Se ha hecho viral el comentario de Ayuso de que no es momento de ‘ser tibio’, que había definido como gente ‘con esguince de cuello de tanto mirar para otro lado’.
Como la política suele atraer a personas con infinita capacidad de engañarse a sí mismas, es posible que Ayuso realmente piense que los tibios son los demás y que los suyos miran de frente. Es fácil desmontarle el comentario: cuando ella eliminó las medidas que había puesto en marcha Ciudadanos en la Comunidad de Madrid para despolitizar el Consejo de Transparencia, la Cámara de Cuentas, Telemadrid, los nombramientos de gerentes de hospitales, etc., ¿qué hizo la gente de Ayuso? Mirar para otro lado.
Sabe Dios lo que entenderán los políticos por tibieza y valentía. Puede que Ayuso hasta se vea a sí misma como una Agustina de Aragón. Que se vea como un Che Sánchez. Y que hasta Feijóo se vea como un Viriato. Y eso que – a pesar de que todos acentúan sus diferencias cuando hablan - lo que tienen en común es no haberse atrevido a hacer una sola cosa que les suponga un coste de poder. Expertos en nombramientos de carnet que, por no hacer, no han quitado ni los aforamientos.
¿Quieren valentía los políticos? Ahí van tres cosas sencillas para su agenda. A ver si tienen arrestos:
Hagan que se suspenda cautelarmente toda - ¡toda!- la financiación pública de los partidos políticos en los que sus cargos superiores estén investigados por corrupción hasta que se demuestre que han puesto en marcha controles efectivos (llevamos ya tres tesoreros del PP y dos secretarios de organización del PSOE que han pisado la cárcel. Tela).
Hagan que no puedan prescribir los delitos relacionados con la corrupción política y administrativa.
Y hagan a los partidos responsables patrimoniales subsidiarios de la corrupción de sus cargos.
Ale, valientes, ¿a ver quién se atreve? Isabel, Pedro, Alberto, Yolanda, Santiago, ¡¿todos mirando para otro lado?!
Ya está bien de tanto valiente de boquilla. Como que no supiéramos todos que las bravuconadas y constantes subidas de decibelios sirven precisamente para tapar el que ninguno quiere limitar esa barra libre que les permite a los suyos seguir haciendo lo que les da la real gana.
Es difícil competir con la tibieza de nuestros políticos en cuestiones de limpieza. Pero hay un grupo que casi les supera: toda esa corte de gente que pulula a su alrededor buscando nombramientos de ministros, altos cargos, directores y chiringuiteros. Gente que a menudo critica duramente la corrupción. Que hablan con extrema dignidad de lo mal que están las cosas y de cómo el sistema tiene que cambiar. Pero que a una llamadita del líder -¿te ha llamado? ¡me ha llamado!- aceptan colaborar sin imponer estrictas condiciones de limpieza primero. Cuando la llamada del líder entra, los principios salen por la ventana. El país no estaría en la situación que está si todos ellos hubiesen hecho o empezasen a hacer algo simple: comprometerse a no aceptar ningún cargo si no se hace antes una limpieza a fondo del sistema.
El problema que tenemos en España no son solo los políticos tibios, son los falsos. Los falsos valientes, los falsos limpios, los falsos dignos, los falsos reformistas.
Políticos que predican limpieza, pero que hacen que todo siga igual. Que cambian las caras, pero no las cosas.
No es que ‘miren para otro lado’. Es que miran a un lado concreto: el de sus intereses.
Se ha hecho viral el comentario de Ayuso de que no es momento de ‘ser tibio’, que había definido como gente ‘con esguince de cuello de tanto mirar para otro lado’.