dicho la ministra de Igualdad, que "tenemos todas las herramientas puestas al servicio de ayudar" a las mujeres víctimas del maltrato. Claramente, esas herramientas son insuficientes. La obligación de la ministra no es solo concienciar: es reconsiderar la eficacia de nuestros instrumentos jurídicos, institucionales y público-sociales sobre violencia de género y mejorarlos con iniciativas concretas y efectivas en lo que sea necesario.

Foto: Manifestación contra la violencia de género en Pamplona en 2012. (EFE)

El Ministerio de Igualdad tiene una página web con un apartado de comunicación en el que se publica lo que hace el ministerio. Échenle ustedes un vistazo. Es escalofriante, porque la lista de actividades mayoritariamente insulsas (reuniones, recordatorios de medidas que ya existen, renovación de cosas que ya están acordadas, estrategias que se anuncian con dos años de anticipación y así se aprovecha para anunciar la idea de hacer una estrategia, y luego la reunión que anuncia la estrategia, y luego el anuncio ‘en el futuro’ de la licitación de la estrategia, y suma y sigue…) está salpicada por decenas de comunicados "lamentando" los asesinatos de mujeres. 17 meses desde que se creó el ministerio sin ninguna iniciativa significativa concreta sobre maltrato. Y 53 lamentos por 53 mujeres asesinadas. Habrá pocos ministerios en los que la inanidad de las actividades del día a día y el horror que sufren las víctimas se den tan estrechamente la mano.

Además de concienciar, la ministra tiene que explicar, por ejemplo, por qué, a pesar del plan de mejora realizado por el Ministerio de Justicia y de las reclamaciones insistentes de los fiscales, sigue faltando personal suficiente en las Unidades de Valoración Forense Integral de violencia de género, cuya labor es fundamental para evaluar el riesgo de las víctimas. O por qué no se ha perfeccionado todavía el seguimiento telemático de las órdenes de alejamiento. O por qué no se ha erradicado ya la práctica de las contradenuncias falsas que presentan los maltratadores a las víctimas, de la que alertó el Consejo General del Poder Judicial ya en 2017 (no puede ser tan difícil trabajar con la judicatura y los colegios de abogacía para poner el foco en las sanciones que esto conlleva para los abogados, aumentándolas cuantiosamente si es necesario y haciendo inspecciones aleatorias 'ex post' hasta que se consiga exterminar esa práctica). Y lo mismo con el resto de las áreas.

No cabe ninguna duda de que la ministra de Igualdad y todo su equipo tienen buena voluntad para acabar con el maltrato. Pero esa voluntad no puede quedarse simplemente en concienciar, animar y lamentar, como si el Ministerio de Igualdad fuese una organización de la sociedad civil más. Su misión es atajar, evitar y solucionar. La labor de la ministra sobre el maltrato ha de medirse por sus resultados. Y a día de hoy esos resultados son realmente escasos.

Este es el primer artículo que escribo desde que acabó la docuserie de Rocío Carrasco y quiero aprovechar la ocasión para opinar que los que conocemos y queremos a mujeres que han sufrido maltrato estamos en deuda con el programa. Yo lo he visto tomando notas: en los primeros capítulos, apunté todos los patrones de conducta que reconocía a simple vista; y en los últimos, las señales de alerta de los otros, para estar atenta en el futuro.

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