Es noticia
Cuando la interpretación es libre, todo vale
  1. España
  2. Filósofo de Guardia
Manuel Cruz

Filósofo de Guardia

Por

Cuando la interpretación es libre, todo vale

Es probable que no les falte razón a quienes afirman que en materia electoral todo está inventado. El 'frame' interpretativo en el que ir inscribiendo cuanto va pasando lo decide quien está en el poder

Foto: La ANC muestra un cartel con el lema 'Mayoría absoluta independentista' tras conocerse los resultados electorales. (Reuters)
La ANC muestra un cartel con el lema 'Mayoría absoluta independentista' tras conocerse los resultados electorales. (Reuters)

Tal vez una eficaz manera de evitar que la vorágine de la actualidad devore una reflexión a la que convenga prestar alguna atención sea precisamente publicándola a destiempo, desentendiéndose de su hipotética utilidad coyuntural y confiando en que lo que pueda contener de valor consiga sustraerse a las urgencias del calendario. Lo que sigue va de elecciones, a pesar de que las autonómicas catalanas ya se hayan celebrado. Pero, a fin de cuentas, las próximas, sean estas las que sean, no tardarán en caer, ténganlo ustedes por seguro.

Es probable que no les falte razón a quienes afirman que en materia electoral todo está inventado. Pero no es menos cierto que, aceptando la mayor, también puede darse que ciertas actitudes o procedimientos, no siendo estricta y rigurosamente nuevos, ganen a partir de un cierto momento más peso o importancia que el que habían tenido en el pasado. Ese parece ser el caso de un recurso que en las recién celebradas elecciones catalanas se repitió de forma reiterada y creciente. Me refiero al de atribuir a las mismas un signo determinado, de manera que los resultados únicamente pudieran ser interpretados bajo una (y solo una) clave.

Puigdemont: "La república catalana ha ganado a la Monarquía del 155".

Así, en los días previos al 21-D pudimos ver y escuchar a Carles Puigdemont pontificando acerca del único sentido bajo el que, según él, debían ser pensadas dichas elecciones. Se trataba, repetía, de validar o rechazar el 155, de tal manera que la derrota de lo que se obstinaba en calificar como "la coalición del 155" (PSC, Cs y PP) debía implicar automáticamente revertir sus efectos y restablecerle en la presidencia de la Generalitat (aunque hubiera sido ERC la fuerza política ganadora).

placeholder Artur Mas en una foto de archivo de 2015. (EFE)
Artur Mas en una foto de archivo de 2015. (EFE)

Este mismo recurso lo había empleado antes Artur Mas, proclamando la condición de plebiscitarias de las elecciones precedentes, las de 27-S del 2015. Imponía de esa manera una lógica con la que valorar su resultado que terminaba reduciendo el margen de actuación política del resto de formaciones, condenadas por la fuerza del planteamiento a una disyuntiva excluyente. Por supuesto que estas formaciones se resistían al planteamiento de marras, reiterando que eran una elecciones autonómicas normales, pero el 'frame', que diría Lakoff, ya estaba creado y resultaba poco menos que ineludible.

Prueba fehaciente de ello fue que aquella noche electoral cadenas de televisión de distinto signo leían los resultados bajo idéntica clave: TV3 proyectando una circunferencia que evocaba una tarta y en cuya superficie se iba dibujando el tanto por ciento que sumaba el pedazo soberanista (tarta que, curiosamente, desapareció como fondo del escenario tan pronto se empezó a confirmar que el independentismo no alcanzaba la anhelada mayoría de votos: debe ser cuestión del libro de estilo de la televisión pública catalana), y La Sexta con su ingenioso "pactómetro" que venía a cumplir poco más o menos la misma función visual que la volátil circunferencia/tarta de TV3.

El marco interpretativo en el que ir inscribiendo cuanto va pasando lo decide el que está en el poder

Pero, aplicando a lo que estamos hablando la citadísima afirmación de Humpty-Dumpty en 'Alicia a través del espejo' según la cual el significado de las palabras lo decide el que manda, deberíamos decir que el 'frame' o marco interpretativo en el que ir inscribiendo cuanto va pasando lo decide el que está en el poder. Y si eso valía para explicar en gran medida el éxito obtenido por el relato independentista, también da cuenta de las dificultades que ahora encuentra para imponer sus interpretaciones. Desprovistas estas del amparo semántico que les proporcionaba su inequívoca posición hegemónica en el espacio público (aunque la pérdida sea solo parcial), aparecen ya como lo que realmente son: afirmaciones con muy escaso recorrido argumentativo, cuando no injustificables sin más.

