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Rajoy y su más difícil test de estrés
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Pilar García de la Granja

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Pilar García de la Granja

Rajoy y su más difícil test de estrés

Comienza el baile. Todavía no ha comenzado la campaña electoral y ya está resultando eterna. Y muy costosa. Los candidatos llevan desde el 1 de septiembre

Comienza el baile. Todavía no ha comenzado la campaña electoral y ya está resultando eterna. Y muy costosa. Los candidatos llevan desde el 1 de septiembre al pie del cañón, sobre todo el Partido Socialista y el Gobierno, bajo las órdenes de Rubalcaba. Es inaudito que en unas elecciones con el voto tan decidido nos tiremos tres meses de campaña.

De momento, lo más llamativo es que cada uno está cumpliendo su papel: Mariano Rajoy se sabe ganador y su actuación está siendo previsible, pero razonable. No quiere perder un solo voto. Es por ello por lo que se muestra poco arrojado, tímido, alejado en lo posible de los asuntos conflictivos. Lo del incumbente Rubalcaba es más preocupante: piensa más en el partido que aspira a liderar pasadas las elecciones que en España y en los españoles.

Rajoy -que anoche en la presentación de su libro estaba rodeado de todos los suyos, los de la vieja guardia y los de la nueva guardia pretoriana- se enfrenta a una situación política inédita en la historia española. Grandes sectores del electorado han llegado a la conclusión de que estamos inmersos en una catástrofe nacional y de que el PSOE es el único culpable.

Las elecciones municipales no han sido suficientemente analizadas. Lo sucedido en Andalucía, por ejemplo, implica una ruptura histórica con su tradición electoral. El Partido Popular no solo ha ganado por mayoría absoluta en todas las capitales de provincia, también lo ha hecho en centenares de poblaciones pequeñas y grandes a lo largo y ancho de la Comunidad. No se trata ya de lo que pronostiquen las encuestas, sino de la mera observación de cómo las elecciones municipales configuran lo que ha de ocurrir en las generales.

Si Rubalcaba quiere salir bien parado de ésta, no puede pretender ser catalán en Cataluña, andaluz en Andalucía o extremeño en Extremadura.

Hacen bien Rajoy y su equipo en sentirse victoriosos: van a ganar con un margen muy amplio salvo milagro del contrario (al que no parece que estén apelando desde el PSOE) o catástrofe propia (difícil en un hombre que no suelta prenda). El problema es que a Rajoy no le miran sólo los electores, le observan los más importantes analistas e inversores internacionales, los organismos económicos, las empresas de aquí y las de fuera. Tiene la obligación de recoger el testigo que le entrega el PSOE en las peores condiciones posibles, desde luego. Pero también debe convencer a todo el mundo de que tiene carácter, de que está dispuesto a asumir riesgos, de que sabe que su mandato podrá curar la economía española sólo después de un empeoramiento notable que sirva para sanear todo lo que está podrido, que es mucho.

Por encima de la ley

La preocupación que Rubalcaba siente por liderar el PSOE después de las elecciones es legítima y comprensible, pero debería darse cuenta de que está rodando hacia el abismo. Resulta evidente que su actuación en Cataluña este pasado fin de semana respondía a la necesidad de amarrar el apoyo de una parte importantísima del partido. Sin embargo, centenares de miles de ex votantes del PSC han abandonado la formación porque ya no se sienten representados por quienes se convirtieron en más nacionalistas que los originales. Sólo el establishment catalán puede creer eso de que un catalán no tenga derecho a aprender en español en Cataluña. Sólo el establishment catalán puede creer que el Parlamento –cualquier parlamento, pero en especial el suyo- está por encima de la Ley, el Tribunal Supremo y el Constitucional.

La afirmación de Rubalcaba de “modificar las leyes necesarias, para que ningún Tribunal pueda emitir juicio sobre cualquier decisión parlamentaria” es una desfachatez. Alguien que aspira a ser presidente del Gobierno de España -no de Siria, Venezuela o Cuba- debe, en primer lugar, respetar la separación de poderes y la función que cada uno de estos poderes tiene derivada de la Constitución. Si Rubalcaba quiere salir bien parado de ésta, no puede pretender ser catalán en Cataluña, andaluz en Andalucía o extremeño en Extremadura.

Rubalcaba debería aspirar a ser español en España, que es lo que entiende el 90% del electorado en su conjunto. Es más, si aspira a la secretaria general del PSO (sin la E), ya sabe cuál es el resultado: pérdida masiva de votos en Cataluña, pérdida masiva de votos en Andalucía y consolidación de los bastiones tradicionales del PP.

Y todo este follón se produce en medio de una crisis institucional y económica sin precedentes en España y en Europa. Tiene gracia que tres meses después de haber publicado los test de estrés de la banca, los propios inventores del invento digan que están mal, que hay que repetir los test con criterios más estrictos. Ahora resulta que los bancos europeos están quebrados -ya lo sabíamos- y hay que meterles más pasta. ¿De quién? ¿Para qué hay tantas comisiones, jefes de estudios del banco central, ministros, comisarios y espontáneos varios? ¿De verdad creen que estamos para que nos tomen el pelo? Ya no solo hay bancos en quiebra, hay países quebrados y aquí contando las nubes… Dentro de poco, en Grecia, quienes asistan a los pacientes serán de Médicos Sin Fronteras. Es todo de una frivolidad y falta de sentido común que todos los calificativos se quedan cortos.

Comienza el baile. Todavía no ha comenzado la campaña electoral y ya está resultando eterna. Y muy costosa. Los candidatos llevan desde el 1 de septiembre al pie del cañón, sobre todo el Partido Socialista y el Gobierno, bajo las órdenes de Rubalcaba. Es inaudito que en unas elecciones con el voto tan decidido nos tiremos tres meses de campaña.

Mariano Rajoy