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En versión liberal
Por
No, no somos como ellos
El apagón ha demostrado que la decencia de los ciudadanos está muy por encima del estándar de los políticos
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Muchos españoles justifican los constantes abusos de nuestros políticos diciendo que tenemos los políticos que nos merecemos. Arguyen que ellos son unos aprovechados porque, dada la ocasión, nosotros también nos aprovecharíamos. Y que los políticos son corruptos porque los españoles tenemos la picaresca en nuestro ADN.
El apagón ha demostrado, una vez más, que ese argumento es falso y que la picaresca es un estereotipo. Con las puertas de muchos comercios sin poderse cerrar, las alarmas sin funcionar y en algunos lugares hasta con las farolas apagadas, los españoles han dado una lección magistral de decencia. Estando a su alcance coger lo ajeno, la gente se ha dedicado no a robar casas y saquear comercios, sino a ayudarse. Algo absolutamente impensable en muchos otros países que encima tienen, al contrario que nosotros, fama de éticos y cívicos.
Si los españoles sufrimos los abusos de los políticos no es porque nos los merezcamos. Es porque cuando ideamos el sistema de la Transición cometimos el fatídico error de no poner suficientes controles y eso ha permitido cuatro décadas de abusos. Esos abusos nos han embrutecido tanto que mucha gente hasta ha perdido la noción de lo que es y no es correcto. Cuando se critica a la presidenta de Red Eléctrica, Beatriz Corredor, por ejemplo, se hace por su incompetencia y clarísima inadecuación a su cargo (a ningún Consejo de Administración de una empresa energética se le ocurriría nombrar como presidenta a una registradora de la propiedad). Pero lo único que muchos piden es que los partidos nombren a gente suya con más competencia. Ni siquiera ven que nombrar a gente competente por tener el carnet de un partido es una discriminación intolerable. El que los competentes con carnet sean sistemáticamente privilegiados sobre los competentes sin carnet es una aberrante indecencia política.
En todas las épocas de corrupción, clientelismo y nepotismo de España (es decir, en todas las legislaturas menos la primera) hay gente que piensa que todo va a ser mejor en cuanto haya un cambio de gobierno. Pero ya llevamos más de cuarenta años en los que, en cuanto se produce el cambio, volvemos a las mismas. Aunque el PP ni siquiera se ha renovado, algunos defienden con convencimiento que echando a Sánchez y poniendo a un gobierno del PP tendríamos una política limpia, de la misma forma que en la época de Rajoy defendían que con el PSOE volvería la limpieza. El nepotismo y clientelismo no están solo en el Gobierno de Coalición, sino en muchísimas Comunidades Autónomas, diputaciones y ayuntamientos, de prácticamente todos los partidos. El magnífico análisis del ‘Dedómetro’ de la Fundación Hay Derecho, que ha cubierto tanto entidades estatales, como las de la Comunidad de Madrid bajo el PP, las de Valencia bajo el PSOE/Compromís/Unidas Podemos, etc, debería de ser de lectura obligada. La metástasis de indecencia política está en todos los sitios.
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Salir de nuestra interminable cadena de abusos políticos es difícil porque ninguno de los partidos actuales acepta autolimitarse con controles y garantías serios. A falta de una opción política que lidere una limpieza radical del sistema, lo único que se puede hacer es crear una pinza entre la sociedad civil y la prensa. Pero para eso necesitamos organizaciones de la sociedad civil que no dependan, ni directa ni indirectamente, de subvenciones públicas. Y una prensa mucho más carnívora.
Hay parte de la prensa que —igual que la sociedad civil dependiente— solo critica los abusos de los que no son ‘los suyos’, porque se benefician de la alternancia del clientelismo. Pero incluso cuando tiene voluntad de control, la prensa política española es por lo general efervescente en vez de ser efectiva. Si en otros países se hubiese producido un apagón nacional de horas con una registradora de la propiedad con el carnet del partido del gobierno al mando, habría periodistas apostados con micrófonos y cámaras tanto a las puertas de Red Eléctrica como a la puerta de su casa, día y noche, hasta que sucumbiese a la presión y dimitiese. En lugar de eso, en España Beatriz Corredor es la que decide dar una entrevista y encima se permite el lujo de ir de sobradita. Y no solo es Beatriz Corredor, son los que la nombraron, los que -a sabiendas del nepotismo- consintieron el nombramiento, y los muchísimos cargos similares nombrados a dedo.
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Los abusos políticos no son solo una cuestión de falta de ética. Tienen un coste real en términos de perdida de oportunidades para la población española. Es inadmisible que en un país que tiene algunas de las mejores compañías energéticas del mundo, los políticos se hayan cargado nuestra reputación energética. Convertirnos en un hub energético europeo es ahora mucho más difícil por culpa suya.
Para que España sea un país de oportunidades hay que lograr que los abusos paren. Y que rueden todas y cada una de las cabezas del nepotismo.
Muchos españoles justifican los constantes abusos de nuestros políticos diciendo que tenemos los políticos que nos merecemos. Arguyen que ellos son unos aprovechados porque, dada la ocasión, nosotros también nos aprovecharíamos. Y que los políticos son corruptos porque los españoles tenemos la picaresca en nuestro ADN.