:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2Fe23%2Fb74%2Fca1%2Fe23b74ca1a68429df8cb376c1fa7ac24.png)
En versión liberal
Por
Reforma o muere
La elección de Trump nos ha pillado siendo el país de la OTAN que menos se gasta en defensa en proporción al PIB. Es catastrófico. Hay que aumentar inmediatamente ese presupuesto
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F185%2F793%2F38a%2F18579338ac51a63c51b6c9d527e09d57.jpg)
La elección de Trump supone un cambio radical para Europa. Tanto la Unión Europea en su conjunto como cada país europeo individual solo tienen dos opciones: reforma o muere.
La elección es un seísmo de tal magnitud que ni siquiera puede entenderse aplicando parámetros conocidos. No es solo que los Estados Unidos se vuelvan aislacionistas o muevan sus alianzas de Europa a otros países. Es algo radicalmente distinto. La alianza más notable no es ni siquiera entre EEUU y otros países. Es entre el poder político de Washington y el tecnológico y económico de Silicon Valley. Esos dos bastiones de poder operaban hasta ahora por separado y recelaban el uno del otro. Ahora están unidos: el que Elon Musk estuviese en la conversación de Trump con Zelenski es solo el principio.
Esa alianza tiene un tercer vértice y está en las dictaduras árabes de Oriente Medio. La siguiente fase tecnológica de Estados Unidos requiere energía e inversión en proporciones inimaginables y la única fuente posible de ambos está en el mundo del petróleo, no proporcionando energía convencional, sino inversión masiva. En este nuevo escenario global americano, Europa no aporta nada y además estorba.
Es posible que el Gobierno de Trump acabe siendo un fiasco. La deuda americana está desbocada y una política irracional de tarifas generalizadas podría conducir a una inflación galopante y una crisis económica grave. Pero para Europa todos los escenarios son negativos: si a Trump le va bien, nosotros perdemos y si, por el contrario, Trump hace entrar a la economía americana en crisis, nosotros sufrimos. Geopolíticamente, en el mejor de los casos tendremos a un Estados Unidos que ya no apoya a Europa. Y, aunque ahora parezca impensable, puede llegar el momento en que nuestros intereses geopolíticos incluso estén diametralmente contrapuestos.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F5ce%2Fae6%2Fe56%2F5ceae6e569544b26c9ac618916540f79.jpg)
La consecuencia más inmediata de Trump en los países europeos será interna: una nueva hornada de Trumpitos populistas que intentarán emular su hazaña en nuestros países. En el caso de España vendrán, como lo han hecho hasta ahora, envueltos en casposidad y disfrazados de falso liberalismo. Esta vez no podemos permitirnos gastar demasiado tiempo en bregar con estos minions, así que hay que contenerlos y no dramatizar sobre su importancia. Lo que tenemos sobre la mesa tanto en Europa como en España es de naturaleza existencial y requiere toda la energía política posible.
A nada que Trump retire la cobertura de defensa de Europa, haga un ataque comercial, o un dumping desreglamentario serio, saldrán a la luz no solo las muchas fracturas internas de la Unión, sino también sus absurdos: ¿es normal que los alemanes le estén pagando la fiesta a Orban (Hungría es el quinto país que más ayudas europeas recibe) mientras él actúa deliberadamente en contra de los intereses alemanes?, ¿o que un país fundador como Italia siga necesitando ayudas mientras su presidenta va de heroína?, ¿o que nueve países de la Unión financien a los otros 18? Para Alemania y Francia, una alianza fluida con el Reino Unido es ahora de mucha más ayuda que una Unión rígida con los más de 18 países que Alemania lleva pegados a su presupuesto como una lapa.
Aunque la elección de Trump hace que la reforma de Draghi —la gran esperanza de la Unión— sea más necesaria que nunca, también la hace más difícil. Si se logra hacer, será ahora a la defensiva, con menos medios y con constantes fracturas internas. Hay tres prioridades que tiene que conseguir la Unión: poner en marcha una defensa independiente; lograr un gran modelo de lenguaje e infraestructura de IA con empresas tech que puedan competir; y dar un chute de revitalización a la economía europea. La defensa independiente requiere a Alemania, Francia, al Reino Unido y a países como Polonia que invierten mucho en defensa, pero muchos otros países (incluido el nuestro) aportan poco. La infraestructura de IA se hace mejor sin la Unión Europea que con ella y de nuevo requiere al Reino Unido. Y la revitalización de la economía es dificilísima de conseguir con el corsé institucional tan rígido y pesado de la Unión y bajo un liderazgo mediocre. Puede que la fórmula Draghi ya ni siquiera sea la reforma que necesita Europa. Dejar que un grupo de países tome la delantera sin las restricciones que supone el marco legal, presupuestario e institucional de la UE es una opción no descartable.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fb11%2Fe27%2Fa72%2Fb11e27a7264d04b5498e2130033f4580.jpg)
Se mire por donde se mire, para España esto significa dejar de pensar que estamos en la Unión simplemente "porque lo valemos" y volver a hacer méritos. El crecimiento económico español de los dos últimos años es positivo pero no suficiente. Y el que la elección de Trump nos haya pillado siendo el país de la OTAN que menos se gasta en defensa en proporción al PIB. Es catastrófico. Hay que aumentar inmediatamente ese presupuesto. Admitir ante la sociedad española que hay dinero limitado y poner prioridades presupuestarias que respondan a los intereses del país y no a los intereses electoralistas de los partidos gobernantes. Atacar con mano de hierro el clientelismo que es la mayor fuente de despilfarro de dinero público y de descrédito de España. Dinamizar a tope la economía: bajando cotizaciones que esclerotizan nuestro mercado y ni siquiera protegen al trabajador; evolucionando desde la mentalidad de suma cero de 'trabajadores contra empresarios' hacia una economía moderna con seguridad jurídica; consiguiendo que el talento joven salga todo a la luz y no se desconecte de España; y logrando una armonización de criterios entre el Gobierno central y los gobiernos autonómicos para eliminar la enorme fragmentación de nuestro mercado que actúa en contra de todos y solo beneficia a los políticos. Todo ello sin disminuir los logros sociales ni los derechos democráticos.
Es difícil de ver cómo se puede lograr todo esto con los políticos que tenemos. Tanto el Gobierno como la oposición tienen que salir de la parálisis actual y conseguir no solo gestionar el país de forma competente, sino dirigir una complicada estrategia donde las piezas se van a mover con rapidez y de forma imprevisible. Francamente, no es evidente e imposible conseguirlo si no hay un apoyo social transversal. Los desacuerdos actuales que tanto nos polarizan —desde el mapa autonómico hasta las guerras culturales— son una auténtica insignificancia en comparación con la enormidad de lo que está en juego.
La elección de Trump supone un cambio radical para Europa. Tanto la Unión Europea en su conjunto como cada país europeo individual solo tienen dos opciones: reforma o muere.