Pensemos, en concreto, en la aludida interpretación de las elecciones que hacía Puigdemont desde Bruselas. Toda la justificación de la misma descansaba sobre un verbo, el verbo "equivaler". "No votarme a mí equivale a legitimar la aplicación del 155", no cesaba de reiterar. Conviene reparar precisamente en la falta de justificación del planteamiento. ¿Qué significa, hablando con una mínima propiedad, este "equivale"? Apenas otra cosa que "lo interpreto" (por parte de Puigdemont) o "será interpretado" (por parte de Rajoy) como un aval al artículo de marras. Observen que, de aceptar semejante premisa, ella tanto sirve para justificar cualquier posición propia como para atacar al adversario cuando convenga.

Foto: Carles Puigdemont tras conocer los resultados electorales. (Foto: Reuters) Opinión

De lo primero tuvimos en Cataluña un ejemplo notorio con ocasión de la consulta del 9-N organizada por Mas. En aquella ocasión, la actual alcaldesa de Barcelona votó SÍ-SÍ a la independencia a pesar de declararse expresamente no independentista. ¿Motivo? Para castigar a Rajoy, esto es, porque, según su personalísima interpretación, el voto afirmativo equivalía a una censura a las políticas de aquel. De lo segundo tuvimos ejemplo algunos meses después con motivo de la complicadísima investidura de Rajoy como presidente de Gobierno tras la repetición de las elecciones generales en España. Uno de los argumentos más reiterados por parte de quienes criticaban la posibilidad de que el PSOE pudiera abstenerse era que la abstención equivalía a indultar la corrupción del PP, sus recortes, la ley mordaza, la reforma laboral o cualquier otro aspecto con los que el crítico decidiera establecer la equivalencia.

placeholder Mariano Rajoy durante su debate de investidura en 2016. (EFE)
Mariano Rajoy durante su debate de investidura en 2016. (EFE)

Se reparará en que lo peor de esta libérrima —por no decir directamente arbitraria— interpretación de lo que va ocurriendo es que permite extraer de lo que al final termine por suceder la consecuencia que al intérprete se le antoje. No creo estar incurriendo en la menor exageración al formular así las cosas. Los ciudadanos catalanes deberían recordar no solo la lectura que Junts pel Sí hizo de la derrota de su plebiscito en septiembre de 2015, transformándola en victoria, sino, mucho más grave aún, el uso de ese escamoteo que llevaron a cabo los responsables de la coalición. Porque, a partir de un determinado momento, y sin mediar explicación alguna a la ciudadanía, presentaron como "un mandato democrático legitimado por las urnas" [sic] algo que ni siquiera iba en su programa electoral (entre otras razones porque, de acuerdo con su propia jerga, la consideraban una pantalla superada), como era la convocatoria de un referéndum.

Después de lo que acaba de ocurrir, solo me atrevería a afirmar algo: no cabe descartar lo más extravagante o disparatado

Ahora bien, que se haya rehuido plantear todo lo precedente en términos de análisis postelectoral (más bien al contrario) no implica que no pueda proporcionar alguna utilidad aplicado a lo que acaba de ocurrir. Y, así, cabe preguntarse, echando mano del esquema que se ha expuesto hasta aquí: ¿a qué se hará equivaler a partir de ahora la victoria del bloque independentista?, ¿qué nuevo "mandato democrático" interpretaran sus líderes que se desprende de su victoria? Solo me atrevería a afirmar algo: no cabe descartar lo más extravagante o disparatado. De alguien como Puigdemont, cuya primera propuesta, tras conocerse el resultado de las urnas, ha sido la de reunirse con el presidente del Gobierno de España fuera del territorio nacional, se puede esperar cualquier iniciativa.

En todo caso, entra dentro de lo posible que el independentismo vuelva a plantear que la única salida para el desbloqueo de la situación catalana pasa por conseguir acordar un referéndum de autodeterminación (¿el tercero?), supuestamente para contarnos de una vez por todas. Un mensaje sin duda tan escasamente estimulante, si de "ensanchar la base social del independentismo" se trata, como poco creíble. Porque la verdad es que, entre estadísticas, sondeos y resultados electorales diversos, los catalanes estamos, más que contados, recontados. A este paso, de lo que vamos a perder la cuenta es del número de referéndums y consultas sobre la misma cosa que habremos llevado a cabo.

Tal vez una eficaz manera de evitar que la vorágine de la actualidad devore una reflexión a la que convenga prestar alguna atención sea precisamente publicándola a destiempo, desentendiéndose de su hipotética utilidad coyuntural y confiando en que lo que pueda contener de valor consiga sustraerse a las urgencias del calendario. Lo que sigue va de elecciones, a pesar de que las autonómicas catalanas ya se hayan celebrado. Pero, a fin de cuentas, las próximas, sean estas las que sean, no tardarán en caer, ténganlo ustedes por seguro.

Artur Mas Carles Puigdemont Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)