En versión liberal
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Bajar las cotizaciones de los jóvenes
Si muchos jóvenes sufren desempleo, ¿qué sentido tiene gravar tanto su empleo?
Una sociedad no puede tener futuro si no apuesta por sus jóvenes. Es algo que entienden hasta los animales. Pero, por alguna extraña razón, a los españoles, y en particular a los políticos españoles, nos cuesta entender esa premisa tan básica.
España no siempre fue así. Cuando los niños de la Transición nos convertimos en jóvenes, se nos veía como la garantía del futuro. Las cosas cambiaron en el 2008, el año en el que nos dimos un golpe descomunal del que todavía nos estamos recuperando. La mayor secuela de ese golpe es nuestra actitud: los españoles pasamos de tener ambición como país y ver a los jóvenes como la proyección de esa ambición, a estar a la defensiva y centrarnos en el sálvese quien pueda. Durante estos años ha habido intentos más o menos acertados de redistribución de recursos escasos. Pero esa dinámica del sálvese quien pueda -que es el anverso del ande yo caliente y ríase la gente- es en la que seguimos. Una dinámica miope, egoísta, empobrecedora y de la que hay que intentar salir urgentemente. Y para salir de ella hay que empezar por los que tienen que tirar de la sociedad: los jóvenes.
No se trata solo de ayudar a los jóvenes como si fuesen una minoría a la que hay que proteger con pequeñas subvenciones o incentivos, como se plantea a menudo desde los partidos políticos. Se trata de proyectarlos con fuerza hacia el futuro dándoles oportunidades. Es inaceptable que como sociedad nos hayamos acostumbrado a que más de uno de cada cuatro jóvenes no trabaje. Y a que solo uno de cada dos (en realidad menos, un 41%) tenga un contrato fijo a tiempo completo. ¿Cómo van a tirar esos jóvenes del país si en el momento de mayor potencial de su vida les estamos condenando a ir con el freno de mano echado? ¿Hay alguien en su sano juicio en España que piense que una generación que no puede desarrollar su potencial desde los 20 hasta los casi 35 años, va a poder competir internacionalmente y asegurar el futuro del país? La desidia política que tenemos hacia el futuro de los jóvenes no les va a pasar factura solo a ellos (lo cual es de por sí terrible), nos la va a pasar a todos.
Hay múltiples medidas que tendríamos que considerar con urgencia, como modernizar el sistema educativo, flexibilizar la educación universitaria y fomentar las prácticas a todos los niveles para todos los jóvenes (justo lo contrario de lo que hace el Estatuto del Becario). Pero una de las medidas más simples que deberíamos poner en marcha y que estamos planteando desde España Mejor es bajar las cotizaciones de manera permanente para todos los jóvenes. Es algo de cajón porque las cotizaciones españolas a cargo del empresario son las más altas de toda Europa, por lo que en realidad deberíamos bajarlas todas. Pero bajarlas al menos en cinco puntos para todos los jóvenes (no bonificaciones limitadas de vez en cuando, como se hace a veces, sino bajarlas sin más) pondría las cotizaciones de nuestros jóvenes en la media europea.
Es una locura que cada contrato de un joven en España dé lugar, entre el tramo del empresario y el joven, a un 37% de contribución a la Seguridad Social. Si muchos jóvenes sufren desempleo, ¿qué sentido tiene gravar tanto su empleo? Y si la mayoría de los jóvenes tienen sueldos bajos, ¿por qué les pedimos una parte tan alta de su sueldo para el Estado? Obligar a los jóvenes a ahorrar al inicio de su vida profesional, supuestamente para su jubilación, imponiéndoles cotizaciones tan elevadas cuando tienen sueldos mínimos es absurdo. Especialmente porque para calcular su pensión solo se les computarán los 25 últimos años de trabajo.
¿Por qué el Gobierno no está planteando una medida tan obvia? Pues por ese rancio afán del Gobierno de coalición (inicialmente promocionado por Podemos/Sumar, pero al que se ha unido parte del PSOE) en seguir viendo el país como una lucha constante entre trabajadores/sindicatos y empresarios. Por eso plantean las cotizaciones mayoritariamente como una medida que afecta a los más pudientes, a todos esos empresarios a los que demonizan periódicamente. Pero la realidad es que, aunque formalmente las paguen los empresarios, las contribuciones son un gravamen a los trabajadores, un alto impuesto sobre el trabajo que lastra las oportunidades de empleo y los sueldos de todos, incluidos los jóvenes.
¿Y por qué no está planteando esa medida la oposición? Pues porque tampoco les viene bien que la gente de la calle se interese por las cotizaciones. Porque si empezásemos a escarbar, nos daríamos cuenta de que no todo lo que se cotiza va a las pensiones, como se pretende a menudo. Sino que una parte muy substancial va a pagar subsidios de desempleo (¡las cotizaciones para el desempleo en España duplican la media europea!). Y otra parte va a otros fines que ni siquiera son pensiones ni subsidios de desempleo. Tener todas esas entradas de fondos tan por encima de la media europea sin que nadie las cuestione, porque están tan camufladas que nadie sabe ni quién las paga ni a qué se dedican, es un chollo para cualquier Gobierno, presente o futuro. Así que ningún partido con posibilidades de gobierno tiene interés en abrir la caja de Pandora.
Cuando los políticos españoles mantienen cotizaciones tan altas es porque ponen los intereses inmediatos de sus partidos muy por encima de los intereses de los jóvenes. Anteponen sus intereses al futuro de todos.
Una sociedad no puede tener futuro si no apuesta por sus jóvenes. Es algo que entienden hasta los animales. Pero, por alguna extraña razón, a los españoles, y en particular a los políticos españoles, nos cuesta entender esa premisa tan básica.
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