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Miriam González

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La libertad de expresión de los ministros

Ser ministro, incluso en funciones, es un cargo público, no un cargo para agradar a 'tu público'. Ser ministro de un Gobierno que ejerce la presidencia europea no requiere libertad de expresión sino prudencia

Foto: La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 en funciones, Ione Belarra. (Europa Press/Gustavo Valiente)
La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 en funciones, Ione Belarra. (Europa Press/Gustavo Valiente)
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Las declaraciones sobre Palestina e Israel de los ministros de Sumar y Podemos son una anécdota casi irrelevante en la enormidad del conflicto de Oriente Medio. Pero un Gobierno que permite a sus ministros hacer declaraciones descoordinadas e imprudentes sobre un conflicto tan grave debería cuestionarse si realmente está preparado para seguir ejerciendo la presidencia europea.

Durante los años que fui asesora del comisario europeo de Asuntos Exteriores sobre Oriente Medio, utilizábamos el lema de que "el mayor acierto es no cometer un error". En una zona donde los intereses, emociones y el peso de la historia están siempre a flor de piel, la consigna ha de ser siempre la prudencia. Y mucho más ahora, cuando ni siquiera sabemos si a lo que nos enfrentamos es a una respuesta a un ataque terrorista, a una confrontación entre Israel y Palestina, a un conflicto regional o a un posible conflicto global.

Foto: Ione Belarra. (EFE/Daniel González)

Aparte de aliviar la situación humanitaria, lo más importante es evitar que el conflicto se propague. Por ello, todo lo que ahora se haga o diga tiene que evitar esa inflamación, aunque ello implique callarse cosas que uno piensa. Eso es lo que están haciendo la mayoría de los dirigentes de países democráticos. Por eso se copian las declaraciones y evitan pronunciarse sobre cosas cuyo efecto es aún incierto. Por ejemplo, no está claro todavía si establecer un corredor hacia Egipto para la población civil de Gaza es una medida acertada o no, porque si eso remueve los ecos históricos del desplazamiento de la población palestina, podría hacer un daño inmenso; eso explica que todavía no haya casi declaraciones públicas al respecto.

Cuando las cosas tienen la gravedad de lo que está ocurriendo en Israel y Gaza, la comunidad internacional tiene que saber cuál es su sitio y remar a favor. Eso es lo único que se espera de un Gobierno como el nuestro que ha perdido (durante esta y anteriores legislaturas) casi toda la influencia que tenía en la zona. Nuestra misión como presidencia es no debilitar la posición de la Unión Europea. Y la misión de la Unión Europea es apoyar las acciones de los Estados Unidos, que son los únicos que pueden atemperar la respuesta de Israel y la del mundo árabe (o mundos árabes, porque ahora están netamente divididos). Lo que están intentando conseguir Blinken y Biden es complejísimo: limitar la respuesta de Israel, liberar a los rehenes, abrir corredores humanitarios, contener a los países árabes y evitar una escalada regional o global, todo a la vez. Si no estamos de acuerdo con su estrategia (y es improbable que Europa tenga una estrategia mejor, y además es imposible que pudiera ponerla en marcha), la única opción es intentar modular la posición americana por detrás, pero jamás abriendo públicamente una nueva brecha.

Foto: El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, este martes, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. (EFE/Kiko Huesca)

No le puede resultar difícil al Gobierno español someterse a esta básica disciplina, porque eso es básicamente lo que ha estado haciendo la Unión Europea durante décadas en Oriente Medio: rellenar los agujeros que deja la estrategia americana sin oponerse a ella. Si el Gobierno está ahora en desacuerdo con la postura americana o europea y piensa que no se han tomado suficientes medidas para exigir responsabilidades a Israel por la ocupación palestina reconocida por Naciones Unidas, el momento de cuestionar esas políticas es otro, no este. Y esa regla de no hacer ahora cambios de postura repentinos que puedan complicar aún más la situación se le aplica también a la Comisión Europea: incluso los que pusimos en marcha la ayuda directa a la Autoridad Palestina creemos que ya casi no tiene sentido mantener sin modificaciones esa ayuda que diseñamos hace más de 20 años, cuando todavía había esperanza de revivir el proceso de paz; pero no se puede suspender esa ayuda de repente y sin coordinación, como intentó hacer la semana pasada el comisario europeo de Cooperación.

En su respuesta a la poco medida queja de la embajada israelí por las declaraciones de los ministros de Sumar y Podemos, el Gobierno ha subrayado que todos los responsables políticos españoles tienen libertad de expresión con respecto a sus opiniones. Con todo el respeto hacia el Gobierno, todos los españoles tenemos libertad de expresión, pero los españoles que forman parte del Gobierno tienen que saber cuándo y cómo usarla. Los ministros no pueden ir por ahí diciendo lo que les venga en gana. Eso es lo que distingue a un ministro de un influencer que se permite opinar sobre todo sin filtros porque nada de lo que dice tiene consecuencias. Ser ministro, incluso en funciones, es un cargo público, no un cargo para agradar a tu público. Ser ministro de un Gobierno que ejerce la presidencia europea no requiere libertad de expresión sino prudencia.

Las declaraciones sobre Palestina e Israel de los ministros de Sumar y Podemos son una anécdota casi irrelevante en la enormidad del conflicto de Oriente Medio. Pero un Gobierno que permite a sus ministros hacer declaraciones descoordinadas e imprudentes sobre un conflicto tan grave debería cuestionarse si realmente está preparado para seguir ejerciendo la presidencia europea.

Ione Belarra Israel Conflicto árabe-israelí
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