Es noticia
Faltones de piel fina
  1. España
  2. Filósofo de Guardia
Manuel Cruz

Filósofo de Guardia

Por

Faltones de piel fina

La mejor manera de hacer amigos no es empezar insultándolos. No conozco a nadie que le coja cariño a quien le llama ladrón y asesino

Foto: La secretaria general de ERC, Marta Rovira. (Reuters)
La secretaria general de ERC, Marta Rovira. (Reuters)

En el improbable supuesto de que alguien albergara todavía alguna duda respecto a la cuestión de si, efectivamente, este país tiene un problema con la selección de sus élites, a buen seguro se le disipó tras ver hace unos días en televisión el cara a cara de Inés Arrimadas y Marta Rovira, en el programa 'Salvados' que dirige Jordi Évole. Incluso me atrevería a decir más: no solo se debió convencer de la existencia del problema, sino de la gravedad del mismo.

Constatar los esfuerzos de Marta Rovira por dotar de una apariencia de argumentación racional a sus afirmaciones inconexas y en muchos casos inconsistentes y contradictorias ("yo también estoy cansada del 'procés", fue su contradicción estelar) no debió ser plato de gusto ni para sus adversarios. Porque, más allá de la satisfacción momentánea que alguno de ellos experimentara, anticipando el beneficio electoral que le pudieran reportar, estoy seguro de que incluso estos quedaron severamente preocupados cuando cayeron en la cuenta de que estábamos ante la persona designada por el dedazo de Oriol Junqueras como su sucesora y candidata al cargo de presidenta de la Generalitat de Cataluña, y que, por tanto, no resulta en absoluto descartable que pueda terminar siendo quien suceda a Carles Puigdemont al frente de la institución.

Pero tal vez la escasa solvencia argumentativa de la señora Rovira haya tenido para los espectadores un aspecto positivo, y es que les permitió apreciar con claridad otros aspectos de su intervención distintos a los señalados por los analistas, más pendientes, como es natural, de las afirmaciones vinculadas a aspectos concretos de la coyuntura actual. Y es que la notoria incompetencia discursiva de la diputada de Esquerra permitía que se transparentaran las actitudes de fondo que respecto a algunos asuntos mantiene o, si se prefiere decirlo apenas de otra manera, los presupuestos no siempre verbalizados con los que opera a la hora de abordar determinados asuntos.

Foto: Captura de pantalla del programa de 'Salvados'. Opinión

Por señalar una de esas actitudes, no dejó de sorprenderme la forma en que reaccionaba ante los reproches que le dirigía su interlocutora por el hecho de haber utilizado insistentemente en el pasado, a modo de consignas, determinadas afirmaciones del tipo de "España nos roba". La respuesta de Rovira fue la que imagino que debe prescribir el argumentario de su formación política y que se sustancia en una variante, actualizada, del "yo no he sido" de los niños pillados en falta, variante que ella resumía en un escueto "yo nunca he dicho semejante cosa". No pretendo subrayar, por más llamativa que resultara, la imperturbabilidad de esfinge con la que negaba lo que, como mínimo, numerosos compañeros de su mismo partido han reiterado hasta la extenuación, sino la escasa importancia que le atribuía a un eslogan utilizado tan profusamente por todo el independentismo.

La subrayo porque idéntica actitud reapareció en otro momento de esa misma conversación, cuando se le preguntó por su afirmación de que el Estado estaba dispuesto a utilizar una violencia extrema, sin retroceder ante la posibilidad de que pudieran llegar a producirse muertes. Tampoco ahora me importa insistir en la irresponsabilidad de hacer unas afirmaciones para las cuales no solo es que Marta Rovira nunca haya aportado la menor prueba, sino que han sido tajantemente desmentidas por las personas a las que apelaba como testigos. Ni siquiera vale la pena detenerse en recordar que quien precisamente hizo tiempo atrás una afirmación en ese sentido —solo que con el agravante de reconocer que algún muerto iba a favorecer la culminación exitosa del 'procés'— fue un miembro de la CUP. Lo que, también ahora, me importa subrayar es la escasa importancia que la diputada de ERC concedía a sus propias afirmaciones.

Resumiendo un tanto abruptamente la cuestión: para el independentismo, del que se convirtió en portavoz destacada el otro día en La Sexta la señora Rovira, el hecho de que altas instancias del Govern de la Generalitat ('president' Puigdemont incluido), así como destacados políticos de partidos con representación en el Parlament de Cataluña, califiquen a España de ladrona y (potencial) asesina, no es cosa excesivamente grave, y en modo alguno debería ofender la sensibilidad de nadie, ni siquiera de quienes tienen un acendrado sentimiento español. En cambio, que un grupo de descerebrados que solo se representan a sí mismos decidiera corear, por su cuenta y riesgo a modo de grito de apoyo a unos guardias civiles que se disponían a viajar a Cataluña antes del 1-O, el futbolístico "¡a por ellos!", es considerado por los independentistas, sin la menor vacilación, como un rotundo indicador del carácter sanguinario de los españoles y de las perversas intenciones del Estado de aplastar Cataluña en todos los sentidos.

Foto:  Ilustración: Raúl Arias.

No quisiera que la selección de los adjetivos o alguna formulación algo tajante por mi parte pudiera llevar a ningún lector a pensar que exagero. Siempre he mantenido que en tiempos —como los actuales— de saturación de mensajes en el espacio público, se impone seleccionar con cuidado aquellos que se consideran representativos de las diferentes posiciones, evitando generalizaciones que son fruto de extrapolaciones a partir de casos particulares escasamente representativos. Por eso me he venido refiriendo a la señora Rovira y, cuando no, a destacados líderes de su mismo bloque independentista.

Son estas personas, en más de una ocasión en sede parlamentaria (tanto en Barcelona como en Madrid, y hay actas en las que constan sus intervenciones), las que han utilizado los planteamientos a los que me he venido refiriendo hasta aquí. Planteamientos que, en definitiva, se dejan resumir en el título del presente artículo. Porque todos ellos se comportan, desde luego, como faltones de piel fina, asunto sobre el que les convendría reflexionar autocríticamente casi tanto como sobre sus profusas mentiras acerca del 'procés'. Sobre todo si, como declaran ahora, tienen un enorme interés en llegar a una solución acordada con Madrid y, en consecuencia, necesitan de manera perentoria encontrar aliados en el resto de España que puedan convertirse en eventuales apoyos para su propuesta.

Porque tal vez puede resultar muy gratificante, a efectos de mera reafirmación de los ya convencidos, reiterar la consigna "no nos entienden" para referirse al rechazo que obtienen las tesis independentistas fuera de Cataluña. Pero si de veras les importa a dichos secesionistas lo que piensan aquellos que no participan de sus mismas creencias, les convendría darse cuenta de que a veces no se trata de que estos últimos no les entiendan, sino de que, sencillamente, no se entiende gran parte de lo que ellos plantean. Y si alguien no acaba de ver a qué me refiero, formularé esto mismo de una manera en extremo sencilla, fronteriza con lo tosco: la mejor manera de hacer amigos no es empezar insultándolos. No conozco a nadie que le coja cariño a quien le llama ladrón y asesino.

En el improbable supuesto de que alguien albergara todavía alguna duda respecto a la cuestión de si, efectivamente, este país tiene un problema con la selección de sus élites, a buen seguro se le disipó tras ver hace unos días en televisión el cara a cara de Inés Arrimadas y Marta Rovira, en el programa 'Salvados' que dirige Jordi Évole. Incluso me atrevería a decir más: no solo se debió convencer de la existencia del problema, sino de la gravedad del mismo.

Marta Rovira Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)