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Miriam González

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La levedad

Siempre queda la duda de si la levedad de esos políticos es fruto de la banalidad o si es una mera coraza y el maremágnum va por dentro

Foto: El ex primer ministro británico y actual ministro de Asuntos Exteriores, David Cameron. (EFE/EPA/Mohamed Hossam)
El ex primer ministro británico y actual ministro de Asuntos Exteriores, David Cameron. (EFE/EPA/Mohamed Hossam)
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La levedad siempre me ha sido ajena, tanto en lo físico como en lo psicológico. Todo me pesa. En lo físico, tenía problemas de báscula ya desde niña. Cincuenta años más tarde, sigo en esa batalla. Cualquier cosa que pase cerca de mí y me pueda engordar me engorda. A veces hasta engordo con solo pensar que me como algo. En lo psicológico, me pasa lo mismo: todo lo que está a mi alrededor me afecta. Incluso cuando las cosas no dependen de mí, me siento responsable.

He pensado mucho en la levedad estos días, porque en España y el Reino Unido (los dos países entre los que divido mi tiempo) hay políticos haciendo gala de ella. Ahora que caigo en la cuenta, son políticos hombres. Por lo general, las mujeres somos menos proclives a tomarnos las cosas a la ligereza. Ya de adolescentes, nos sentimos más responsables que los chicos cuando hacemos algo mal. Y nos autoflagelamos con cada fracaso. Sentirse culpable por todo es además muy de madre. En fin, divago…

A lo que iba: David Cameron ha vuelto a la política británica a pesar de que en 2016 provocó con el referéndum del Brexit la caída en picado del país. A mí esa caída me dolió en el alma, primero por lo que significó para la Unión Europea, pero también porque el Reino Unido es un país al que debo muchísimo. Durante todos estos años, me he preguntado muchas veces cómo convive alguien como Cameron (que tiene muchos defectos, pero no es mala persona) con las terribles consecuencias de su decisión para su país y para Europa. No se lo he preguntado a él personalmente, porque he hecho todo lo posible por no coincidir. Todavía tengo tal enfado por lo que hizo, que me temo que si le veo es posible que me lo coma. Y como todo lo que como me engorda, es mejor evitarlo.

A Cameron, nada parece afectarle. Cuando se fue de primer ministro, al acabar su discurso de dimisión, las cámaras le pillaron silbando. Y ahora, cuando en el Parlamento le han preguntado por el efecto del Brexit y la relación con la Unión Europea, su respuesta ha sido que "está funcionando bien". No es ya el contraste entre sus palabras y la realidad de un país en el que casi todo, desde la sanidad hasta el comercio o las líneas aéreas, se ha vuelto disfuncional. Es el tono casual en el que lo ha dicho. Un tonillo casi frívolo. Una especie de "a mí qué me cuentan". Ojos que no quieren ver, corazón que no siente.

Foto: El ex primer ministro británico y actual ministro de Asuntos Exteriores, David Cameron. (Reuters/Kirsty Wigglesworth)

Una sensación parecida se tiene escuchando hablar al presidente Pedro Sánchez sobre la situación actual de España. Aunque él esté convencido del mérito de sus decisiones, la división del país, la enorme crispación y polarización, el tener constantemente manifestaciones en las calles, etc. serían una carga pesada en la mente de cualquier persona. Pero da la impresión de que nada le pesa: ese estilo de hablar tan casual del que ahora hace alarde, la ligereza con la que afronta las entrevistas, la frivolidad con la que se ha referido a que "es que a los españoles nos gusta discutir", las risas constantes. Una actitud tan disonante con la complejidad, tridimensionalidad y gravedad que se espera de los que tienen en sus manos las decisiones más importantes.

Siempre queda la duda de si la levedad de esos políticos es fruto de la banalidad o si es una mera coraza y el maremágnum va por dentro. Pero reconozco que a mí me encantaría ser como ellos. Me dan envidia casi insana. La misma envidia que tengo hacia los que no engordan. Tiene que ser gozoso poder viajar por la vida de esa manera tan liviana, sin maletas que te hagan sentir constantemente el peso de la responsabilidad.

Dicen que lo de engordar se cura ahora con Ozempic. Yo ya tengo tan internalizado lo de la dieta sana que eso casi me da igual. Pero lo que realmente me haría feliz estas Navidades es que inventasen un Ozempic para la mente. El Ozempic de la levedad.

La levedad siempre me ha sido ajena, tanto en lo físico como en lo psicológico. Todo me pesa. En lo físico, tenía problemas de báscula ya desde niña. Cincuenta años más tarde, sigo en esa batalla. Cualquier cosa que pase cerca de mí y me pueda engordar me engorda. A veces hasta engordo con solo pensar que me como algo. En lo psicológico, me pasa lo mismo: todo lo que está a mi alrededor me afecta. Incluso cuando las cosas no dependen de mí, me siento responsable.

Pedro Sánchez
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